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Tradicion: Palabra no indigna

Título: Tradición no es una palabra indigna.
Autor: Dave Armstrong. 31 de octubre de 2006.
Copyright 2006 by Dave Armstrong. All rights reserved.



El protestantismo evangélico sostiene, en general, la visión de que la Sagrada Escritura está en absoluta oposición a la Sagrada Tradición, y para cualquier fin práctico, se excluyen mutuamente. Este es otro ejemplo de la falsa dicotomía que el protestantismo a menudo (por desgracia) tiende a crear (por ejemplo, fe vs obras, materia vs espíritu). La Biblia, sin embargo, presupone a la Tradición como una entidad previa y más grande que sí misma, de la que se deriva, y no como una especie de “palabra sucia o indigna”.

Una cosa es afirmar erróneamente que la Tradición católica (las creencias y los dogmas que pasaron de Cristo a los apóstoles y que la Iglesia afirma haber preservado intactos) está corrompida, desmesurada y sin fundamento en la Biblia. Y otra muy diferente el pensar que el concepto de tradición es contrario a la visión bíblica y a la esencia del cristianismo. Esto es, a grandes rasgos, una variante popular y generalizada del distintivo punto de vista protestante “Sola Scriptura” o únicamente la Biblia, y que fue una de las disconformidades de la revuelta protestante del siglo XVI. Este supremo principio de autoridad de los protestantes evangélicos permanece vigente como una regla de fe. “Sola Scriptura” por su propia naturaleza y definición, tiende a enfrentar a la Biblia en contra de la Tradición, y esta noción anti bíblica es la que examinaremos.

Antes que nada, se puede definir a la Tradición como la fuente auténtica y autorizada de la historia cristiana de las doctrinas teológicas y prácticas devocionales. La cristiandad, como el judaísmo antes que ésta, está fundamentado en la historia, en los estremecedores acontecimientos históricos de la vida de Jesucristo (la Encarnación, milagros, Crucifixión, Resurrección, Ascensión, etc.) Los testigos comunicaron estos hechos a los primeros cristianos (Lucas 1:1-2, Hechos 1:1-3, 2 Pedro 1:16-18), quienes a su vez los transmitieron a otros cristianos (guiados por la autoridad de la Iglesia) a través de los tiempos. Por consiguiente, la Tradición cristiana, que es la auténtica historia de la Iglesia, es inapelable.

 
Muchos protestantes leen los pasajes de los conflictos de Jesús con los fariseos y se hacen la idea de que Él se está oponiendo rotundamente a la tradición. Esto no es verdad. Una lectura minuciosa a otros pasajes como San Mateo 15:3-9 y San Marcos 7:8-13, revelarán que Jesús sólo condenaba las tradiciones corruptas, de los hombres, lo que no era estrictamente tradición. Utilizaba frases como “su tradición”, “mandamientos de hombre”, “tradiciones de hombres” en oposición a los “mandamientos de Dios”. San Pablo trata precisamente este mismo contraste en Colosenses 2:8 “Mirad que nadie os engañe con filosofías y vanas falacias, fundadas en tradiciones humanas, en los elementos del mundo y no en Cristo”

El Nuevo Testamento explícitamente enseña que las tradiciones pueden ser buenas (de Dios) o malas (cuando provienen del hombre y se oponen a las verdades divinas). Las enseñanzas farisaicas corruptas fueron una mala tradición, pero muchas de sus enseñanzas legítimas fueron reconocidas por Jesús, por ejemplo, en San Mateo 23:3. Las enseñanzas orales del Evangelio y los escritos apostólicos, que con el tiempo fueron conocidos como la Sagrada Escritura (reconocida y autorizada por la Iglesia en 397 d. C. en el Concilio de Cartago) fueron en su conjunto buenas enseñanzas: la auténtica Tradición cristiana revelada por Dios a los apóstoles.

La palabra griega para “tradición” en el Nuevo Testamento es “paradosis”. Se menciona cuatro veces en la Biblia: en Colosenses 2:8 y en los siguientes tres pasajes:

1Corintios11:2 …y retengáis las tradiciones que yo os he transmitido. *

2Tesalonicenses 2:15 … y guardad las tradiciones que recibisteis ya de palabra, ya por nuestra carta *

2Tesalonicenses 3:6 En nombre de nuestro Señor Jesucristo os exhortamos a apartaros de todo hermano que viva desordenadamente y no según las tradiciones que de nosotros recibieron.

