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quien dicen que es la ramera

Título: ¿Quién dicen que es la Gran Ramera de Babilonia del Apocalipsis?
Autor: James Akin de Catholic Answers
Original en inglés: Hunt-ing the Whore of Babylon (Parte I y Parte II)


El escritor anticatólico Dave Hunt de nuevo hace honor a su fama, grandes porciones de sus escritos previos ya los había dedicado a atacar a la Iglesia católica, ahora ha escrito todo un libro con tal finalidad.

En la promoción de su libro A Woman Rides the Beast: The Catholic Church in the Last Days, Hunt proclama que esta obra “no es producto de la libre especulación de un hombre”… Este “importante escrito” eclipsará a The Seduction of Christianity, el libro más popular de Hunt hasta el momento, en su impacto contra la iglesia.

Aún así, en el mismo texto donde se promociona, T. A. McMahon, el director ejecutivo de la organización de Hunt, acepta que ha habido algunos problemas para conseguir distribuidores de este libro “evangélico”. Declara así, “el nuevo libro de Dave ya está enfrentando resistencia entre los distribuidores en las librerías cristianas”.

La tesis de Hunt es que la Iglesia católica es la ramera de Babilonia mencionada en Apocalipsis XVII-XVIII. A los lectores de su pasquín, The Berean Call, se les favoreció con un adelanto de su libro para explicar su posición. En julio de 1994 se publicó ahí un artículo titulado “Una ciudad con siete colinas”, el cual es un resumen de uno de los capítulos clave del libro. Ahí, Hunt les adelanto nueve argumentos para mostrarles que la Iglesia católica es la gran ramera.


¿Colinas o montañas?

El primer argumento de Hunt es que la ramera “es una ciudad sobre siete colinas”. El identifica a éstas como las siete colinas de la antigua Roma. Este argumento lo fundamenta en Ap. XVII, 9, donde se afirma que la mujer se sienta sobre siete montañas.

Con el fin de que el pasaje bíblico diga que la mujer se sienta sobre siete colinas, Hunt inserta la palabra “o colinas” en el texto de la versión inglesa King James (KJV) que cita.

«And here is the mind which hath wisdom. The seven heads are seven mountains [or hills], on which the woman sitteth» Ap. XVII, 9. KJV.

Comparar con la versión española Reina Valera Antigua:

«Y aquí hay mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se asienta la mujer» Ap. XVII, 9. RVA.

Y la versión Nácar-Colunga dice así:

«Aquí está el sentido que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer» Ap. XVII, 9. NC.


 


