1. Introducción: Freud en el proceso de descristianización de occidente
Nada fácil resulta para quien les habla, analizar el pensamiento de quien uno considera, de todo corazón, su maestro. Y debido a que uno se considera, con plena verdad, totalmente insuficiente para haberlo apreciado en toda su dimensión, le parece asumir una actitud de irresponsabilidad. A esto hay que unir que, quien les habla no es médico, ni psicoanalista profesional, sino un estudioso del pensamiento del Padre Castellani que, guiado por el mismo, se aproximó a esos campos científicos específicos.
Porque el Padre Castellani, en su vastísima y polifacética labor intelectual, abarcó, con los rasgos característicos de su genialidad, la esencia propia del pensamiento de Sigmund Freud y del movimiento por él y en él originado, así como sus derivaciones, imposibles de ignorar para comprender el contexto y la esencialidad propia de la modernidad, uno de cuyos signos más significativos de su degradación es la deformación de lo sexual, mediante un reducionismo que tiene, sin lugar a dudas, por padre putativo a Freud. Sin su aporte, no existiría, el denominado «pansexualismo» hoy auténticamente imperante.
Castellani vio, con objetividad, en el freudismo uno de los más importantes movimientos de la Psicología del siglo XIX, fundamentalmente, en su fase empirista. Y supo, genialmente, desentrañar que el sistema de Freud, nacido como un «análisis terapéutico para la cura de neurosis», se conformó pronto como una «pseudo-doctrina psicológica» y, fundamentalmente, como una filosofía, es decir, como una antropología totalitaria radical e intencionadamente falsa, que terminó en una utopía mitológica, cuyo éxito se explica en el proceso de descristianización de Occidente, constituyéndose en uno de los pilares fundamentes del mismo.
2. Freud como «teólogo» y filósofo
Se ha dicho con toda exactitud, respecto de Castellani, «...que él era psicólogo no sólo por sus excepcionales condiciones para la comprensión y descripción del misterio del hombre, dramáticamente vivido desde su experiencia en las cimas del dolor y la angustia como en las cimas de la esperanza y el éxtasis, sino que lo era tomado también por específica capacitación académica»[1].
Hablando de las herejías en la Argentina, caracteriza Castellani a la moderna como «que es oculta, resume a todas las otras, y es más peligrosa que todas: ella es el modernismo, el naturalismo religioso, el progresismo o como quieran llamarla. Ella consiste simplemente en suprimir lo sobrenatural y endiosar lo natural. Esa herejía central es el fondo común o cimiento de todas las formas del naturalismo herético actual...». Y Castellani agrega más adelante que «muchas de ellas son contrarias entre sí –aparentemente– y se golpean y patean», y cita expresamente entre ellas «el optimismo sucio de Rousseau y el pesimismo sucio de Freud...»[2], ya que la desintegración interior del hombre es no sólo dolorosa e inevitable, sino sobre todo, insuperable, y el creador de la Psicoanálisis propone «ocultar la desesperación bajo el manto de la resignación. Freud sólo puede ofrecer al hombre doliente la paz de “Thánatos” (la Muerte)», en primer lugar, porque su ateísmo le impidió admitir al Dios de Abraham y la Redención por Cristo, y luego, porque sus errores filosóficos le hicieron buscar la unificación del psiquismo humano donde jamás puede darse: «del lado de la tendencia, y después en la parte más baja de la tendencia, en el Instinto, reducido monstruosamente a uno solo (la Libido)»[3], y esto hasta tal punto que, anteriormente, señalaba Castellani que el Padre afirma, en otro lugar, que aún «el arte es un desahogo de la libido, dice Freud: no es verdad»[4]. Y en otra de sus obras, Castellani, analizando el Pecado Original, expresa que «es evidente que si te pones a predicar que este mundo es un paraíso, a poco tiempo los hombres gritarán a coro que es un infierno; siendo que no es ninguna de las dos cosas; y si te pones al hombre que él es naturalmente bueno, que el sumo bien es esta vida y que su naturaleza está entera e intacta como salió de las manos del Creador, al poco tiempo oscilará bruscamente el péndulo y los hombres dirán que el hombre es una porquería: a Rousseau sucederá Freud». Y termina el Padre: «Es peligroso consolar a nuestros semejantes negando el mito del Pecado Original, porque explota otro mito mucho más desconsolador, el mito maniqueo de La Libídine Omnipotente o el Pecado Universal e Inevitable o simplemente el Dios del Mal, Arriman o Satán...»[5]. Es comprensible que Freud haya afirmado, como nos recuerda Castellani, que «el ascetismo es una neurosis de ansiedad masoquista»[6].
Y en otra homilía, el Padre Leonardo señalaba que «El mérito de la Psicología Individual ha sido haber atraído fuertemente la atención, reaccionando contra el Pansexualismo de Freud, sobre su rol de primer orden en la formación del carácter y sus deformaciones, de ese apetito de poder y de esta experiencia de impotencia subordinados a un ideal lejano y relacionado con la realidad social»[7].
Y con precisión teológica irrebatible, Castellani ve en Lutero un antecedente ineludible de ese pansexualismo, al afirmar que «Lutero [...], en su libro De servo Arbitrio (opuesto al De Libero Arbitrio de San Agustín) estimó que el Pecado Original había arruinado y corrompido a fondo la natura humana: de él deriva la asquerosa Teología o Filosofía de Freud»[8].
Puede parecer apresurado calificar la teoría freudiana, es decir, al propio Freud como teólogo. Pero como nos enseña agudamente Castellani, «para un teólogo no es problema clasificar al freudismo teológicamente: es una herejía judaico-cristiana, una especie de maniqueismo luterano», luego de señalar, renglones antes, que «si me oyera Freud levantaría de su tumba la testa con asombro, ¿yo teólogo?»[9]. Más adelante, ratifica lo afirmado, expresando que «Emile Ludwig lo llama “mago” e “impostor”; Oliver Brachfeld, notable psicólogo [...] le llama “hiena hedionda”; y el Dr. Nathan ha escrito un libro titulado Los psicoanalistas deben ser fusilados». Y Termina el Padre: «Estas tres autoridades son judíos, no cristianos, porque el psicanálisis corroe la moral judía lo mismo que la moral cristiana, las cuales no son heterogéneas en fondo ni mucho menos»[10].