*Diferentes versiones de la Biblia podrían presentar otra palabra, sin embargo en notas al pié o en el glosario aclaran que se refieren a tradición.

Noten que san Pablo no hace distinción entre las tradiciones orales o escritas. No existe una dicotomía o división en la mente del apóstol considerando a la tradición oral mala o indeseable. Al contrario, esta falsa apreciación, irónicamente, es anti bíblica y constituye una “tradición de hombre”.

Cuando los primeros cristianos salieron a predicar las buenas nuevas de Jesucristo después de Pentecostés, constituyó una tradición oral transmitida oralmente. Algunas de éstas fueron escritas en la Biblia (por ejemplo Hechos 2) pero muchas otras no fueron escritas (Juan 20:30, 21:25). Fue esta tradición oral la que preponderantemente cambió al mundo, no el texto del Nuevo Testamento (de cualquier manera, la mayoría de las personas no sabía leer). Las frases “palabra de Dios” o “palabra del Señor” en los Hechos y en las epístolas, se refieren, predominantemente a la predicación oral, no a la palabra escrita en la Biblia, como los protestantes comúnmente asumen. Una lectura tomando en cuenta el contexto de la misma, la haría más clara.

Además, las palabras griegas “paradidomi” y “paralambano” son usualmente traducidas como “enviado” y “recibido” respectivamente. San Pablo en reiteradas ocasiones se refiere a este intercambio de tradición cristiana:

1Corintios 15:1-3 Os doy a conocer, hermanos, el Evangelio que os he predicado, que habéis recibido, en el que os mantenéis firmes, 2 y por el cual sois salvos si lo retenéis tal como yo os lo anuncié, a no ser que hayáis creído en vano. 3 Pues a la verdad os he transmitido, en primer lugar, lo que yo mismo he recibido, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras

1 Tesalonicenses 2:13 …al oír la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino como la palabra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros, que creéis.

San Judas 3 … exhortándoos a combatir por la fe, que una vez para siempre ha sido dada a los santos.

Comparar con: San Lucas 1:1-2, Romanos 6:17, 1Corintios 11:23, Gálatas 1:9, 12, 2San Pedro 2:21)

Lejos de distinguir la tradición de las Escrituras, como los evangélicos sostienen, la Biblia asemeja la tradición con el Evangelio, y otros términos como “palabra de Dios”, “doctrina”, “santos mandamientos”, “fe”, y “lo que creemos entre nosotros”. Todas son “entregadas” y “recibidas”.

Tradiciones “entregadas” (1Corintios 11:2), “enseñadas por la palabra o en epístolas” (2Tesalonicenses 2:15) y “recibidas” (2Tesalonicenses 3:6)

El Evangelio “predicado” y “recibido” (1Corintios 15:1-2, Gálatas 1:9, 12, 1Tesalonicenses 2:9)

Palabra de Dios “escuchado y “recibido” (Hechos 8:14, 1Tesalonicenses 2:13)

Doctrina “enviada” (Romanos 6:17; comparar con Hechos 2:42)

Santo mandamiento “enviado” (2San Pedro 2:21; comparar con: San Mateo 15:3-9. San Marcos 7:8-13)

La Fe “enviada” (San Judas 3)
“Lo que creemos entre nosotros” “enviado” (San Lucas 1:1-2)

Claramente, todos estos conceptos son sinónimos en la Escritura y todos son predominantemente orales. Tan sólo en los escritos de san Pablo encontramos cuatro de estas expresiones usadas como sinónimos. Y en dos de las epístolas a los Tesalonicenses, “evangelio”, “palabra de Dios” y “tradición” son usadas para referirse a un mismo significado. Así, debemos necesariamente concluir que la tradición no es una palabra ajena a la Biblia. O bien, si alguien insiste en lo contrario, entonces “evangelio” y “palabra de Dios” también serían conceptos extraños en la Escritura. Sin embargo la Biblia no admite otra conclusión, la evidencia es demasiado sencilla y clara.

Para concluir esta exploración bíblica, citaremos de nuevo a san Pablo para enfatizar la importancia de la tradición oral:

2Timoteo 1:13-14 Retén la forma de los sanos discursos que de mí oíste, inspirados en la fe y en la caridad de Cristo Jesús. 14 Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros.

