San Padre Pio, su historia
Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus uerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu. El Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos. Desde la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad" fue observada de sus parientes y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman". Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales. Con el pasar del tiempo, pudo realizarse para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte. En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y así salvó muchas almas. Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fuè lo que se averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile. En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado como es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura! Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina. Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho. La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación....” Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento." En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial. LOS MILAGROS DEL PADRE PÍO Es muy difícil establecer una definición para la palabra "milagro". Los Milagros son considerados expresiones de lo sobrenatural. También nosotros podemos decir que un milagro es un fenómeno que ocurre distinto de las leyes naturales y obedecen a una fuerza más avanzada: ¡la voluntad de Dios! Toda la vida del Padre Pío estaba llena de milagros, pero nosotros tenemos que prestar atención a la naturaleza del milagro que siempre es divino. De esta manera, el Padre Pío siempre convidó a las personas a darle gracias a Dios, verdadero autor de todo milagro. Un milagro que se ha atribuido como el primero del Padre Pío ocurrió en 1908. En ese momento él vivía en el convento de Montefusco. Un día en que él fuè al bosque a coleccionar los alazanes en una bolsa; Él quiso enviársela en Pietrelcina a su tía Daría. Ella siempre había sido muy afectuosa con él. La mujer recibió y comió los alazanes y guardó la bolsa de recuerdo. Tía Daría días después, estaba buscando algo en un cajón dónde su marido normalmente tenía polvo. Era de noche, y ella se alumbraba con una vela, cuando de repente; el cajón se incendió. Tía Daría fuè alcanzada por el fuego. En un instante, ella agarró la bolsa que contuvo los alazanes del padre Pío y se la puso en la cara. Inmediatamente, su dolor desapareció y ninguna herida o marca de la quemadura permanecían en su cara. Durante la segunda guerra mundial, en Italia, el pan se racionó. En el convento del Padre Pío había siempre muchos invitados más los pobres que siempre iban allí pidiendo comida. Un día los Frailes se encontraron con que apenas tenían dos libras aproximadamente de pan. Todos los hermanos oraron antes de sentarse a comer. El Padre Pío entró en la Iglesia, y rato después regresó con muchísimo pan en sus manos. El Superior le preguntó al Padre Pío: "¿Dónde usted ha encontrado pan?” El Padre Pío contestó: “me los dìó un peregrino en la puerta". Nadie habló, pero todos pensábamos que sólo el Padre Pío podía encontrar a ese peregrino. Una vez en el convento del Padre Pío, un fraile se olvidó de organizar el personal para la Sagrada Comunión. Por esta razón habían solamente unas pocas personas disponibles. Pero después que terminó de confesar; el Padre Pío organizó a las personas para impartir la Sagrada Comunión; y permaneciendo en el servicio, fueron mucho más de las que anteriormente habían. Una hija espiritual del Padre Pío estaba leyendo una carta del Padre Pío en el borde del camino. El viento se llevó la carta, hasta el declive de un prado. La carta ya estaba lejos, cuando de pronto se detuvo, debajo de una piedra. De esta manera la mujer pudo recuperar su carta. El día, en que después ella encontró al Padre Pío éste le dijo: "Usted tiene que prestar más atención al viento la próxima vez. Si yo no hubiera puesto mi pie en la carta, ésta se hubiera perdido." La señora Cleonice, hija espiritual del Padre Pío dijo: - "Durante la segunda guerra mundial mi sobrino estaba prisionero. Nosotros no habíamos recibido noticias durante un año; y creíamos que él estaba muerto. Sus padres pensaban lo mismo. Su madre fue un día a ver al Padre Pío y se arrodillaba delante del fraile que estaba en el confesionario. "Por favor Padre, dígame si mi hijo está vivo. Yo no me marcharé, hasta que UD no me conteste". El Padre Pío simpatizó con ella y teniendo piedad de sus lágrimas le dijo: "Levántese, y quédese tranquila”. “Días después yo no resistía el dolor que los padres estaban sufriendo, por lo que yo decidí pedirle un milagro, al Padre Pío. Yo dije fielmente: "voy a escribir una carta a mi sobrino Giovannino. Solamente escribiré su nombre en el sobre, porque nosotros no sabemos donde está. Usted y su Ángel Guardián llevarán le llevarán la carta. “El Padre Pío