 
Hunt sugiere que la palabra griega «oros», traducida por la versión inglesa KJV como “montaña” debería traducirse “colina”. Aunque ésta es una posible traducción, no es adecuada por razones lingüísticas. De las 65 coincidencias de esta palabra [oros] en el Nuevo testamento, sólo tres son referidas como “colina” en la versión inglesa KJV. Las restantes 62 son traducidas como “montaña” o “monte”. Las traducciones protestantes modernas de la Biblia tienen tendencias similares a la mencionada. La versión inglesa New Revised Standard Version (NRSV), traduce oros como “colina” sólo dos veces, y las demás las traduce como “montaña” o “monte”. Dados estos números, la evidencia lingüística indica con aplastante probabilidad que oros en Apocalipsis XVII, 9 debería traducirse como “montaña”, tal y como la versión inglesa KJV lo hace. Esta imprecisión de Hunt deja demasiado abierta la interpretación del pasaje. El nos hace creer que las “siete colinas” se refieren a las siete colinas sobre las cuales la antigua ciudad de Roma fue construida, pero si el pasaje afirma que la ramera se sienta sobre “siete montañas”, la referencia no llevará a nada. Además, las montañas no necesitan ser entendidas literalmente, ya que las montañas son símbolos comunes en la Biblia. Una montaña podría simbolizar un reino. En Daniel II, 35, el reino de Cristo es visto como una montaña. En Salmos LXVIII, 16, el reino de Basán es descrito como una montaña. En Abdías 8-21 el reino de Edom es comparado con una montaña. En Amós IV, 1 y VI, 1, el reino de Samaria es descrito como una montaña. Las “siete montañas” de la mujer podrían ser siete reinos que controla o siete reinos con los cuales ella tiene algo en común. El número siete podría también ser simbólico, ya que éste frecuentemente representa la plenitud en la Biblia. Si es simbólico en Ap. XVII, 9, las siete montañas podrían simbolizar que la mujer reina sobre todos los reinos de la tierra [plenamente] o, lo que es equivalente, que la mujer reina literalmente sobre cada montaña [reino] de la tierra. Incluso si se le concede que oros debería ser traducido como “colina” en este pasaje y que estas siete son literalmente colinas, esto todavía no nos lleva a Roma. Otras ciudades han sido construidas sobre siete colinas, lo cual admite Hunt declarando “otras ciudades han sido construidas sobre siete colinas, pero sólo Roma coincide con todos los criterios, incluyendo el ser conocida como Babilonia”. El concede que su argumento fundamentado en las siete colinas no es concluyente, incluso si se concede esta traducción improbable. Existen otras dificultades para el argumento de Hunt. Aun aceptando que la referencia es hacia Roma, ¿de qué Roma se está hablando?, ¿la Roma pagana o la Roma cristiana? Como veremos, la Roma pagana cumple mejor con el criterio de Hunt, que la Roma cristiana. Cuando entramos en la distinción entre la ciudad del Vaticano, donde la Iglesia católica tiene su ‘cuartel general’, con la ciudad de Roma, el postulado de Hunt es más improbable aún, ya que la ciudad del Vaticano no está construida sobre siete colinas, sino sobre una: la colina Vaticana. Esta colina no es parte de las siete colinas sobre las cuales Roma fue construida. Estas siete colinas, Capitolino, Quirinal, Viminal, Aventino, Palatino, Esquilino y Celio, están localizadas al este del río Tiber. La colina Vaticana está localizada del lado oeste. . Conocida como Babilonia Hunt introduce su segundo argumento de una manera muy improvisada e incluso concede que su primer argumento no es concluyente. El apela a un segundo criterio para apoyar al primero, afirmando que la mujer o ramera debe ser una ciudad “conocida como Babilonia”. Esto lo fundamenta en Ap. XVII, 5, el cual dice que el nombre de la ramera es “Babilonia la grande”. El nombre de la ciudad no es “misteriosa Babilonia”, como algunos fundamentalistas afirman. La palabra “misterio” indica que la adscripción “Babilonia la grande” es un nombre simbólico, así que no puede referirse a la ciudad de Babilonia, reconstruida en Irak, como algunos fundamentalistas clamaron durante la Guerra del Golfo. La versión RSV presenta de mejor manera este pasaje: «and on her forehead was written a name of mystery: ‘Babylon the great, mother of harlots and of earth’s abominations» (Ap. XVII, 5). Comparar con la versión española RVA: «Y en su frente un nombre escrito: MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA» (Ap. XVII, 5). Y la versión NC: «Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra» (Ap. XVII, 5). La frase “Babilonia la grande” (en griego «Babulon a megala») es repetida cinco veces en el Apocalipsis (XIV, 8; XVI, 9; XVII, 5; XVIII, 2 y XVIII, 21). Se obtiene alguna luz sobre su significado cuando uno nota que Babilonia es referida siete veces como “la gran ciudad” en el libro (XVI, 9; XVII, 18; XVIII, 10, 16, 18, 19, 21). Sólo se hace referencia una sola vez a esta “gran ciudad” en XI, 8, donde se afirma que los cuerpos de dos testigos de Dios “yacerá(n) en la plaza de la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, donde su Señor fue crucificado”. Este versículo nos dice que “la gran