Para Castellani, Freud es como investigador, «un pensador de raza, de una cultura exitista, de un instinto psicológico excepcional, de una laboriosidad portentosa, de una gran honestidad intelectual». Y como psicólogo, «es el fundador de una doctrina filosófica que tiene grandes aciertos [...] mezclados a grandes errores, o mejor dicho prejuicios, prejuicios que afectaban su doctrina en forma que, preguntándose si es buena o mala, haya que contestar que es mala “simplemente” y buena “según un cierto aspecto”», añadiendo que «el llamado “pansexualismo”, el asocianismo psicológico, la exageración del llamado por Ribot “método patológico” y su incapacidad mental para distinguir la potencia del acto y la causa material o eficiente de la causa formal son los principales de esos prejuicios» o grandes errores[11].
Castellani, absolutamente fiel al principio tomista de «buscar la verdad donde se halle», expresa que «en vez de increpar, o tan siquiera refutar, nos limitaremos a exponer los aciertos de Freud completándolos en lo posible [...] en el fondo la mejor manera de refutar; porque liberado el núcleo de verdad que hay en todo error poderoso, el error se cae solo como una cáscara vacía»[12].
El Padre Castellani se pregunta «¿por qué tuvo el análisis freudiano esa difusión fulminante y esa “prensa” que no tienen ningún otro filósofo contemporáneo...», y da cinco razones:
«1. Por el «escándalo» que acompaña a todo lo que versa sobre lo que versa sobre lo «sexual», sobre todo en nuestra hechicera época, en que el llamado «problema sexual» es muy agudo; y la indisciplina de las costumbres también;
2. Por la «revolución» contra las buenas costumbres que prometer la cómoda moral freudiana.
3. Por el talento literario de Freud, que confiesa que él tuvo vocación (o al menos tentación de novelista).
4. Por la audacia del pensamiento que acomete todos los problemas del hombre frente a la enteca y deshumanizada psicología académica.
5. y principal, por las soberanas dotes de investigador científico del autor, que reportó como frutos verdaderos descubrimientos: la teoría del Subconsciente, la etiología de las neurosis, la definición psicológica del ensueño, una teoría completa acerca del instinto sexual, un planteo exacto y unitario de absolutamente todos los problemas Psicológicos principales»[13].
Más aun, afirma Castellani que «la aparición de la psicanálisis volvió de nuevo interesante la psicología y la puso de moda: se puede decir que fue un retorno a la ciencia del alma desde la pedantesca e inútil “Psicología experimental”. Puede ser clasificado como psicología antropológica»[14].
Pero, «por haberse fundado sobre bases filosóficas deleznables, la doctrina psicanalítica se volvió pronto un caos [...] se dobló pronto de una doctrina psicológica y vulgar, que se puede llamar una mitología»[15]. Es que, como magníficamente ha señalado Louis Jugnet, «Existe también una “litósfera”, es decir una atmósfera intelectual y afectiva propia de toda época. A fuer de tomar “la costumbre por la naturaleza” –según la hermosa expresión de Montaigne–, se llega, sobre todo gracias a la difusión de los “mas-media”, a hacer aceptar al hombre común como evidente, o por o menos como definitivamente adquirido, ideas que con frecuencia son totalmente contrarias a la verdadera naturaleza de las cosas. Tal es el caso [...] del psicoanálisis y del verdadero “sistema del mundo” construido por Sigmund Freud, cuyos postulados de base no son cuestionados en la práctica sino por un puñado de autores rebeldes a la modA y al célebre “Viento de la Historia”»[16].
3. El error de Freud
Para Castellani, «ponerse a perseguir las proposiciones erróneas que hay en los psicoanalistas sería interminable y ponerse a refutarlas sería enteramente desabrido», añadiendo que los errores de Freud han sido refutados por la clínica, incluso por la clínica del mismo Freud, del cual no de balde se distinguen tres épocas»[17]. Remitimos a la lectura de los mismos, como a su refutación, para centrarnos en la concepción de base antropológica freudiana y su utilización como elemento constitutivo esencial en la elaboración del modelo humano erótico y su importancia en la constitución del «nuevo orden mundial».
Para Castellani, el error filosófico de base en nuestro autor, es que «Freud es absolutamente incapaz de percibir la distinción entre acto y potencia, lo cual significa que filosóficamente se ha ido, se ha retrotraído y regresado (como decía él) más atrás de Platón, más atrás de Aristóteles, y más atrás de los presocráticos, es decir, al nivel mental del niño y el salvaje. [...] Toda la filosofía aristotélica reposa sobre la distinción entre potencia y acto y su consecuencia inmediata el “Motus” o devenir. Aunque entre el ser y el no ser no hay medio, existe una cosa que es en cierto modo y no es en cierto modo y se llama “dynamis”? O potencia; la cual simplemente hablando no es y según algo, es. El árbol está en la semilla en potencia»[18].
Señala Castellani que cuando Freud expresó que «el primer acto del recién nacido, es decir, tomar la teta, es un acto sexual, los franceses, que “son guasones”, produjeron grandes chistes. “El chico hace un acto sexual, pero convengamos en que de paso, se alimenta” dijo Charles Blondel. Por su parte, el Profesor Claude afirmó: “El primer movimiento del brazo del recién nacido es un acto guerrero, porque con ese brazo algún día empuñará el fusil; pero no conviene ahora mismo mandarlo a la conscripción”. Y un maestro de la Sorbona, George Dumas afirmó: ¡Freud dijo eso! ¡que Dios tenga piedad de su alma»[19].