no contestó, yo escribí la carta, y la dejé en mi mesa de noche, para por la mañana siguiente entregarla al Padre Pío. Para mi gran sorpresa, asombro y miedo; la carta se desapareció. Inmediatamente le dì gracias al Padre Pío y él me dijo: "Dé sus gracias a Nuestra Señora". Casi quince días después nuestro sobrino contestó la carta. Entonces todos en nuestra familia estábamos contentos; y dando gracias a Dios y al Padre Pío." Durante la segunda guerra mundial, el hijo de la señora Luisa; Oficial de la Marina Real Británica, era motivo de angustia para su madre; pues ésta oraba todos los días por la conversión y la salvación de su hijo. Un día llegó un peregrino inglés a San Giovanni Rotondo, y trajo algunos periódicos ingleses. Luisa quiso leerlos. Ella leyó la noticia del hundimiento del barco en que su hijo viajaba Llorando va a ver al Padre Pío quien la consoló inmediatamente: ¿Quién le ha dicho que su hijo está muerto? De hecho, el Padre Pío; le pudo explicar exactamente el nombre y la dirección del hotel en dónde estaba su hijo, después de que él escapó del naufragio en el Atlántico. Él se acomodó en ese Hotel, mientras esperaba un nuevo cargo. Inmediatamente Luisa le envió una carta; y a los 15 días, su hijo le respondió. Había una mujer tan noble y buena en San Giovanni Rotondo que el Padre Pío dijo que era imposible, de encontrar cualquier falta en su alma, para perdonar. En otros términos; ella vivió para ir al cielo. Al final de la Cuaresma, Paolina, estaba tremendamente enferma. Los doctores no daban esperanzas. Su marido y sus cinco niños fueron al convento a orar al Padre Pío y pedirle ayuda. Dos de los cinco niños tiraron del hábito del Padre Pío y lloraron. ¡Pío Padre se perturbó; e intentó consolarlos y prometió orar por ellos, nada más! Algunos días después, al principio de la Séptima hora, las cosas cambiaron. De hecho él pidió por Paulina, para que sanara y dijo a todos: "Ella se recuperará el Día de Pascua. Pero durante el viernes santo, Paolina perdió la conciencia, y el sábado entró en estado de coma; finalmente, después de algunas horas Paolina murió. Algunos de sus parientes tomaron su traje de novia para ponérselo según una vieja tradición. Otros parientes corrieron al convento para pedirle un milagro al Padre Pío. Él les contestó: "Ella resucitará” y fuè al altar para dar la Santa Misa. Cuando el Padre Pío empezó a cantar el Gloria y el sonido de las campanillas que anuncian la resurrección de Cristo, la voz del Padre Pío rompió en llanto y sus ojos estaban llenos de lágrimas. En el mismo momento Paolina resucitó y sin ninguna ayuda ella bajó de la cama, ella se arrodilló y oró tres veces el Credo. Luego se levantó y sonrió. "Ella resucitó". De hecho el Padre Pío no había dicho, "ella se recuperará" sino "ella resucitará". Cuando le preguntaron, que le pasó durante el tiempo que ella estaba muerta; contestó: "Yo subí, subí, subí; hasta que entré en una gran luz, y de pronto regresé. Testimonio de una madre: “Mi primera hija, nació en 1953; el Padre Pío, le salvó la vida en forma repentina y milagrosa, hacen 18 meses. En la mañana del 6 de enero de 1955 mi marido y yo estábamos en la iglesia para asistir a la Santa Misa y nuestra hija estaba en casa con su abuelo. Repentinamente aconteció un accidente, y nuestra hija se quemó con una olla de agua caliente. La quemadura era tan grande como grave; le abarcaba desde el estómago hasta la parte de atrás. El doctor recomendó hospitalizarla inmediatamente; porque podía morirse debido a su estado de suma gravedad... Por esta razón él no nos dio ninguna medicina. Desesperada al ver moribunda a mi hija, en lo que el doctor se fuè; invoqué fuertemente al Padre Pío, que interviniera urgentemente, mientras me preparaba para llevarla al hospital, ya casi era la hora del medio día; cuando de pronto la niña que estaba sola en su cuarto me llamó “Mamà, mamà, ya no tengo ninguna herida”. ¿Y quién ha desaparecido tus heridas, pregunté asustada y con gran curiosidad? Ella contestó. “mamà el Padre Pío vino, él sanó mis heridas poniendo sus manos llagadas sobre mi quemadura”. Para asombro de todos, realmente no había ninguna seña ni marca de que hubiera alguna quemada; el cuerpo de mi hija estaba completamente sano, y pensar que unos minutos antes el medico la desahució. Los campesinos de San Giovanni Rotondo recuerdan con gran alegría el evento siguiente. Era en primavera, florecieron los árboles de almendras prometiendo una buena cosecha. Pero desgraciadamente millones de orugas voraces llegaron y devoraron las hojas y las flores. No dejaron ni siquiera la cáscara. Después de dos días y después de intentar detener esa invasión, los campesinos estaban muy preocupados, ya que para muchos de ellos las almendras eran el único recurso económico - decidieron contarle al Padre Pío el problema. El Padre Pío tenía una hermosa vista de los árboles a través de su ventana en el convento