ciudad” es simbólicamente llamada Sodoma. Esta referencia es hacia Jerusalén, la cual es llamada “Sodoma” en Isaías I, 10 y Ezequiel XVI, 1-3, 46-56. Jerusalén es comparada con Sodoma en otros versículos también. Sabemos que Jerusalén es la “gran ciudad” aludida en Ap. XI, 8 ya que el versículo dice que la ciudad fue “donde su Señor fue crucificado”. Jesús, por supuesto, fue crucificado en Jerusalén. Apocalipsis habla consistentemente como si sólo hubiere una sola “gran ciudad”, “la gran ciudad”, sugiriendo que la gran ciudad de XI, 8 es la misma gran ciudad mencionada en los otros siete versículos. Babilonia es Jerusalén. Esto sugiere que Babilonia la grande podría no ser Roma, sino Jerusalén. De hecho, Hunt admite que Jerusalén cumple de mejor manera con uno de sus otros criterios (más adelante abordado). Han habido comentadores, tanto protestantes como católicos, quienes han adoptado esta interpretación. Una escuela de intérpretes protestantes de la Biblia, los seguidores de David Chilton, han adoptado esta notable interpretación del Apocalipsis, el cual es visto como un pleito de convenio en contra de la apóstata Jerusalén por su persecución de cristianos. Entre los Padres de la Iglesia fue común que se refirieran a Roma como “Babilonia”, pero incluso aquí, Hunt enfrenta serios problemas ya que todas esas referencias fueron hacia la Roma pagana, la cual martirizó cristianos, no la Roma cristiana. Persiste el problema también de que la ciudad del Vaticano no existía en el tiempo de los Padres. . Las fornicaciones de la mujer En su tercer argumento, Hunt afirma “la mujer es llamada ramera (v. 1), con la cual los reyes de la tierra han cometido fornicación (v. 2). Sólo hay dos ciudades a las que se puede imputar el cargo: Jerusalén y Roma. Jerusalén fue acusada de fornicación espiritual por numerosos profetas (Is. I, 21), pero no cumple con el otro criterio”. Hunt admite que los profetas frecuentemente se refirieron a Jerusalén como una ramera espiritual. Esto sugiere que la ramera de Babilonia podría ser la apóstata Jerusalén. Y ya que Hunt de nuevo concede que su argumento no es concluyente, apela a otro criterio para apoyar al anterior. . Ahora, en Tecnicolor Para su cuarto argumento, Hunt afirma “ella (la mujer) esta vestida de ‘púrpura y escarlata’ (v. 4), los colores del clero católico”. El cita la Enciclopedia Católica para mostrar que los obispos visten de púrpura y los cardenales de escarlata. Esta línea de razonamiento también presenta problemas. En lugar de asignar a los colores de la mujer su significado simbólico, el púrpura para la realeza y el rojo para la sangre de los mártires, Hunt repentina y agitadamente realiza una interpretación literal. El se ha dado cuenta muy bien que la mujer simboliza una ciudad y que la fornicación simboliza algo más que el acto sexual, pero ahora él desea asignar la referencia a los colores de forma muy literal para que coincida con las vestimentas de los eclesiásticos católicos. Además, el púrpura y el rojo no son los colores dominantes en la vestimenta clerical, sino el negro y el blanco. Considérese al sacerdote promedio vestido de negro con su cuello romano o alzacuello blanco. El atuendo de los sacerdotes nunca es completamente rojo o púrpura, y sólo por un breve tiempo durante el año litúrgico utilizan la casulla con estos colores, y todos los sacerdotes utilizan alba blanca durante la Misa. Incluso obispos y cardenales regularmente utilizan el atuendo negro, y el papa, por supuesto, siempre viste de blanco. El púrpura y el escarlata de la mujer son contrastes al vestido blanco asignado a la Nueva Jerusalén, la Esposa de Cristo (Ap. XIX, . Esto acrecienta los problemas de Hunt: Al vestido de la Esposa se le da una interpretación simbólica (“las obras justas de los santos” XIX, , implicando que a la vestimenta de la mujer debe dársele también un significado simbólico, y la identificación de la Esposa como la Nueva Jerusalén (Ap. III, 12; XXI, 2, 10) sugiere que la mujer podría ser la vieja y apóstata Jerusalén, un contraste utilizado en todas partes en las Escrituras (Gal. IV, 25-26). Otro problema para Hunt es que él ignora el significado litúrgico de los colores púrpura y rojo. El púrpura simboliza el arrepentimiento y el rojo hace honor a la sangre de Cristo y a los mártires cristianos, ambos colores portan nobles significados, mientras que en Apocalipsis estos colores muestran cuán innoble es esta mujer. Es completamente apropiado el que los clérigos católicos utilicen el púrpura y el rojo, ya que han sido los colores utilizados en la liturgia del antiguo Israel. De hecho, junto con el azul y el blanco, han sido los colores dominantes de la liturgia israelita. Dios mandó que las cortinas que cubrían el Tabernáculo estuviesen hechas con telas de color púrpura y escarlata (Ex. XXV, 4; XXVI, 1, 31, 36; XXVII, 16; XXXVI, 8, 35, 37; XXXVIII, 18; XXXIX, 34). El mandó que cuando ellos movieran la mesa de los panes la envolvieran con una tela carmesí (Num. IV, , y cuando quitaran las cenizas del altar, lo cubriesen con un paño púrpura (Num. IV, . El mandó que se utilizasen hilos escarlatas y lana en las ceremonias