Castellani expresa que un discípulo suyo, de 16 años hubiese respondido simplemente: «Potencialmente sí, actualmente no». [...] El muchacho alumno de Santo Tomás dice: «Nacemos con el (instinto sexual) in potentia; lo adquirimos in acto». Y continúa el Padre Castellani: «Dejemos hablar al muchacho bachiller en Artes en una Universidad del Medio Evo:
«¡Oh mis queridos borriquitos! Evidentemente el primer acto del niño procede de esa tendencia general que nosotros llamamos “apetito sensible” y vosotros burronamente Libido; pero por el hecho que más tarde ese apetito sensible, parte de él, se va a dirigir a objetos sexuales, no quiere decir que ya ahora sea sexual. Porque para conocer una función no hay que escudriñar su raíz, la cual es común a todas y se llama tendencia vital, sino su flor y su fruto. Quiero decir que las funciones se especifican por sus actos y los actos por sus objetos; y en el hombre hay una progresiva aparición de nuevas funciones, que son nuevas y no nuevas; nuevas por un nuevo objeto que las diversifica específicamente y en cierto modo, las crea; no nuevas por su lejana raíz, que no es otra cosa que la tendencia general al bien, o sea, al Ser, que en todas las lenguas del mundo se llama Amor. Tenéis cero en Metafísica; habéis confundido la potencia y el acto (Hasta aquí el Bachillerejo). Esa confusión es el origen de la mayoría de los errores de Freud; si no de todos. Podría ir aplicándola una tras otra a su teoría del instinto, teoría de las neurosis, teorías de las perversiones [...], teoría de la sublimación y teoría de la Sociedad». Y termina Castellani: «Esa confusión es la que da origen a la horrenda invención del Thánatos o Instinto de Muerte. Basta recordar aquí la importancia de esas cuatro frases sintéticas. A saber: Adler: “Ser hombre es sentirse en estado de inferioridad y constantemente impelido por un instinto de superación”. Jung: “Ser hombre es sentirse incompleto y continuamente espoleado, por una Pulsión Vital, que siendo general es, sin embargo, de natura sexual general”. Freud: “Ser hombre es estar continuamente espoleado por la Libido o Principio de Placer que lucha contra su contrario el Thánatos” (agregado de la tercera época). Aristóteles: “Ser hombre es sentirse vivir y continuamente atraído a vivir con plenitud” (Sullivan)»[20].
Respecto al concepto esencial freudiano de Libido, señala Castellani que existen cantidad «de amores espirituales, como el amor a la patria por ejemplo, que pese a Freud no tiene nada que ver con la Libido, y por encima todavía existe el amor místico de Dios, que es un misterio, que escapa ordinariamente al psicólogo, por más redes que le eche para atraparlo»[21].
Concluye nuestro querido Castellani que «el psicanálisis, aún corregido debe ser presentado como un remedio último para cuando fallen todos los otros, y es comparable a una seria operación quirúrgica. La “noche oscura” de los místicos es comparable al psicanálisis. Pero al revés: para arriba y no para abajo...»[22].
Castellani denunció «que ha habido muchas tentativas de unificar la ciencia psicológica (de reducir a unatodas las psicologías), ubicando entre ellas al freudismo»[23], y que «en el plano psicológico Freud aparece como un psicólogo intuitivo de penetración asombrosa, pero viciada por lagunas insalvables y prejuicios fortísimos»[24]. Hablando de Janet, Freud, Leuba, dice Castellani que «desconocen absolutamente la religión y encima la odian furiosamente. Pero También desconocen la psicología»[25].
Yendo al plano de lo político, Castellani vio con claridad la importancia del freudismo para la consolidación de un nuevo orden. Afirma (en la década de 1950), «que la psicología se reduce a Freud y a Pavlov porque dan poder, para domesticar animales y para dirigir a los hombres»[26].
Intentemos ahora, una síntesis respecto a la «filosofía freudiana», que ya realizamos en un trabajo anterior[27].
1. Todo su sistema está impregnado e imbuido de una concepción pesimista de la vida.
2. Su filosofía es radicalmente atea, materialista, determinista(no dejando ningún lugar a la libertad humana, ya que considera que todo acto del hombre está determinado por su pasado) y utilitarista (ya que considera que todo el psiquismo humano se reduce a una lucha entre el «principio del placer» y el «principio de realidad», es decir, los duros renunciamientos que nos infligen las leyes de la naturaleza y de la sociedad.
3. La filosofía freudiana procede por afirmaciones masivas y «explica toda crítica por alguna resistencia, represión o complejo».
4. Su noción de «Libido» convertida en el motor único y central de la actividad humana, dando como resultado un «pansexualismo»reduccionista, única explicación de lo humano. Para él, la libido, concupiscencia sexual, designa la energía psíquica primordial y única. Así, la libido freudiana significó la clave de toda la vida de relación, el núcleo de toda actividad afectiva, el motor de toda la vida cultural. Así, para Freud el hombre es monoinstintivo y el psiquismo humano es pansexual o totisexual. Y el fondo del hombre es primitivo activo bestial, infantil alógico y sexual. De ahí que la perversión sexual no sea pasible de ninguna condena moral.
En suma, el freudiano parte del presupuesto que el hombre es un manojo de fuerzas biológicas exclusivamente y que ellas se parecen a las fuerzas mecánicas. De este modo, su sistema moral no podía ser otro que el «hedonismo».
En suma, el pansexualismo psicoanalítico es plenamente explicativo y la resultante de las doctrinas freudianas, puesto que en éstas el pansexualismo se afirma de manera categórica. El mismo Freud escribe: «La mayoría de las personas cultas han visto en esta denominación una ofensa y se han vengado lanzando contra el psicoanálisis la acusación de pansexualismo. Quien ve en la sexualidad algo vergonzoso y humillante para la naturaleza humana puede servirse de las palabras más claras de eros y erótico. Habría podido hacer yo otro tanto desde el comienzo y me habría ahorrado no pocas objeciones, pero no lo he hecho porque no me gusta portarme como pusilánime. No se sabe dónde se puede llegar siguiendo por este camino; se comienza cediendo en las palabras y se acaba, a veces, cediendo en las cosas»[28].