2Timoteo 2:2 y lo que de mí oíste ante muchos testigos, encomiéndalo a hombres fieles capaces de enseñar a otros.

Aquí, san Pablo urge a Timoteo no sólo a poner inmediatamente en práctica sus enseñanzas orales, sino de pasarlas a otros. Así nos encontramos claramente con un panorama de auténtica continuidad histórica de la doctrina cristiana. Esto es lo que precisamente la Iglesia católica llama Tradición (con T mayúscula), o cuando enfatiza en la enseñanza acerca de la sucesión apostólica de los obispos de la Iglesia. La frase “Depósito de la Fe” es usada también para describir una enseñanza del Evangelio oral transmitida a los apóstoles (ver, por ejemplo en Hechos 2:42, San Judas 3)

La Iglesia católica se considera únicamente el custodio o guardián de esta Revelación divina. Estas doctrinas pueden y son desarrolladas, para ser mejor entendidas en todos los tiempos, por el Espíritu Santo (san Juan 14:26, 16:13-15). El desarrollo de la doctrina es un tema complejo, mas es suficiente decir que en el desarrollo de las doctrinas, no puede cambiar nada de su esencia natural. Doctrinas desarrolladas como las que los protestantes están de acuerdo también, por ejemplo, la Trinidad fue establecida en su forma definitiva y actual en el siglo IV, después de deliberar largamente. Siempre se creyó en su forma, en cierto sentido, pero fue la Iglesia la que la entendió en mayor profundidad y exactitud, como resultado de las disputas con los herejes, como los arrianos (similares a los testigos de Jehová) quienes disentían en este sentido.

Los protestantes que están perplejos o furiosos por la “corrupción” y “abundancia” de la doctrina “extra bíblica” en algunos aspectos distintivos del catolicismo, deben leer un extraordinario libro de John Henry Newman, un brillante converso al catolicismo del anglicanismo, escrito en 1845, llamado “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana” (¡un nombre poco apropiado para una obra de más de 450 páginas!). No es pérdida de tiempo el indagar, imparcialmente, acerca de la filosofía del desarrollo orgánico de la Iglesia y la negación de la tradición protestante de “Sola Scriptura.”

El Nuevo Testamento es una encapsulación escrita del cristianismo primigenio y apostólico, y la revelación autorizada del Nuevo Pacto de Dios. Se trata del desarrollo, por decirlo así, tanto del Nuevo Testamento como de las primeras predicaciones cristianas y de las enseñanzas (es decir, la Tradición) El proceso de canonización del Nuevo Testamento tomó más de trescientos años y se tomaron en cuenta la opinión de muchas personas y tradiciones para dilucidar qué libros habría que considerar como Escritura. Los libros bíblicos no fueron inmediatamente obvios para todos los cristianos. Muchos Padres de la Iglesia notables reconocieron algunos libros como parte de la Escritura, y que actualmente no lo son (por ejemplo: El Pastor de Hermas, Didache (enseñanza), epístola de Bernabé, 1Clemente). Muchas otras no se aceptaron como libros canónicos hasta mucho tiempo después (por ejemplo, Hebreos, Santiago, 2San Pedro y Apocalipsis)

Así, la Biblia no debe separarse y aislarse de la tradición y de su proceso de desarrollo. El cristianismo no toma el punto de vista del Islam, cuya revelación ficticia, el Corán, simplemente cayó del cielo a Mahoma, sin la participación humana. Algunas formas extremistas de “Sola Scriptura” tienen una visión muy similar, pero fallan a la prueba de la Escritura misma como todas las demás manifestaciones de la mentalidad “sólo la Biblia”. Como hemos visto, la Escritura no nulifica o censura la Tradición cristiana, la cual, por el contrario, es más grande y la contiene a ésta.

En el catolicismo, Escritura y Tradición están intrínsecamente entrelazadas. Han sido descritas como “fuentes idénticas de un mismo manantial divino” (esto es, la Revelación), y no pueden ser separadas, como no se pueden separar las dos alas de un pájaro. Cualquier teología que intente separar este vínculo orgánico al final se estará derrotando a sí misma, será anti bíblica y en contradicción con el curso de la historia temprana cristiana.

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Versículos tomados de la Sagrada Bíblia de Nacar – Colunga, para la traducción.
 
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