litúrgicas (Lev. XIV, 4, 6, 49-52; Num IV, 13). El mandó que las vestimentas de los sacerdotes se hicieran con hilos púrpuras y escarlatas (Ex. XXVIII, 4-8, 15, 33; XXXIX, 1-8, 24, 29). Si no había nada siniestro en que los israelitas utilizasen estos colores mandados por Dios, entonces no hay nada siniestro en que el clero católico los use ahora. A riesgo de repetir el mismo punto, debe notarse que los colores púrpura y escarlata, tomados literalmente o simbólicamente, podrían coincidir para la Roma pagana o la Jerusalén apóstata. Ambas son capitales reales y ambas derramaron la sangre de los mártires cristianos. . Oro y piedras preciosas En seguida, Hunt afirma, “la increíble riqueza de la ramera captó la atención de los ojos de Juan, ‘Ella fue engalanada con oro, piedras preciosas y perlas…’.” XVII, 4. Hunt cita la Enciclopedia Católica, la cual dice que la cruz pectoral utilizada por los obispos debe ser hecha de oro y decorada con gemas. De nuevo Hunt modifica su interpretación hacia lo absurdamente literal. El no interpreta al oro y las joyas que la mujer utiliza como símbolos de la riqueza material de la ciudad, sino como artículos accesorios en la vestimenta utilizada por el clero católico; y sólo ciertos clérigos: sacerdotes y diáconos, la vasta mayoría del clero católico, no utilizan cruz pectoral. No obstante, es apropiado para los clérigos de alta jerarquía el utilizar tales ornamentos ya que han sido parte de las verdaderas prácticas religiosas litúrgicas desde tiempo inmemorial. Dios mandó que el efod y el pectoral utilizados por los sumos sacerdotes fueran de oro, piedras preciosas y gemas, incluyendo el rubí, el zafiro, la esmeralda y la amatista (Ex. XXV, 7; XXVIII, 6-29; XXXV, 9, 27; XXXIX, 3-21). El mandó que en la tiara de los sumos sacerdotes incluyeran una diadema sagrada (lámina de la santidad) hecha de oro puro (Ex. XXIX, 6; XXXIX, 30, Lev. VII, 9). El oro fue utilizado en general en las prendas de los sumos sacerdotes (ex. XXVIII, 4-5). El propósito de estas vestimentas y decoraciones fue darle al sumo sacerdote y a los sacerdotes “dignidad y honor” o “gloria y belleza” (Ex. XXVIII, 40). El clero católico está conforme a la Biblia cuando utiliza estos materiales para honrar a Dios y a su santo ministerio. Aún así, el principal problema de Hunt en este punto es su ingenuo literalismo. El oro y las gemas que utiliza la mujer no simbolizan artículos o accesorios reales en su vestido, sino la gran riqueza de la ciudad, una riqueza más acorde con la Roma pagana o la Jerusalén apóstata, que con el Vaticano actual, el cual, en realidad, está bajo déficit en su presupuesto anual y cuyo monto es equiparable al de la arquidiócesis de Chicago. . Una copa de oro Hunt hace notar que la mujer “tiene una copa de oro (cáliz) en su mano, llena de abominaciones y de la suciedad de su fornicación”. Esta es otra referencia a Ap. XVII, 4. Hunt nuevamente cita la Enciclopedia Católica, este fragmento describe al cáliz eucarístico como “el más importante de los vasos sagrados”. Dice que “la Iglesia es conocida por sus innumerables cálices de oro en todo el mundo”, y le otorga una larga referencia a la iglesia de Lourdes, en Francia, la cual tiene una invaluable colección de cálices de oro. Pero todo este argumento de Hunt está lleno de agujeros. Para hacer coincidir sugestivamente la copa de oro de la mujer con el cáliz eucarístico, él inserta la palabra “cáliz” entre corchetes, aunque la palabra griega aquí para copa es «poterion» y aparece 33 veces en el Nuevo Testamento, y siempre es traducido como copa. Hunt ignora que el cáliz es utilizado durante la celebración de la Última Cena del Señor, un ritual mandado por Cristo mismo (Lc. XXII, 19-20; 1Cor XI, 24-25), y él ignora el hecho de que la gran mayoría de los cálices eucarísticos que los católicos utilizan no son hechos de oro, sino de otros materiales, como el latón, la plata, el vidrio e incluso la cerámica, aunque el interior del cáliz usualmente es terminado con una delgada capa de oro, pero aún así, es más similar al chapado del reloj que usa Hunt. Hunt parece desconocer que en el Antiguo Testamento se mandó que se utilizara el oro en los vasos y utensilios litúrgicos (Ex. XXV, 38-40; XXXVII, 23-24; Num. XXXI, 50-51, 2Cr. XXIV, 14), y de nuevo, él utiliza su absurda interpretación literal, según la cual, la copa de la mujer no es un símbolo aplicado sólo a la ciudad de Roma, sino a una colección de miles de copas utilizadas en miles de ciudades en todo el mundo. No es sorprendente que Hunt no intente interpretar el contenido de la copa, “la abominación y la suciedad de su fornicación”. Las abominaciones y fornicaciones que la mujer cometió son, ya sea adulterio espiritual, al cual Hunt ya ha aludido, a las alianzas políticas inicuas, o la persecución de los mártires cristianos (ver Ap. XVII, 6; XVIII, 6). Éstas no tienen nada que ver con el vino, y posteriormente con la sangre de Cristo, encontrados en los cálices católicos. Finalmente, Hunt ni siquiera utiliza el resto del libro del Apocalipsis para ayudarse a interpretar el contenido de la copa de la mujer. En todos lados se nos dice que es la copa