y decidió bendecirlos. Se puso las sagradas vestiduras y empezó a orar. Cuando terminó, tomó el agua bendita e hizo la señal de la Cruz en el aire, en dirección a los árboles. De inmediato desaparecieron las orugas, y al día siguiente de que las orugas habían desaparecido, los árboles de almendras, parecían nuevamente tener los retoños. Era un desastre; la cosecha estaba perdida. ¡Lo que pasó luego es realmente increíble! Teníamos de repente la cosecha más abundante; ¿Cómo es posible que tuviéramos una cosecha más abundante que las que normalmente teníamos? Antes nunca, en tiempos normales habíamos tenido una cosecha así. Los científicos nunca han podido dar una explicación a éste fenómeno. En el jardín del convento habían varios tipos de árboles; los cipreses, algunos de fruta y algún pino. Sobre todo por las tardes de verano, el Padre Pío disfrutaba del clima, en la sombra, junto con sus amigos, y algún invitado, Una vez cuando el Padre Pío estaba hablando con algunas personas, repentinamente muchísimos pájaros comenzaron a cantar y a hacer ruido a la sombra de los árboles. Los pájaros habían compuesto una sinfonía allí; Mirlos, gorriones, y otras especies. El Padre Pío se molestó por la sinfonía, y mirando a los pájaros les dijo: “silencio " En ese mismo instante, los pájaros, los grillos y las cigarras se quedaron callados. ¡Las personas que estaban en el jardín, se encontraban profundamente sorprendidas! De hecho el Padre Pío había hablado a los pájaros, al igual que San Francisco. Otro testimonio, de un señor que contó: “Mi madre vino de Foggia y era una de las primeras hijas espirituales del Padre Pío. Ella le había pedido al Padre Pío la conversión y protección de mi padre"; cuando en abril de 1945 lo iban a fusilar. Él se encontraba delante del pelotón de fusilamiento; cuando de pronto viô al padre Pío delante de él para protegerlo. El comandante del pelotón dìó la orden de disparar; pero ningún tiro se disparó de los rifles que lo apuntaban Los siete miembros del pelotón y su comandante, sorprendidos, verificaron sus rifles y no encontraron ningún problema. Así que el pelotón; apuntó de nuevo a mi padre, y el comandante pidió a sus soldados; disparar de nuevo, Y nuevamente ocurre lo mismo. Los rifles no funcionaron. Esta realidad misteriosa e inexplicable interrumpió la ejecución. Mi padre regresó a casa y se convirtió, recibió los santos sacramentos en San Giovanni Rotondo cuando fuè a agradecer al Padre Pío. De esta manera mi madre obtuvo los milagros que ella siempre había pedido al Padre Pío: ¡la conversión de su marido! Testimonio del Padre Honorato: “Yo fui a San Giovanni Rotondo con un amigo en motocicleta. Llegué al convento algunos minutos antes del mediodía. Dando mis respetos al superior, me dirigí al confesionario a saludar al Padre Pío y besar su mano. Debe tenerse en cuenta que mi modelo de motocicleta se llamaba "avispa". Al verme el Padre Pío me dijo: “Muchacho, ¿la "avispa" lo pinchó? " Yo estaba bastante sorprendido: de hecho el Padre Pío no me había visto cuando llegué al convento, pero él sabía qué tipo de transporte yo usaba. La mañana siguiente de que nosotros dejamos a San Giovanni Rotondo con mi "avispa" y partimos a San Miguel, el pueblo cercano a San Giovanni Rotondo. El tanque de gasolina iba vacío, por lo que nosotros decidimos llenarlo en Monte San Angelo. Pero en cuanto nosotros alcanzáramos ese pueblo pequeño se nos presentó un problema: todas las bombas de gasolina estaban cerradas. De manera que decidimos regresar a San Giovanni Rotondo. Realmente nosotros esperamos encontrar a alguien en el camino que pudiera darnos un poco de gasolina. En primer lugar yo estaba angustiado por mis hermanos del convento, porque iba a llegar tarde a la hora del almuerzo; cosa que no es gentil... Pero sin la gasolina, a los pocos kilómetros, la moto empezó a hacer ruido y se detuvo. Verificamos el tanque, y estaba vacío. Con tristeza le dije a mi amigo, que teníamos sólo diez minutos para llegar al convento y almorzar con nuestros hermanos. No encontrábamos ninguna solución, y por esta razón, mi amigo, dìó un puntapié al pedal. ¡Increíble! ¡La motocicleta arrancó de nuevo! Emprendimos inmediatamente el viaje a San Giovanni Rotondo sin preguntarnos la razón de porque la motocicleta había arrancado sin gasolina. Cuando llegamos a mitad del convento la motocicleta paró de nuevo. Destapamos el tanque y vimos que todavía estaba seco. Asombramos miramos nuestros relojes: era diez minutos antes de la hora del almuerzo. Significaba que nosotros, habíamos cubierto quince kilómetros en un promedio de 180 kilómetros por hora. ¡Sin la gasolina! Yo entré al convento mientras los hermanos estaban bajando para el almuerzo, y cuando Fuì a buscar al padre Pío, éste; se quedó mirándome y se reía. En mayo de 1925. María tenía su bebé enfermo de nacimiento. María estaba muy angustiada por su bebé. De hecho, después de