Por lo tanto, Freud asume plenamente su «pansexualismo», ya que las cosas en las que no quería ceder y en realidad no ha cedido nunca, a pesar de algunas fluctuaciones verbales, se aclaran cuando dé la definición de libido, sin duda su caballito de batalla. Expresa al respecto: «Libido es una palabra que hemos tomado prestada de la teoría de la afectividad. Con ella designamos le energía (entendida como magnitud cuantitativa pero que no estamos todavía en condiciones de medir) de las tendencias que se enlazan a lo que nosotros llamamos en conjunto con la palabra amor. El núcleo de lo que nosotros llamamos amor está constituido, naturalmente, por lo que es conocido comúnmente por amor y es cantado por los poetas, es decir, el amor sexual cuya culminación constituye la unión sexual».
Si bien Freud no desconoce las otras variedades de amor (hacia sí mismo, hacia los padres, de los ciudadanos a la Patria, la amistad) empero para él todas estas variedades de amor «son otras tantas expresiones de un único conjunto de tendencias que, en ciertos casos, aún conservando rasgos característicos de su naturaleza que bastan para no inducir al error sobre su identidad, alejan de este fin e impiden su realización» (Psicología colectiva y análisis del yo, p. 104, citado por Felici, o. c., p. 155).
De este modo, el pansexualismo se inscribe como eje y resultante central del psicoanálisis freudiano[29].
4. Implicancias políticas del pansexualismo
Sydney Hook, al presentar su libro crítico sobre el método científico del psicoanálisis, hace notar que «no falta quien afirme que la teoría freudiana del hombre es potencialmente la teoría que prevalece sobre todas las otras justamente porque se ocupa de la mente y del comportamiento humano, porque ofrece la clave fundamental para comprender las elecciones y decisiones que los hombres toman o dejan de tomar»[30].
En primer lugar, encontramos en Freud cuáles eran sus opiniones políticas. Se ha señalado que careció de perspicacia en sus juicios políticos. «Fue admirador del nacionalismo y del militarismo alemán, juzgó a los servios de imprudentes, se entusiasmó [...] por la guerra de los imperios centrales y en este clima habló de “nuestras batallas”, esperó la caída de París, confió en la derrota de los rusos... cambiando de opinión sólo a fines de 1917, o sea con los hechos a la vista, pero todavía en el ’18 esperaba una victoria de Alemania... después asistimos a un sorprendente cambio de opinión. Más tarde, cuando ya el movimiento de Hitler estaba en plena actividad, pensó como absolutamente imposible que los alemanes dieran vía libre al nazismo. Aún aquella vez se equivocaba»[31].
Incluso, evidenció tendencias antidemocráticas. De hecho, «no sólo no expresa jamás juicios desfavorables contra el fascismo, sino que nutrió una gran admiración por el Duce, a quien dedicó en 1933 un pomposo elogio que tenía una clara e innegable referencia a la obra política mussoliniana»[32]. Afirma, en Moisés y el monoteísmo, Freud sostiene que bajo el fascismo «el pueblo italiano viene educado en el orden y en el sentido del deber»[33].
Señala Ennio Innocenti que surge en los propios textos de Freud su propensión a la dictadura. Escribe en 1927, Avvenire d’una illusione, «en donde se lee que la civilización es obra de una minoría que obliga a una mayoría recalcitrante. La invocación de la dictadura parecería implícita en aquello que piensa Freud sobre las masas: “la masa es un rebaño dócil, incapaz de vivir sin un patrón. Está tan deseosa de obedecer que se somete instintivamente a aquel que se le propone como jefe”, agregando que el advenimiento de las masas parece que conlleva una “regresión psíquica” (que, sin embargo, estaría “considerablemente atenuada en la masa organizada”, como es, por ejemplo, un ejército), casi una “resurrección de la horda primitiva” caracterizada “por el abajamiento de la actividad intelectual y de la incapacidad de controlarse”»[34].
En nuestro trabajo antes citado, bosquejamos los intentos de conformación de un «freudo marxismo». Afirmábamos que «la vinculación de su pensamiento con el proyecto revolucionario“pansexualista” no se comprende el concepto de hombre involucrado en dicho proceso revolucionario»[35]. Y desarrollamos como ejemplos de esa vinculación con dos «que ratifican lo expresado: el actuar concreto de Wilhelm Reich y su “revolución sexual” como requisito previo ineludible para la revolución marxista en Occidente; y Herbert Marcuse y su hegelianismo freudomarxista constitutivo de su “rebelión liberadora”, expresión de un proyecto hedonista y polisexual tomado de Freud y trasladado del plano de la vida del inconsciente al orden de los fenómenos conscientes individuales y colectivos. Vemos así que el freudismo subyacente en Wilhelm Reich y en Herbert Marcuse se constituye en un neo-erotismo, considerado como punto de partida del proyecto revolucionario “liberador” de la sociedad»[36].
5. Conclusión: necesidad de superar la concepción antropológica falsa del freudismo y su utilización ideológica
Concluimos este bosquejo, en el que hemos procurado demostrar, sucintamente, cómo Castellani desmenuza, aplicando incisivamente un bisturí de alta precisión intelectual, poniendo al descubierto la esencia antropológica falsa del freudismo y ve su utilización ideológica por los movimientos empeñados en la consolidación del «nuevo orden moderno», en radical oposición con el «hombre clásico tradicional». Pero nuestro querido Padre Leonardo no limita su tarea en la crítica aguda y certera; por el contrario, esa crítica es la que le permite enfatizar la urgente necesidad de una concepción antropológica realista, es decir, en la idea el hombre de la filosofía tradicional: greco, latina cristiana, el hombre cuya esencia psicológica radica en pensar y vivir con plenitud en la contemplación, fin último de el hombre plenamente humano y, como tal, plenamente católico, Sea ésta una muestra más del magisterio esencial que Castellani ejercitó, ejercita y ejercitará siempre en cumplimiento de su amor sin límites a la verdad.