de la ira de Dios (Ap. XIV, 10; XVI, 9). Dios mezcla su ira dentro de la copa de la mujer, “en la copa en que ella mezcló mezcladle al doble” (Ap. XVIII, 6). De nuevo, esto no tiene nada que ver con los cálices eucarísticos, y cuando se interpreta dentro del contexto coincide con la Roma pagana o la Jerusalén apóstata. Quizás, a modo de último recurso [si todo lo demás ha fallado], Hunt dedica unas palabras a la supuesta riqueza de la Iglesia, la cual afirma, “ha sido adquirida por la confiscación de propiedades a las pobres víctimas de la Inquisición… al precio de su salvación… a la riqueza que frecuentemente dejan las Misas encargadas para la salvación de sus almas cuando mueren… a las prácticas bancarias corruptas, lavado de dinero de la droga, al tráfico de valores falsificados y tratos con la Mafia”. Esto no es ni siquiera un buen seudo-argumento ad hominem, ya que sólo muestra una falta de entendimiento elemental de la teología católica, la cual no afirma que la salvación pueda comprarse ni que las Misas por los muertos los salven, así como todas sus afirmaciones históricas, bastante risibles e imprecisas. . Madre de las rameras El séptimo argumento es el más absurdo de todos. El dice: “La atención de Juan se dirige hacia la inscripción sobre la frente de la mujer: ‘LA MADRE DE TODAS LAS RAMERAS Y ABOMINACIONES SOBRE LA TIERRA’ (v. 5). Tristemente, la Iglesia católica Romana concuerda con esta descripción tal y como sucede con las otras. Gran parte de la razón de esto es debido a su doctrina no bíblica sobre el celibato sacerdotal.” El argumenta que el celibato sacerdotal “ha hecho pecadores a los clérigos y rameras a quienes secretamente se amanceban”. La Iglesia católica produce rameras y así, es la madre de las rameras. Los problemas son numerosos aquí. Primero, el celibato no es una doctrina, sino disciplina, una disciplina que sólo el rito latino de la Iglesia ejercita, los ritos orientales no lo hacen, además no siempre ha sido obligatorio, incluso dentro del rito latino. Segundo, esta disciplina no puede ser antibíblica, ya que Hunt mismo dice: “El gran apóstol Pablo fue célibe y recomendó esta práctica a otros quienes deseaban consagrarse completamente al servicio de Cristo.” Tercero, Hunt, de nuevo se lanza tras una absurda interpretación literal. Él debería interpretar el envilecimiento de las hijas de la mujer sobre la misma línea del envilecimiento de su madre, porque en primer lugar, esta es la razón por la que es llamada “la madre“. Esto los haría fornicadores espirituales o políticos, o perseguidores de mártires cristianos (cf. Ap. XVII, 2, 6; XVIII, 6). En lugar de esto, él le da la ridícula interpretación de hijas en sentido literal, de prostitutas reales cometiendo, literalmente, fornicación carnal. Cuarto, si no mostrara una fijación sobre la versión inglesa KJV, Hunt habría notado que otro punto que identifica a las hijas de la ramera con su madre: La misma palabra griega «porne» es utilizada tanto para la madre como para las hijas. La versión inglesa KJV traduce esta palabra como «whore=ramera» doquiera que se refiere a la madre, pero utiliza el sinónimo «harlot=prostituta» cuando se refiere a las hijas. Traducciones más modernas lo reflejan así consistentemente. Así, la versión inglesa RSV dice que Juan es requerido para que observe a la “gran prostituta” (-great harlot- XVII, 1, 15, 16; XIX, 2) quien es “la madre de las prostitutas” (-the mother of harlots- XVII, 5). La prostitución de las hijas, por consiguiente, debe ser la misma que la de la madre, que como hemos visto, debe ser política o espiritual, o la persecución de cristianos, y no ¡fornicación literal! Finalmente, tanto la Roma pagana como la Jerusalén apóstata pueden ser descritas como “madres de prostitutas” ya que ambas cometieron fornicación espiritual que llevó a otras naciones a imitarlas, a formar alianzas inicuas con otras naciones y a perseguir cristianos o a promover en otras naciones hacerlo. . La sangre de los santos Para su octavo argumento, Hunt afirma “en seguida Juan nota que la mujer está ebria, no con alcohol, sino con la sangre de los santos, y con la sangre de los mártires de Jesús (v. 6)”. A modo de prueba el presenta numerosos cargos de brutalidad por la Inquisición y alega que la Iglesia forzó la conversión de naciones enteras. El incluso culpa a la Iglesia ¡por los excesos del nazismo! [Nota de B&T: Se recomienda leer el análisis que realizó el apologista católico estadounidense Phil Porvaznik a las afirmaciones de Hunt sobre la Inquisición española: Exageraciones del Pastor Dave Hunt sobre la Inquisición Española. Nos podemos dar cuenta así de la falta de calidad y de seriedad de los argumentos que utilizan los líderes sectarios para atacar a la Iglesia católica.] Esta sección del artículo de Hunt está plagada de errores historiográficos, y no es el menor en el que implica que la Iglesia llevó a cabo conversiones forzadas, lo cual enfáticamente decimos que es falso. Se han condenado las conversiones forzadas desde épocas muy tempranas como el tercer siglo y desde entonces se ha reiterado, y hoy existen numerales en el Catecismo de la Iglesia