una visita médica, le dijeron que su niño tenía una enfermedad muy complicada. No había esperanzas para él: jamás se podría recuperar. María decidió ir en tren a San Giovanni Rotondo. Ella vivía en un pueblo pequeño al sur de Puglia, pero escuchando los milagros del Padre Pío, del fraile que tenía los estigmas de Jesús y que hacía milagros, a los enfermos y daba esperanza a los desgraciados; surgió en ella una gran fe e inmediatamente se fuè de viaje, pero durante el trayecto el bebé se murió. Ella había vigilado su cuerpecito toda la noche, y lo puso en la maleta y la cerró... Al día siguiente de ver morir a su hijo, estaba en el convento de San Giovanni Rotondo. ¡Ya no había ninguna esperanza! El niño estaba muerto. Pero Maria no había perdido su fe. Por la tarde estaba delante del Padre Pío. Se encontraba en la fila de la confesión y tenía en sus manos la maleta que contenía el cadáver de su hijo. Se había muerto veinticuatro horas antes. Se arrodilló delante del Padre Pío y lloró desesperadamente suplicándole ayuda. Él la miró profundamente. La madre abrió la maleta, y le mostró el cadáver de su hijo al Padre Pío. El pobre Padre se condolió hasta las entrañas por el dolor de ésta madre. Tomó el pequeño cuerpo y puso sus manos estigmatizadas en su cabeza, y entonces oró mirando al cielo. Después de un rato, la pobre criatura estaba viva de nuevo. Un gesto, un movimiento de los pies, los brazos... parecía dormido y simplemente se despertó después de un sueño largo. Hablando a la madre le dijo: "¿Mima, por qué usted está llorando? Su hijo está durmiendo " La madre y los gritos de la muchedumbre llenaron la iglesia. ¡Todos hablaban sobre el gran milagro! Un ingeniero decidió quedarse hasta tarde en el convento, pero cuando decide irse comenzó a llover... Así que él le dijo al Padre Pío: "Yo no tengo ningún paraguas " "¿Podría quedarme aquí hasta por la mañana? Si no, me mojaré." - "Yo lo siento mi estimado, no es posible. ¡Pero no se preocupe! ¡Yo lo acompañaré! “le contestó el Padre Pío. Pero el ingeniero pensó que habría sido mucho mejor no hacer esa penitencia, sin embargo, podría ser menos riguroso con la ayuda del Padre Pío. Se puso su sombrero, y empezó a caminar dos millas entre el convento y el pueblo. Pero en cuanto él salió viô con sorpresa que ya no estaba lloviendo. Simplemente había un pequeño rocío cuando llegó a su casa. "Mi Dios", la mujer exclamó, cuando abrió la puerta "Usted también debe estar mojado hasta los huesos” “en absoluto" el ingeniero contestó - "no está lloviendo". Los campesinos que estaban enmudecen: "¿Qué! ya no está lloviendo? ¡Está vertiendo! ¡Escuche! “ellos abrieron la puerta de nuevo y estaba lloviendo demasiado fuerte Y le contaron que había estado lloviendo durante una hora sin interrupción. "¿Cómo usted pudo venir sin mojarse? Ellos le preguntaron. El ingeniero contestó: "El Padre Pío me dijo, que me acompañaría"; entonces, los campesinos comprendieron que había sido un milagro más del Padre Pío. "Ahora todo está claro, y se encontraron en la cocina para cenar cuando la mujer dijo: "Con seguridad la compañía del Padre Pío es mucho mejor que un paraguas " Un señor de Ascoli Piceno (una ciudad italiana) dijo: "Hacia el fin de los años 1950, yo fuì a San Giovanni Rotondo con mi esposa, a la confesión, y antes de que yo recibiera la absolución, después del consejo del Padre Pío y efectuada la penitencia. Por la tarde estaba todavía en el convento y el Padre Pío me viô de nuevo y me dijo: ¿Usted todavía está aquí? "Mi ratón no arrancó" le contesté: ¿Qué es exactamente el ratón? el Padre Pío preguntó "Es mi automóvil" contesté. “Vamos y démosle una mirada" me dijo. Él me invitó a dejar el monasterio, cosa que nosotros hicimos sin ningún problema. Nosotros viajamos toda la noche y por la mañana siguiente, lo llevé al mecánico. Quién me dijo, después del chequeo; que el sistema eléctrico del automóvil estaba descompuesto. Y él no me creyó cuando le dije que yo había viajado con el automóvil toda la noche. De hecho era imposible cubrir doscientas millas, entre San Giovanni Rotondo y Ascoli Piceno, con el carro en aquél estado, entonces yo comprendí que el Padre Pío me había ayudado, yo le agradecí en mi mente, y estoy seguro que me ha escuchado. Testimonio de una buena mujer pero algo tímida. Nunca era necesario repetir la misma frase al Padre Pío. Bastaba con pedírselo mentalmente. El esposo de esta buena mujer se encontraba muy enfermo. Ella corre al convento en busca de ayuda. Pero no sabía como localizar al Padre Pío, pues para una confesión, había que esperar hasta 3 días. Así durante la Santa Misa ella estuvo todo el tiempo de pie y caminaba de un lado al otro de la Iglesia. Finalmente decidió decirle su problema, y pidió en ese instante la ayuda del Padre Pío a Nuestra Señora. Así, al final de la Santa Misa, cruzó nuevamente la iglesia para hablar con él... Finalmente ella logró alcanzar