Nada fácil resulta para quien les habla, analizar el pensamiento de quien uno considera, de todo corazón, su maestro. Y debido a que uno se considera, con plena verdad, totalmente insuficiente para haberlo apreciado en toda su dimensión, le parece asumir una actitud de irresponsabilidad. A esto hay que unir que, quien les habla no es médico, ni psicoanalista profesional, sino un estudioso del pensamiento del Padre Castellani que, guiado por el mismo, se aproximó a esos campos científicos específicos.
Porque el Padre Castellani, en su vastísima y polifacética labor intelectual, abarcó, con los rasgos característicos de su genialidad, la esencia propia del pensamiento de Sigmund Freud y del movimiento por él y en él originado, así como sus derivaciones, imposibles de ignorar para comprender el contexto y la esencialidad propia de la modernidad, uno de cuyos signos más significativos de su degradación es la deformación de lo sexual, mediante un reducionismo que tiene, sin lugar a dudas, por padre putativo a Freud. Sin su aporte, no existiría, el denominado «pansexualismo» hoy auténticamente imperante.
Castellani vio, con objetividad, en el freudismo uno de los más importantes movimientos de la Psicología del siglo XIX, fundamentalmente, en su fase empirista. Y supo, genialmente, desentrañar que el sistema de Freud, nacido como un «análisis terapéutico para la cura de neurosis», se conformó pronto como una «pseudo-doctrina psicológica» y, fundamentalmente, como una filosofía, es decir, como una antropología totalitaria radical e intencionadamente falsa, que terminó en una utopía mitológica, cuyo éxito se explica en el proceso de descristianización de Occidente, constituyéndose en uno de los pilares fundamentes del mismo.
2. Freud como «teólogo» y filósofo
Se ha dicho con toda exactitud, respecto de Castellani, «...que él era psicólogo no sólo por sus excepcionales condiciones para la comprensión y descripción del misterio del hombre, dramáticamente vivido desde su experiencia en las cimas del dolor y la angustia como en las cimas de la esperanza y el éxtasis, sino que lo era tomado también por específica capacitación académica»[1].
Hablando de las herejías en la Argentina, caracteriza Castellani a la moderna como «que es oculta, resume a todas las otras, y es más peligrosa que todas: ella es el modernismo, el naturalismo religioso, el progresismo o como quieran llamarla. Ella consiste simplemente en suprimir lo sobrenatural y endiosar lo natural. Esa herejía central es el fondo común o cimiento de todas las formas del naturalismo herético actual...». Y Castellani agrega más adelante que «muchas de ellas son contrarias entre sí –aparentemente– y se golpean y patean», y cita expresamente entre ellas «el optimismo sucio de Rousseau y el pesimismo sucio de Freud...»[2], ya que la desintegración interior del hombre es no sólo dolorosa e inevitable, sino sobre todo, insuperable, y el creador de la Psicoanálisis propone «ocultar la desesperación bajo el manto de la resignación. Freud sólo puede ofrecer al hombre doliente la paz de “Thánatos” (la Muerte)», en primer lugar, porque su ateísmo le impidió admitir al Dios de Abraham y la Redención por Cristo, y luego, porque sus errores filosóficos le hicieron buscar la unificación del psiquismo humano donde jamás puede darse: «del lado de la tendencia, y después en la parte más baja de la tendencia, en el Instinto, reducido monstruosamente a uno solo (la Libido)»[3], y esto hasta tal punto que, anteriormente, señalaba Castellani que el Padre afirma, en otro lugar, que aún «el arte es un desahogo de la libido, dice Freud: no es verdad»[4]. Y en otra de sus obras, Castellani, analizando el Pecado Original, expresa que «es evidente que si te pones a predicar que este mundo es un paraíso, a poco tiempo los hombres gritarán a coro que es un infierno; siendo que no es ninguna de las dos cosas; y si te pones al hombre que él es naturalmente bueno, que el sumo bien es esta vida y que su naturaleza está entera e intacta como salió de las manos del Creador, al poco tiempo oscilará bruscamente el péndulo y los hombres dirán que el hombre es una porquería: a Rousseau sucederá Freud». Y termina el Padre: «Es peligroso consolar a nuestros semejantes negando el mito del Pecado Original, porque explota otro mito mucho más desconsolador, el mito maniqueo de La Libídine Omnipotente o el Pecado Universal e Inevitable o simplemente el Dios del Mal, Arriman o Satán...»[5]. Es comprensible que Freud haya afirmado, como nos recuerda Castellani, que «el ascetismo es una neurosis de ansiedad masoquista»[6].
Y en otra homilía, el Padre Leonardo señalaba que «El mérito de la Psicología Individual ha sido haber atraído fuertemente la atención, reaccionando contra el Pansexualismo de Freud, sobre su rol de primer orden en la formación del carácter y sus deformaciones, de ese apetito de poder y de esta experiencia de impotencia subordinados a un ideal lejano y relacionado con la realidad social»[7].
Y con precisión teológica irrebatible, Castellani ve en Lutero un antecedente ineludible de ese pansexualismo, al afirmar que «Lutero [...], en su libro De servo Arbitrio (opuesto al De Libero Arbitrio de San Agustín) estimó que el Pecado Original había arruinado y corrompido a fondo la natura humana: de él deriva la asquerosa Teología o Filosofía de Freud»[8].
Puede parecer apresurado calificar la teoría freudiana, es decir, al propio Freud como teólogo. Pero como nos enseña agudamente Castellani, «para un teólogo no es problema clasificar al freudismo teológicamente: es una herejía judaico-cristiana, una especie de maniqueismo luterano», luego de señalar, renglones antes, que «si me oyera Freud levantaría de su tumba la testa con asombro, ¿yo teólogo?»[9]. Más adelante, ratifica lo afirmado, expresando que «Emile Ludwig lo llama “mago” e “impostor”; Oliver Brachfeld, notable psicólogo [...] le llama “hiena hedionda”; y el Dr. Nathan ha escrito un libro titulado Los psicoanalistas deben ser fusilados». Y Termina el Padre: «Estas tres autoridades son judíos, no cristianos, porque el psicanálisis corroe la moral judía lo mismo que la moral cristiana, las cuales no son heterogéneas en fondo ni mucho menos»[10].