católica que hablan al respecto (160, 1738, 1782, 2106-7). Dejaremos de lado los errores de Hunt y sus ataques ad hominem ya que éstos no afectan la interpretación del texto. Incluso si todas las cosas que dice sobre la Iglesia fueran ciertas, incluyendo sus exageradísimas estadísticas, el hecho seguiría siendo que tanto la Roma pagana como la Jerusalén apóstata coinciden con la descripción de ciudades ebrias con la sangre de los santos y mártires. Y ya que Roma y Jerusalén fueron notorias perseguidoras de cristianos en el primer siglo, deben ser reconocidas como las referencias de este símbolo de Juan a sus lectores. Los lectores originales del Apocalipsis pudieron haber pensado en cualquiera de estas dos ciudades que perseguían cristianos, ellos no hubiesen pensado en una Iglesia católica localizada en el futuro en Roma. Hunt sabe bien esto, ya que poniéndose a la defensiva enfatiza que “la Roma cristiana ha realizado matanzas de cristianos y judíos que doblan los números de la Roma pagana”. Esta afirmación, que es cuestionable desde el punto de vista de la historia, es irrelevante. Si los fríos números determinarán quién es la ramera, Moscú sería el primer candidato, ya que la Unión Soviética asesinó a muchos más cristianos que el número de personas relajadas al brazo secular por la Inquisición o por cualquier situación análoga donde los católicos estén involucrados. Hunt olvida que los reformadores protestantes fueron responsables de la muerte de miles de cristianos, un hecho que admite en su libro Whatever Happened to Heaven? El punto sustancial es que los números son irrelevantes. Tanto la Roma pagana como la Jerusalén apóstata fueron notorias perseguidoras de cristianos y fueron responsables, directa o indirectamente, de la muerte de miles. Éstas fueron las que seguramente Juan y los receptores originales del Apocalipsis tuvieron en mente. . Reinando sobre reyes Para su argumento final, Hunt afirma: “Finalmente, el ángel revela que la mujer ‘es la gran ciudad que mandará sobre los reyes de la tierra’. ¿Existe tal ciudad? Si, y de nuevo, es sólo una: la ciudad del Vaticano.” (v. 18). Esto es una tontería. La ciudad del Vaticano no tiene poder sobre ninguna otra nación y ciertamente no reina sobre ninguna. Si así fuese, el panorama geopolítico del mundo sería muy diferente. De hecho, la sola existencia del Vaticano ha estado amenazada en los pasados dos siglos por los chovinistas italianos. Hunt apela al poder que los papas tuvieron una vez que existieron gobernadores cristianos, negando el hecho de que esto representó una autoridad limitada, por la propia admisión de los papas, pero en ese tiempo no existía la ciudad del Vaticano. El Vaticano se volvió un estado separado en 1929, cuando la Santa Sede e Italia firmaron el Tratado Laterano. Pronto, después de que el cristianismo se volvió una religión tolerada a principios del siglo IV, Constantino trasladó la ciudad capital del imperio a la nueva ciudad de Constantinopla. No era desde Roma donde gobernaba el imperio cristiano. En el siglo VII, grandes porciones de territorio se perdieron ante los musulmanes, privando a Roma de cualquier oportunidad de reinar sobre éstos. El cisma del siglo XI por las iglesias orientales ortodoxas, redujeron aún más el potencial de reinado de Roma. El movimiento protestante se llevó el norte de Europa y las islas británicas. Cuando se radicalizó el nacionalismo en Francia y en otros países, se fueron también otras tierras sobre las cuales los papas ejercitaban alguna autoridad temporal. Sólo quedaron los pequeños estados pontificios, localizados en el centro de Italia, y desaparecieron en 1870. Hoy la ciudad del Vaticano sólo gobierna [políticamente] sobre sí misma. . ¿Concluyente e irrefutable? En la conclusión del artículo de Hunt se jacta de “que los datos autorizados que Juan nos ofrece bajo la inspiración del Espíritu Santo para identificar esta ciudad/mujer son específicos. No existe ciudad sobre la tierra, pasada o presente, que cumpla con todos los criterios excepto la Roma católica y la ciudad del Vaticano”. Mientras que la evidencia que Juan nos ofrece puede ser en mayor o menor medida específica, concluyente e irrefutable, la evidencia de Hunt ciertamente no es nada de esto. La Roma pagana cumple con cada uno de los criterios que propone Hunt, y la Jerusalén apóstata lo hace casi tan bien como la otra, la única interrogante respecto a ésta última sería la identificación de las montañas o colinas cobre las cuales “la ciudad” está situada y la naturaleza del reino de Jerusalén sobre los reyes de la tierra, aunque Jerusalén tiene en su favor el pasaje de Ap. XI, 8. La presencia de estos dos probables candidatos demuestra que la evidencia de Hunt no es concluyente, lo cual automáticamente significa que no es irrefutable, ya que nada que no haya concluido es irrefutable. Uno debe reconocer, no obstante, que la evidencia de Hunt es específica, quizás muy específica, como cuando interpreta los símbolos de Ap. XVII refiriéndose a la vestimenta de ciertos clérigos, cruces pectorales, cálices eucarísticos y prostitutas reales llevando a cabo fornicaciones carnales. Desafortunadamente