el corredor por donde el pasaría. En cuanto el padre Pío la miró, le dijo: "mujer que poca fe, ¿cuándo usted pedirá mi ayuda finalmente? ¿Usted piensa que yo soy sordo? Usted ya me lo ha dicho cinco veces, cuando usted estaba delante de mí, detrás de mí, a mi derecha y a mi izquierda. ¡Yo entendí! ¡Yo entendí! ¡Vaya a su casa! Todo està bien. Cuando llegó a su casa; su esposo estaba completamente sanado. TESTIMONIOS DE RECUPERACIONES Un señor de Foggia (Italia), tenía 62 años en 1919 y caminaba sosteniéndose con dos muletas; pues en un accidente se fracturó las dos piernas; cuando se calló se su carruaje. Los doctores no habían podido ayudarlo. Después de confesarse con el Padre Pío, el fraile le dijo: "¡Póngase de pie y camine!” “Usted tiene que botarlas muletas”. Ese hombre llevó a cabo la orden y empezó a caminar solo de nuevo. Todos los que dan el testimonio estaban sorprendidos. Otro suceso extraordinario pasó en 1919 en San Giovanni Rotondo. Un señor tenía 14 años deforme, desde que contrajo el tifo. Tenía dos grandes jorobas. En una oportunidad en que se confesó con el Padre Pío, el santo fraile lo tocó con sus manos estigmatizadas, y De repente el muchacho se puso de pie y sus jorobas desaparecieron. Gracia era una campesina de veintinueve años, ciega de nacimiento; en una oportunidad en que conversara con el Padre Pío, éste le preguntó si quería ver, a lo que ella respondió: “claro, que quiero ver”, "Bien, usted recuperará la vista”; le dijo el Padre Pío y la envió a Bari (Italia). Allí fuè examinada por un competente especialista, oftalmólogo, quien después de evaluarla le comentó a su esposa, la cual era amiga del fraile: ¡No hay esperanza para esta muchacha! el Padre Pío puede sanarla únicamente por un milagro; pero yo debo regresarla a su casa sin operarla. Su esposa insistió y le dijo a su marido: "Pero si el Padre Pío, te la envió, intenta operarla”. El doctor estuvo de acuerdo, y al operarla se recuperó en los dos ojos. ¡Los ojos de Gracia fueron sanados! Ella podía ver perfectamente. Al regresar a San Giovanni Rotondo, ella corrió al convento; y arrojándose a los pies del fraile, éste le ordenó se levantara inmediatamente, mientras ella le suplicaba..."Bendígame Padre..., Bendígame! Por lo que el fraile marcó la señal de la cruz en el aire; mientras tanto Gracia continuaba esperando la bendición, pues cuando era ciega la bendecía tocando su cabeza; Así que el Padre Pío le dijo: "¿Es que acaso usted necesita la bendición a cada rato? Testimonio de una señora:"En 1947 yo tenía treinta y ocho años y había estado sufriendo debido a un cáncer del intestino, diagnosticado en una radiografía por lo que fuè necesario operar. Antes de ir al hospital yo quise ir a San Giovanni Rotondo para suplicar ayuda al Padre Pío. Mi marido, mi hija y un amigo, me llevaron; desde hacía algún tiempo yo deseaba confesarme y contarle lo de mi enfermedad; pero no era fácil entrevistarse con él. Por lo que mi esposo, le contó todo a un fraile, para que éste se lo refiriera al Padre Pío Ese fraile era muy cercano a él, y me prometió informar de todo al Padre Pío, con detalle. Para abreviar tiempo me pidieron que entrara en el corredor del convento por dónde pasaría el Padre Pío. Atravesó a la muchedumbre, pero él sólo estaba interesado en mí. Él me preguntó la razón de mi angustia. y me dijo que yo pensaba correctamente acerca del cirujano. Posteriormente me animó y me dijo que oraría a Dios por mí. Estaba asombrada; él no conocía al cirujano que iba a operarme; y nadie le dijo que yo era la persona correcta para hablarle entre la muchedumbre. Enfrenté mi cirugía con esperanza y con serenidad. El cirujano fue el primero en hablar del milagro. Solamente me tenía que operar de apendicitis; a pesar de las radiografías anteriores que evidenciaban el tumor maligno. Para éste medico, que no creía en Dios, era difícil admitir que el tumor había desaparecido; desde ese momento su conversión fuè tan notoria como repentina, él puso el Crucifijo en cada cuarto del hospital. No había ninguna evidencia del cáncer ya. Al poco tiempo nos trasladamos a San Giovanni Rotondo para dar el testimonio al Padre Pío. El Santo Fraile se dirigía a la sacristía cuando de repente se detuvo sonrió y dijo: "¿Qué sabe usted, que ha regresado aquí?”