Para Castellani, Freud es como investigador, «un pensador de raza, de una cultura exitista, de un instinto psicológico excepcional, de una laboriosidad portentosa, de una gran honestidad intelectual». Y como psicólogo, «es el fundador de una doctrina filosófica que tiene grandes aciertos [...] mezclados a grandes errores, o mejor dicho prejuicios, prejuicios que afectaban su doctrina en forma que, preguntándose si es buena o mala, haya que contestar que es mala “simplemente” y buena “según un cierto aspecto”», añadiendo que «el llamado “pansexualismo”, el asocianismo psicológico, la exageración del llamado por Ribot “método patológico” y su incapacidad mental para distinguir la potencia del acto y la causa material o eficiente de la causa formal son los principales de esos prejuicios» o grandes errores[11].
Castellani, absolutamente fiel al principio tomista de «buscar la verdad donde se halle», expresa que «en vez de increpar, o tan siquiera refutar, nos limitaremos a exponer los aciertos de Freud completándolos en lo posible [...] en el fondo la mejor manera de refutar; porque liberado el núcleo de verdad que hay en todo error poderoso, el error se cae solo como una cáscara vacía»[12].
El Padre Castellani se pregunta «¿por qué tuvo el análisis freudiano esa difusión fulminante y esa “prensa” que no tienen ningún otro filósofo contemporáneo...», y da cinco razones:
«1. Por el «escándalo» que acompaña a todo lo que versa sobre lo que versa sobre lo «sexual», sobre todo en nuestra hechicera época, en que el llamado «problema sexual» es muy agudo; y la indisciplina de las costumbres también;
2. Por la «revolución» contra las buenas costumbres que prometer la cómoda moral freudiana.
3. Por el talento literario de Freud, que confiesa que él tuvo vocación (o al menos tentación de novelista).
4. Por la audacia del pensamiento que acomete todos los problemas del hombre frente a la enteca y deshumanizada psicología académica.
5. y principal, por las soberanas dotes de investigador científico del autor, que reportó como frutos verdaderos descubrimientos: la teoría del Subconsciente, la etiología de las neurosis, la definición psicológica del ensueño, una teoría completa acerca del instinto sexual, un planteo exacto y unitario de absolutamente todos los problemas Psicológicos principales»[13].
Más aun, afirma Castellani que «la aparición de la psicanálisis volvió de nuevo interesante la psicología y la puso de moda: se puede decir que fue un retorno a la ciencia del alma desde la pedantesca e inútil “Psicología experimental”. Puede ser clasificado como psicología antropológica»[14].
Pero, «por haberse fundado sobre bases filosóficas deleznables, la doctrina psicanalítica se volvió pronto un caos [...] se dobló pronto de una doctrina psicológica y vulgar, que se puede llamar una mitología»[15]. Es que, como magníficamente ha señalado Louis Jugnet, «Existe también una “litósfera”, es decir una atmósfera intelectual y afectiva propia de toda época. A fuer de tomar “la costumbre por la naturaleza” –según la hermosa expresión de Montaigne–, se llega, sobre todo gracias a la difusión de los “mas-media”, a hacer aceptar al hombre común como evidente, o por o menos como definitivamente adquirido, ideas que con frecuencia son totalmente contrarias a la verdadera naturaleza de las cosas. Tal es el caso [...] del psicoanálisis y del verdadero “sistema del mundo” construido por Sigmund Freud, cuyos postulados de base no son cuestionados en la práctica sino por un puñado de autores rebeldes a la modA y al célebre “Viento de la Historia”»[16].
3. El error de Freud
Para Castellani, «ponerse a perseguir las proposiciones erróneas que hay en los psicoanalistas sería interminable y ponerse a refutarlas sería enteramente desabrido», añadiendo que los errores de Freud han sido refutados por la clínica, incluso por la clínica del mismo Freud, del cual no de balde se distinguen tres épocas»[17]. Remitimos a la lectura de los mismos, como a su refutación, para centrarnos en la concepción de base antropológica freudiana y su utilización como elemento constitutivo esencial en la elaboración del modelo humano erótico y su importancia en la constitución del «nuevo orden mundial».
Para Castellani, el error filosófico de base en nuestro autor, es que «Freud es absolutamente incapaz de percibir la distinción entre acto y potencia, lo cual significa que filosóficamente se ha ido, se ha retrotraído y regresado (como decía él) más atrás de Platón, más atrás de Aristóteles, y más atrás de los presocráticos, es decir, al nivel mental del niño y el salvaje. [...] Toda la filosofía aristotélica reposa sobre la distinción entre potencia y acto y su consecuencia inmediata el “Motus” o devenir. Aunque entre el ser y el no ser no hay medio, existe una cosa que es en cierto modo y no es en cierto modo y se llama “dynamis”? O potencia; la cual simplemente hablando no es y según algo, es. El árbol está en la semilla en potencia»[18].
Señala Castellani que cuando Freud expresó que «el primer acto del recién nacido, es decir, tomar la teta, es un acto sexual, los franceses, que “son guasones”, produjeron grandes chistes. “El chico hace un acto sexual, pero convengamos en que de paso, se alimenta” dijo Charles Blondel. Por su parte, el Profesor Claude afirmó: “El primer movimiento del brazo del recién nacido es un acto guerrero, porque con ese brazo algún día empuñará el fusil; pero no conviene ahora mismo mandarlo a la conscripción”. Y un maestro de la Sorbona, George Dumas afirmó: ¡Freud dijo eso! ¡que Dios tenga piedad de su alma»[19].