para Hunt, cuando presionamos más allá de lo que él nos refiere de Ap. XVII, su caso se rasga por las costuras. Una lectura más profunda del libro sobre la discusión de la Gran ramera (XVII-XVIII) revela que es imposible que la Iglesia católica sea la ramera. . Los siete reyes La ramera se sienta sobre la bestia de siete cabezas (XVII, 3). En XVII, 9 se nos dice que estas cabezas se yerguen sobre siete montañas, o posiblemente colinas. El siguiente versículo nos dice “también hay siete reyes, cinco han caído, uno es, el otro todavía no ha venido y cuando lo haga es necesario que permanezca poco tiempo”. Si cinco de esos reyes han caído en el tiempo de Juan y uno reinaba todavía, entonces la ramera debió existir en el tiempo de Juan. Ni la Roma católica ni la ciudad del Vaticano existían entonces, pero la Roma pagana tuvo una línea de Emperadores, y la mayoría de los comentadores ven en esto la línea de reyes que se refiere en XVII, 10. Se dice que cinco de estos emperadores ya han caído, uno sigue reinando en el tiempo de Juan y otro vendrá. Ya que Jerusalén no tuvo tal línea de reyes en el siglo I, favorece el argumento de que la bestia es la Roma pagana. Nótese que la bestia pudiese ser Roma y la ramera Jerusalén. La descripción de la ramera sentada sobre la bestia (XVII, 3-4) podría representar una alianza entre judíos y romanos. Sobre esta hipótesis, la alianza representa a los judíos incitando y usando las fuerzas paganas romanas para perseguir a los cristianos, lo cual hicieron en la crucifixión de Jesús, ver Hechos XII, 2-3; XIII, 50; XIV, 2, 5, 18-19; XVII, 4-8, 13; XVIII, 12-13; XXI, 11; XXII, 30; XXIV, 9, 27; XV, 2-9, 15; XVI, 2; XXVIII, 19. Esta alianza temporal entre la ramera (Jerusalén/judaísmo apóstata) y la bestia (Roma/idolatría pagana) es llevada a su fin en XVII, 16-17, cuando la bestia y sus súbditos destruyeron y quemaron a la ramera, una profecía cumplida en la historia por la destrucción e incineración de Jerusalén por las fuerzas romanas en AD 70. Esto explicaría la relación de Jerusalén con las siete colinas, mediante una alianza con Roma [pagana]. . Centro de comercio mundial La ramera es descrita como el centro de comercio mundial. Cuando es destruida, “los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, ya que nadie comprará sus mercancías” (XVIII, 11), y “¡…porque en una sola hora fue devastada tanta riqueza! Y todo piloto, y todos los que navegan de cabotaje, los marineros y cuantos explotan el mar se detuvieron lejos, y al ver el humo de su incendio dieron voces, diciendo: «¿Quién como esta ciudad tan grande?».” (Ap. XVIII, 17-19). La Roma pagana fue por supuesto el centro de comercio mundial, pero la Roma católica nunca fue cosa parecida, incluso durante la Edad Media. Después de la Reforma, los centros de poder económico se localizaron en Alemania, España, Holanda e Inglaterra, en este siglo han sido EEUU y Japón. Roma está lejos de ser algo cercano a un centro de comercio mundial, compárese con Nueva York, Londres o Tokyo. No importa cuánto dinero haya tenido alguna vez el papa, la ciudad del Vaticano, que funciona deficitariamente en términos financieros, nunca ha sido un centro mundial de comercio. . ¿Vida diaria en el Vaticano? En Ap. XVIII, 21-23 leemos “Y un ángel poderoso alzó una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: «Así, de golpe, será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada nunca más. No se oirá más en ti voz de citaristas, ni de músicos, ni de tocadores de flauta y trompeta, ni en ti volverá a hallarse artífice de arte alguna, ni se escuchará más en ti ruido de molino. Luz de lámpara no brillará más en ti, ni se oirá en ti voz de novio y de novia, porque tus traficantes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías han sido embaucados todos los pueblos…».” Y ya que esto nos describe el trajín de la vida diaria de la ramera antes de su destrucción, este pasaje derriba cualquier afirmación de la ramera identificada con la ciudad del Vaticano. ¿Desde cuándo el Vaticano ha molido sus propios granos?, ¿desde cuándo los habitantes de la ciudad del Vaticano se han casado entre ellos?, la mayoría de ellos, incluso las mujeres, tienen voto de celibato. ¿Desde cuándo la ciudad del Vaticano tiene grupos nativos de mercaderes?, de hecho, ¿desde cuándo se puede decir que alguien sea nativo del Vaticano?, todos sus habitantes vienen de otras ciudades. Todas estas cosas reflejan la vida diaria de una ciudad ordinaria, pero no la de una ciudad eclesiástica como la del Vaticano. Si deseamos encontrar qué ciudad corresponde a la descripción de la vida descrita en Ap. XVIII, 21-23, necesitamos observar ciudades mundanas como la Roma pagana o la Jerusalén apóstata. . Primeras persecuciones En Ap. XVIII, 20 y XVIII, 24 leemos “¡Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los santos y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios os ha vengado de ella!… Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra.” Esto muestra que la ramera persiguió no sólo a los cristianos, sino apóstoles y profetas. Los apóstoles existieron sólo en el primer siglo, ya que uno de los requisitos para ser apóstol fue haber visto a Cristo (1Cor. IX, 1). Los profetas existieron como un grupo exclusivo del Antiguo Testamento y en el primer siglo (Hechos XI, 27-28; XIII, 1; XV, 32; XXI, 10), después de lo cual, cesaron de aparecer por completo. Y ya que la ramera persiguió apóstoles y profetas, la ramera debió haber existido al tiempo que hizo esto, lo cual significa que existió en el siglo I y antes. Esto arruina la identificación de Hunt de la Iglesia Romana o la ciudad del Vaticano con la ramera de Babilonia. La ciudad del Vaticano no existió en el primer siglo y Roma no fue una ciudad cristiana hasta el siglo cuarto, así que ninguna de las dos pudo ser la ramera. Si Hunt no se esforzara tanto en identificar a la ramera con la Iglesia católica y tuviera en mente una ciudad terrena, él se daría cuenta de su error ya que también afirma, contrario a los hechos, que la Iglesia católica ni siquiera existía en el siglo primero. Esto significa que él no podría afirmar que el catolicismo en general es la ramera. Debido a que la ramera tuvo que existir en el siglo I, sólo pudo ser la Roma pagana o la Jerusalén apóstata. Sólo estas dos ciudades tienen oportunidad de corresponder al criterio de Ap. XVII-XVIII. Ambas ciudades fueron conocidas por perseguir cristianos y en particular, por matar apóstoles. Roma fue responsable de las muertes de los apóstoles Pedro y Pablo, quienes murieron aproximadamente en 64 AD, durante la persecución de Nerón. Jerusalén fue responsable por las muertes de Santiago, el hijo de Zebedeo y Santiago el Justo, quien es descrito como apóstol en Gal. I, 19. Jerusalén fue especialmente conocida por matar profetas (Mat. XXII, 34; Lc. XI, 49-51, XIII, 33-35, Hechos VII, 52). La afirmación de Apocalipsis XVIII, 24, “Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra”, pudiera ser referencia de la afirmación de Jesús sobre Jerusalén “para que se pida cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo” (Lc. XI, 50). . El premilenarismo de Hunt Una de las razones por las que Hunt no reconoce que la ramera haya sido contemporánea del siglo I, es debido a su adherencia al veleidoso sistema del premilenarismo, el cual requiere que los acontecimientos del Apocalipsis se refieran primordialmente a nuestro futuro. Esta creencia deforma su entendimiento y le impide comprender la información del texto. El premilenarismo es un sistema que fue rechazado por los reformadores protestantes, así como por la Iglesia católica, pero Hunt lo abraza de cualquier manera. La reciente popularidad del sistema entre los protestantes estadounidenses se puede seguir hasta casi 150 años atrás y principalmente fue debido a la influencia de la Biblia Scofield Reference, la cual se adhirió al sistema y actualmente circula ampliamente en los EEUU. Según el premilenarismo, el reino milenario de Cristo y los santos mencionados en Ap. XX, 1-10 se refiere a un reino en un paraíso terrenal, por lo cual debe ser futuro, antes del fin del mundo y del juicio general. El premilenarismo no interpreta el reino milenario de Cristo y los santos, como lo hicieron tanto los reformadores protestantes como la Iglesia católica, como un reino actual de los santos en el cielo y de la Iglesia en la tierra. Y ya que el premilenarismo lo obliga a distorsionar el texto del Apocalipsis diciendo que el milenio (Ap. XX) es futuro, Hunt no reconoce que la ruina de la ramera (Ap. XVII-XVIII) debió haber ocurrido hace mucho tiempo, en los primeros siglos, ciertamente no después de la cristianización del Imperio en el siglo cuarto. Hunt es obligado a pasar por alto pistas obvias del texto, como aquellas expresadas al principio y al final del libro, las cuales declaran que los principales eventos que se registran son “cosas que pronto deben suceder” (Ap. I, 1; XXII, 6, 20) y no que tendrán lugar en el futuro distante. Incluso si Hunt estuviera en lo correcto y el premilenarismo fuera cierto, esto todavía presentaría serios problemas en su intento de identificar a la ramera de Babilonia. Si la ramera fuese una realidad futura que precediera inmediatamente a un milenio terrenal, el identificarla antes de tiempo sería virtualmente imposible. Una ramera del futuro podría no ser alguna ciudad que hoy ya existiese. El intentar identificarla sería tan improductivo como el intento de identificar al Anticristo antes de que llegue. Hunt y sus colegas premilenaristas están llenos de conjeturas que dicen que en los últimos días habrá un “Imperio Romano revivido”, uno que perseguirá a los cristianos. Aún así, ellos nunca infieren que este imperio revivido deba estar encabezado por una Roma pagana revivida, con el obispo de Roma guiando a los cristianos a las catacumbas, como se hizo en el primer siglo. En resumen, Ap. XVIII, 20 y XVIII, 24 demuestran que la ramera tuvo que haber vivido en el siglo I, y de acuerdo a la propia visión de Hunt sobre la Iglesia católica, ésta no habría existido. El identificar a la Iglesia católica con la ramera es completamente imposible y no importa cuánto esfuerzo ponga Hunt contra la evidencia del texto.


 
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