... y él me extendió su mano para besarla, la cual yo contuve afectuosamente entre las mías. Testimonio de un señor: "Mi rodilla izquierda se había inflamado ocasionándome un gran dolor, por varios días. El doctor me había comentado que la situación era muy seria; y me ordenó muchas inyecciones. Antes de comenzar el tratamiento, quise ir a ver al santo Padre Pío. Después de mi confesión le hablé sobre mi rodilla y le pedí que orara para mí. Cuando ya estaba saliendo de San Giovanni Rotondo, ya casi de noche, el dolor desapareció. ¡Yo miré mi rodilla y noté que ya no estaba con la hinchazón Así que corrí inmediatamente a donde el Padre Pío para agradecerle. Él me dijo: "¡Usted no tiene nada que agradecerme, pero usted tiene que dar gracias a Dios”! Pregúntele a su doctor que si él puede hacer lo mismo con las inyecciones. Una señora cuenta: "Yo había tenido un embarazo normal en 1952, pero durante el nacimiento del niño ocurrieron algunos problemas. Mi hijo nació con ayuda, luego se me practicó una transfusión de sangre. Pero debido a la emergencia, erraron el tipo de sangre que yo necesitaba. Las consecuencias siguientes eran muy serias: la fiebre alta, las convulsiones y un encogimiento pulmonar, con otros problemas de salud. Incluso un sacerdote fue llamado para darme el santo viático, pero me lo tenía que dar con agua porque yo estaba en muy mala condición. Cuando mis parientes llamaron al sacerdote, y yo me quedé sola, en ese momento, el Padre Pío se me apareció mostrándome sus manos estigmatizadas, y me dijo: "¡Yo soy el Padre Pío, usted no se morirá! Ore conmigo un " Padre Nuestro " y en el futuro usted vendrá a San Giovanni Rotondo para encontrarse conmigo". El resultado de esta aparición era lo siguiente: "Yo iba a morirme algunos minutos antes y yo me ponía de pie y me sentaba algunos minutos después. Cuando mis parientes regresaron a mi cuarto, ellos me encontraron orando. Yo los invité a orar junto conmigo y les dije sobre la visión. Nosotros oramos y mi salud mejoró. Todos los doctores comprendieron que había ocurrido un milagro. Meses después Fuì a San Giovanni Rotondo para agradecer al Padre Pío. Al verlo él me extendió su mano para besarla. Y al besarla, agradeciéndole yo sentí el famoso perfume del Padre Pío. Él me dijo: "Usted consiguió un milagro; pero usted no tiene que agradecerme. El Sagrado Corazón de Jesús me envió que la rescatara, porque usted se consagró a Su Corazón y usted ha hecho los Nueve Primero viernes de cada mes." Cuenta una señora: "En 1953 me efectuaron un chequeo médico debido a los dolores en el abdomen. La situación era muy seria: Yo necesitaba un transplante urgente. Un amigo a quien yo confié mi problema, me sugirió que escribiera una carta al Padre Pío para pedirle sus oraciones y ayuda. Yo pensaba, que su respuesta sería que fuera al hospital, y que él oraría allí para mí. Así que yo fui al hospital y nuevamente me realicé un reconocimiento médico con nuevas radiografías. Pero los mismos doctores que me dijeron que yo estaba tremendamente enfermo estaban sorprendidos y comprobaron que la enfermedad seria ya no estaba. Después de cuarenta años, yo todavía estoy agradeciendo al Padre Pío su ayuda. De hecho él no niega su ayuda poderosa a quien quiera que se la pida. Una señora dijo: "En 1954, mi padre que era un ferroviario cayó enfermo Con una enfermedad extraña que inmovilizó sus piernas. Él tenía cuarenta y siete años en ese momento. Se trató por muchos doctores sin éxito, y aproximadamente a los dos años de tratamiento, mi padre tenía que retirarse de su trabajo. Desde que la situación se puso peor, mi tío le hizo pensar, que debía ir a San Giovanni Rotondo dónde un fraile, a quien Dios le había dado muchos dones. Así que mi padre llegó a San Giovanni Rotondo con la ayuda de mi tío, enfrentando muchos problemas. En la Iglesia él se encontró con el Padre Pío quien dijo: "Permitan que ese ferroviario pase " El Padre Pío nunca se había encontrado con mi padre, por lo que era imposible que supiera que mi padre era un ferroviario. Sin embargo, el Padre Pío y mi padre se encontraron y hablaron durante algunas horas. Después, el Padre Pío puso su mano en el hombro de mi padre, y lo consoló animándolo con una sonrisa. En cuanto mi padre dejara al Padre Pío, comprendió que él había sido sanado. Mientras mi padre, arrojó de sus manos las muletas que necesitaba para caminar, mi tío lo siguió sorprendido. Un señor que vivía al sur de Italia en Puglia, era un ateo famoso en esa región. Él era bien conocido por la fortaleza con que él luchó contra la Religión católica. Su esposa era una mujer católica pero su marido le había prohibido estrictamente ir a la iglesia y hablar sobre Dios a sus niños. En 1950 ese hombre cayó enfermo. Los doctores hicieron un diagnóstico serio: él tenía dos cánceres, el primero en el cerebro, y el segundo detrás de la oreja. ¡No había esperanza para él! Aquí su informe: "Yo fuì al hospital de Bari, muy asustado por el dolor y el pensamiento de muerte. El miedo me obligó a orar a Dios. Yo no había orado desde que era un niño. Me recomendaron ir de Bari a Milán para operarme y salvar mi vida. El doctor me dijo que la cirugía era muy difícil y había muchas dudas en su resultado. Por la noche, cuando yo estaba en Milán, soñé con el Padre Pío. Él vino, tocó mi cabeza, y me dijo: "¡No se preocupe, usted se recuperará en el futuro". ¡La mañana después yo me sentía bien! Los doctores estaban bastante sorprendidos, debido a mi mejoría, sin embargo ellos pensaron que era necesario operarme. Por