Castellani expresa que un discípulo suyo, de 16 años hubiese respondido simplemente: «Potencialmente sí, actualmente no». [...] El muchacho alumno de Santo Tomás dice: «Nacemos con el (instinto sexual) in potentia; lo adquirimos in acto». Y continúa el Padre Castellani: «Dejemos hablar al muchacho bachiller en Artes en una Universidad del Medio Evo:
«¡Oh mis queridos borriquitos! Evidentemente el primer acto del niño procede de esa tendencia general que nosotros llamamos “apetito sensible” y vosotros burronamente Libido; pero por el hecho que más tarde ese apetito sensible, parte de él, se va a dirigir a objetos sexuales, no quiere decir que ya ahora sea sexual. Porque para conocer una función no hay que escudriñar su raíz, la cual es común a todas y se llama tendencia vital, sino su flor y su fruto. Quiero decir que las funciones se especifican por sus actos y los actos por sus objetos; y en el hombre hay una progresiva aparición de nuevas funciones, que son nuevas y no nuevas; nuevas por un nuevo objeto que las diversifica específicamente y en cierto modo, las crea; no nuevas por su lejana raíz, que no es otra cosa que la tendencia general al bien, o sea, al Ser, que en todas las lenguas del mundo se llama Amor. Tenéis cero en Metafísica; habéis confundido la potencia y el acto (Hasta aquí el Bachillerejo). Esa confusión es el origen de la mayoría de los errores de Freud; si no de todos. Podría ir aplicándola una tras otra a su teoría del instinto, teoría de las neurosis, teorías de las perversiones [...], teoría de la sublimación y teoría de la Sociedad». Y termina Castellani: «Esa confusión es la que da origen a la horrenda invención del Thánatos o Instinto de Muerte. Basta recordar aquí la importancia de esas cuatro frases sintéticas. A saber: Adler: “Ser hombre es sentirse en estado de inferioridad y constantemente impelido por un instinto de superación”. Jung: “Ser hombre es sentirse incompleto y continuamente espoleado, por una Pulsión Vital, que siendo general es, sin embargo, de natura sexual general”. Freud: “Ser hombre es estar continuamente espoleado por la Libido o Principio de Placer que lucha contra su contrario el Thánatos” (agregado de la tercera época). Aristóteles: “Ser hombre es sentirse vivir y continuamente atraído a vivir con plenitud” (Sullivan)»[20].
Respecto al concepto esencial freudiano de Libido, señala Castellani que existen cantidad «de amores espirituales, como el amor a la patria por ejemplo, que pese a Freud no tiene nada que ver con la Libido, y por encima todavía existe el amor místico de Dios, que es un misterio, que escapa ordinariamente al psicólogo, por más redes que le eche para atraparlo»[21].
Concluye nuestro querido Castellani que «el psicanálisis, aún corregido debe ser presentado como un remedio último para cuando fallen todos los otros, y es comparable a una seria operación quirúrgica. La “noche oscura” de los místicos es comparable al psicanálisis. Pero al revés: para arriba y no para abajo...»[22].
Castellani denunció «que ha habido muchas tentativas de unificar la ciencia psicológica (de reducir a unatodas las psicologías), ubicando entre ellas al freudismo»[23], y que «en el plano psicológico Freud aparece como un psicólogo intuitivo de penetración asombrosa, pero viciada por lagunas insalvables y prejuicios fortísimos»[24]. Hablando de Janet, Freud, Leuba, dice Castellani que «desconocen absolutamente la religión y encima la odian furiosamente. Pero También desconocen la psicología»[25].
Yendo al plano de lo político, Castellani vio con claridad la importancia del freudismo para la consolidación de un nuevo orden. Afirma (en la década de 1950), «que la psicología se reduce a Freud y a Pavlov porque dan poder, para domesticar animales y para dirigir a los hombres»[26].
Intentemos ahora, una síntesis respecto a la «filosofía freudiana», que ya realizamos en un trabajo anterior[27].
1. Todo su sistema está impregnado e imbuido de una concepción pesimista de la vida.
2. Su filosofía es radicalmente atea, materialista, determinista(no dejando ningún lugar a la libertad humana, ya que considera que todo acto del hombre está determinado por su pasado) y utilitarista (ya que considera que todo el psiquismo humano se reduce a una lucha entre el «principio del placer» y el «principio de realidad», es decir, los duros renunciamientos que nos infligen las leyes de la naturaleza y de la sociedad.
3. La filosofía freudiana procede por afirmaciones masivas y «explica toda crítica por alguna resistencia, represión o complejo».
4. Su noción de «Libido» convertida en el motor único y central de la actividad humana, dando como resultado un «pansexualismo»reduccionista, única explicación de lo humano. Para él, la libido, concupiscencia sexual, designa la energía psíquica primordial y única. Así, la libido freudiana significó la clave de toda la vida de relación, el núcleo de toda actividad afectiva, el motor de toda la vida cultural. Así, para Freud el hombre es monoinstintivo y el psiquismo humano es pansexual o totisexual. Y el fondo del hombre es primitivo activo bestial, infantil alógico y sexual. De ahí que la perversión sexual no sea pasible de ninguna condena moral.
En suma, el freudiano parte del presupuesto que el hombre es un manojo de fuerzas biológicas exclusivamente y que ellas se parecen a las fuerzas mecánicas. De este modo, su sistema moral no podía ser otro que el «hedonismo».
En suma, el pansexualismo psicoanalítico es plenamente explicativo y la resultante de las doctrinas freudianas, puesto que en éstas el pansexualismo se afirma de manera categórica. El mismo Freud escribe: «La mayoría de las personas cultas han visto en esta denominación una ofensa y se han vengado lanzando contra el psicoanálisis la acusación de pansexualismo. Quien ve en la sexualidad algo vergonzoso y humillante para la naturaleza humana puede servirse de las palabras más claras de eros y erótico. Habría podido hacer yo otro tanto desde el comienzo y me habría ahorrado no pocas objeciones, pero no lo he hecho porque no me gusta portarme como pusilánime. No se sabe dónde se puede llegar siguiendo por este camino; se comienza cediendo en las palabras y se acaba, a veces, cediendo en las cosas»[28].