mi parte, yo estaba muy aterrado, me escapé del hospital, faltando muy poco tiempo para la cirugía, me escondí en la casa de mi pariente en Milán dónde mi esposa también estaba. Tiempo después yo tenía nuevamente el dolor y regresé al hospital. Al hacerme los nuevos exámenes los médicos se sorprendieron al constatar que ambos tumores desaparecieron. Yo también me sorprendí, porque cuando me hacían los chequeos, pude sentir un profundo perfume de violetas; que claramente me indicaba de la presencia del Padre Pío. Cuando pedí la factura al doctor antes de dejar el hospital, este me dijo: "Yo no he hecho nada para sanarlo, por lo que usted no tiene que pagarme". Cuando yo regresé a casa, quise ir a San Giovanni Rotondo para agradecer al Padre Pío. Estaba seguro que él me había sanado. Pero cuando yo llegué al convento, yo empecé a tener el dolor de nuevo. ¡Era tan doloroso que me desmayé! Dos hombres me llevaron al confesionario del Padre Pío. En cuanto lo vì dije: "Yo tengo cinco niños y estoy muy enfermo, por piedad Padre salve mi vida." - Él contestó: "Yo no soy Dios, ni Jesucristo, yo soy simplemente un sacerdote, como cualquier otro sacerdote, no más, quizá menos. ¡Yo no puedo hacer milagros! "Por favor, imploré a gritos,” el Padre Pío elevó sus ojos al cielo y yo vi su labios orando. En ese mismo momento sentí el mismo perfume de violetas que en el hospital. El Padre Pío me dijo: "¡Vaya a casa y ore! ¡Yo oraré por usted! ¡Usted se recuperará!” Posteriormente, después de orar el dolor no volvió nunca más. Cuenta un señor: "En 1950 mi suegra fue hospitalizada para una intervención del seno izquierdo. El cáncer era sumamente agresivo. En efecto, después de pocos meses, fue necesario, una nueva hospitalización, y otra intervención análoga, del seno derecho. Considerada la difusión del mal los médicos del Policlínico de Milán le dieron cuatro meses de vida. En Milán, alguien nos habló del Padre Pío y de los prodigios atribuidos a su fabulosa intercesión. Partí enseguida para San Giovanni Rotondo. Esperé mi turno para confesarme, y al hablarle le supliqué al fraile, la salvación para la madre de mi mujer. El Padre Pío suspiró largamente y luego dijo: "Oramos todos y se curará". Y así fue. Mi suegra después de la intervención se curó y fue personalmente a agradecer al Padre quien, sonriendo le dijo: "¡Vete en paz!” En lugar de los pocos meses previstos, mi suegra todavía vivió diecinueve años durante los cuales creció, en ella y en nosotros, la devota gratitud hacia el Padre Pío." Otra curación, por intercesión de Padre Pío, la que fue considerada un prodigio permanente. La curación concierne a un ex empleado del ferrocarril toscano, muerto en el año 1983, a los setenta años. El empleado del ferrocarril dijo: "Yo soy un desafío viviente a las leyes físicas." En el año de 1945 él vivió en la provincia de Siena. Estaba casado y tenía un niño. Trabajó como guardián de las instalaciones eléctricas de una estación ferroviaria. La mañana del 21 de mayo, mientras fue al trabajo en motocicleta, fue atropellado por un camión. Llegó al hospital moribundo. Los médicos le hallaron una fractura de cráneo, una fractura en el arco de la ceja izquierda, la rotura del tímpano izquierdo, la fractura de algunas costillas y cinco fracturas en la pierna izquierda. Estuvo en peligro de muerte por varios días, luego los médicos, dijeron que estaba fuera de peligro. La recuperación fue larga pero satisfactoria, excepto por la pierna. Estaba tan mal que los médicos no lograron curarla. Él fue a numerosos hospitales. Fuè hospitalizado en la Clínica ortopédica de Siena donde tuvo tratamiento por año y medio. Luego fue al hospital Rizzoli de Bolonia. Después de las primeras intervenciones las fracturas del fémur fueron saneadas parcialmente pero a causa de una serie de complicaciones, la pierna estuvo completamente rígida. Los médicos hablaron de anquilosis fibrosa de la rodilla "izquierda" y no lograron curarme. Además las heridas provocadas por las numerosas intervenciones quirúrgicas no se cerraron. Ya que todas las tentativas de doblar la pierna fueron inútiles, los médicos de la Clínica ortopédica de Siena decidieron intentar la "flexión forzada de la rodilla sobre preparo de Zuppinger”, en anestesia general. Pero las adherencias musculares y los ligamentos que pararon la articulación fueron tan resistentes que también aquella intervención resultó inútil. Más bien, cuando los médicos probaron con más fuerza, se partió de nuevo el fémur y tuve que quedar otros dos meses con la pierna inmóvil. Al principio del 1948, yo dejé la Clínica ortopédica de Siena y fui declarado incurable. Habría tenido que quedar con la pierna rígida por todo el resto de mi vida. Tenía treinta-cinco años y no lograba una buena presentación. Me recomendaron otros especialistas pero las esperanzas de éxito resultaron ser pocas y por lo tanto no quise afrontar una nueva intervención