Por lo tanto, Freud asume plenamente su «pansexualismo», ya que las cosas en las que no quería ceder y en realidad no ha cedido nunca, a pesar de algunas fluctuaciones verbales, se aclaran cuando dé la definición de libido, sin duda su caballito de batalla. Expresa al respecto: «Libido es una palabra que hemos tomado prestada de la teoría de la afectividad. Con ella designamos le energía (entendida como magnitud cuantitativa pero que no estamos todavía en condiciones de medir) de las tendencias que se enlazan a lo que nosotros llamamos en conjunto con la palabra amor. El núcleo de lo que nosotros llamamos amor está constituido, naturalmente, por lo que es conocido comúnmente por amor y es cantado por los poetas, es decir, el amor sexual cuya culminación constituye la unión sexual».
Si bien Freud no desconoce las otras variedades de amor (hacia sí mismo, hacia los padres, de los ciudadanos a la Patria, la amistad) empero para él todas estas variedades de amor «son otras tantas expresiones de un único conjunto de tendencias que, en ciertos casos, aún conservando rasgos característicos de su naturaleza que bastan para no inducir al error sobre su identidad, alejan de este fin e impiden su realización» (Psicología colectiva y análisis del yo, p. 104, citado por Felici, o. c., p. 155).
De este modo, el pansexualismo se inscribe como eje y resultante central del psicoanálisis freudiano[29].
4. Implicancias políticas del pansexualismo
Sydney Hook, al presentar su libro crítico sobre el método científico del psicoanálisis, hace notar que «no falta quien afirme que la teoría freudiana del hombre es potencialmente la teoría que prevalece sobre todas las otras justamente porque se ocupa de la mente y del comportamiento humano, porque ofrece la clave fundamental para comprender las elecciones y decisiones que los hombres toman o dejan de tomar»[30].
En primer lugar, encontramos en Freud cuáles eran sus opiniones políticas. Se ha señalado que careció de perspicacia en sus juicios políticos. «Fue admirador del nacionalismo y del militarismo alemán, juzgó a los servios de imprudentes, se entusiasmó [...] por la guerra de los imperios centrales y en este clima habló de “nuestras batallas”, esperó la caída de París, confió en la derrota de los rusos... cambiando de opinión sólo a fines de 1917, o sea con los hechos a la vista, pero todavía en el ’18 esperaba una victoria de Alemania... después asistimos a un sorprendente cambio de opinión. Más tarde, cuando ya el movimiento de Hitler estaba en plena actividad, pensó como absolutamente imposible que los alemanes dieran vía libre al nazismo. Aún aquella vez se equivocaba»[31].
Incluso, evidenció tendencias antidemocráticas. De hecho, «no sólo no expresa jamás juicios desfavorables contra el fascismo, sino que nutrió una gran admiración por el Duce, a quien dedicó en 1933 un pomposo elogio que tenía una clara e innegable referencia a la obra política mussoliniana»[32]. Afirma, en Moisés y el monoteísmo, Freud sostiene que bajo el fascismo «el pueblo italiano viene educado en el orden y en el sentido del deber»[33].
Señala Ennio Innocenti que surge en los propios textos de Freud su propensión a la dictadura. Escribe en 1927, Avvenire d’una illusione, «en donde se lee que la civilización es obra de una minoría que obliga a una mayoría recalcitrante. La invocación de la dictadura parecería implícita en aquello que piensa Freud sobre las masas: “la masa es un rebaño dócil, incapaz de vivir sin un patrón. Está tan deseosa de obedecer que se somete instintivamente a aquel que se le propone como jefe”, agregando que el advenimiento de las masas parece que conlleva una “regresión psíquica” (que, sin embargo, estaría “considerablemente atenuada en la masa organizada”, como es, por ejemplo, un ejército), casi una “resurrección de la horda primitiva” caracterizada “por el abajamiento de la actividad intelectual y de la incapacidad de controlarse”»[34].
En nuestro trabajo antes citado, bosquejamos los intentos de conformación de un «freudo marxismo». Afirmábamos que «la vinculación de su pensamiento con el proyecto revolucionario“pansexualista” no se comprende el concepto de hombre involucrado en dicho proceso revolucionario»[35]. Y desarrollamos como ejemplos de esa vinculación con dos «que ratifican lo expresado: el actuar concreto de Wilhelm Reich y su “revolución sexual” como requisito previo ineludible para la revolución marxista en Occidente; y Herbert Marcuse y su hegelianismo freudomarxista constitutivo de su “rebelión liberadora”, expresión de un proyecto hedonista y polisexual tomado de Freud y trasladado del plano de la vida del inconsciente al orden de los fenómenos conscientes individuales y colectivos. Vemos así que el freudismo subyacente en Wilhelm Reich y en Herbert Marcuse se constituye en un neo-erotismo, considerado como punto de partida del proyecto revolucionario “liberador” de la sociedad»[36].
5. Conclusión: necesidad de superar la concepción antropológica falsa del freudismo y su utilización ideológica
Concluimos este bosquejo, en el que hemos procurado demostrar, sucintamente, cómo Castellani desmenuza, aplicando incisivamente un bisturí de alta precisión intelectual, poniendo al descubierto la esencia antropológica falsa del freudismo y ve su utilización ideológica por los movimientos empeñados en la consolidación del «nuevo orden moderno», en radical oposición con el «hombre clásico tradicional». Pero nuestro querido Padre Leonardo no limita su tarea en la crítica aguda y certera; por el contrario, esa crítica es la que le permite enfatizar la urgente necesidad de una concepción antropológica realista, es decir, en la idea el hombre de la filosofía tradicional: greco, latina cristiana, el hombre cuya esencia psicológica radica en pensar y vivir con plenitud en la contemplación, fin último de el hombre plenamente humano y, como tal, plenamente católico, Sea ésta una muestra más del magisterio esencial que Castellani ejercitó, ejercita y ejercitará siempre en cumplimiento de su amor sin límites a la verdad.