quirúrgica. Yo estaba desmoralizado. No quise ver a nadie. Ya no quería vivir. Desahogué todo mi dolor contra mi mujer que intentó siempre darme ánimo. Para movilizarme empleé las muletas, pero logré sólo arrastrarme por pocos metros porque la pierna, más allá de estar rígida, estuvo todavía llena de heridas sangrantes y dolorosas. A menudo, quise andar solo pero caí y entonces grité con toda mi rabia, blasfemando contra Dios y contra todo. Mi mujer era creyente, yo no. Ella iba a la iglesia y yo la regañaba. Blasfemé para hacerle despecho y ella lloró. Un día en nuestra, parroquia vino un religioso para dar algunas conferencias. Cuando el religioso fue informado de mi caso, él quiso hablar con mi mujer para confortarla: "¿Por qué no le entrega su caso al Padre Pió de San Giovanni Rotondo, un capuchino que hace milagros"? Mi mujer me refirió aquellas palabras con mucha esperanza pero estallé en irónica risotada, también pronunciando blasfemias e improperios contra el Padre Pío. Mi mujer no quiso perder aquella posibilidad y escribió muchas veces al religioso, pero no tuvo nunca una respuesta. Entonces reanudamos la conversación y traté de contentarla. Mi situación fue cada vez peor. Nos dimos cuenta, que para mí la vida había terminado. Era tanta mi desesperación, que al final del año le dije que probáramos a ir donde este sacerdote. El viaje fue dramático. En el tren fui acostado sobre una camilla, pero cuando tuve que subir y bajar del compartimiento los dolores fueron atroces. La primera etapa fue Roma. Para alcanzar a San Giovanni Rotondo sólo hubo un autocar y partió temprano por la mañana. Decidimos pasar la noche en una pensión Mientras me arrastré con las muletas resbalé en un charco, cayendo mal. Fui socorrido por los dependientes de los ferrocarriles, los que sabiendo que yo había sido un colega suyo me pusieron a disposición una habitación en los despachos de la estación y allí pasé la noche. Por la mañana temprano, yo, mi hijo y mi mujer cogimos el autocar para San Giovanni Rotondo. El autocar se paró a unos dos kilómetros de la iglesia de los capuchinos. Las calles no estaban asfaltadas. No sé cómo yo logré alcanzar la iglesia. Apenas entré, me acosté sobre un banco medio desmayado. No vi nunca una fotografía del Padre Pío, por lo tanto no pude reconocerlo. En la iglesia habían numerosos capuchinos. Cerca de mí hubo un fraile que estaba confesando a las mujeres. El visillo, que sirve para esconder al confesor, estaba abierto. El fraile tuvo los ojos bajos y las manos escondidas en las mangas de la túnica. Cuando levantó la derecha para dar la absolución me percaté que tenía los medios guantes. "es él" dije a mí mismo. En aquel instante el Padre Pío levantó los ojos y me miró por un par de segundos. Bajo aquella mirada mi cuerpo empezó a temblar, como si hubiera sido golpeado por una violenta descarga eléctrica. Después de algunos minutos el padre salió del confesionario y se fue. A las cuatro de la tarde fuimos de nuevo a la iglesia. Mi hijo me acompañó a la Sacristía. El Padre Pío ya estaba confesando. Habían algunas personas antes de mí. Después de un cuarto de ahora llegó mi turno. Apoyándome sobre las muletas, me acerqué al religioso. Intenté decir algo, pero no me dìó tiempo. Empezó a hablarme trazando un cuadro perfecto de mi vida, de mi carácter, de mi comportamiento. Fui completamente secuestrado por sus palabras y ya no pensé en la pierna. Cuando el Padre levantó la mano para darme la absolución, sentí de nuevo la terrible sacudida en todo el cuerpo. Me arrodillé e hice la señal de la cruz. Luego, siempre sin pensar en la pierna, me levanté, tomando las muletas y me alejé caminando normalmente. Todo esto lo hice normalmente. Mi mujer que estaba en iglesia, me vio llegar con las muletas en la mano, pero tampoco ella se percató que caminé normalmente. Me dijo: Qué bonita cara serena que "tienes" Nos paramos a orar un poco, luego nos encaminamos a la salida. Sólo en este momento mi mujer se dìó cuenta de lo que ocurrió: "Giuseppe, pero tú caminas" dijo. Me paré y observé con inmenso estupor las muletas que tenía en la mano. "Y verdaderamente, camino y no siento ningún dolor" contesté. "Papá" añadió a mi hijo - "cuando fuiste al Padre Pío también te has arrodillado". Pude hacer aquellos movimientos con la máxima espontaneidad, sin ningún dolor y dificultad. Me subí los pantalones y examiné las piernas: todas las heridas, que estuvieron doloridas y sangrantes hasta hacía poco, se cerraron. Ahora se veían sólo cicatrices perfectamente secas. "Estoy realmente curado" - le grité a mi mujer y me eché a llorar. La vuelta a casa fue una marcha triunfal. En todas partes en que nos parábamos, conté cuanto me ocurrió. Volví a la Clínica ortopédica de Siena. Los médicos quedaron estupefactos. Ante todo en verme caminar. Y luego porque las radiografías de mi pierna no habían cambiado en nada. La anquilosis fibrosa a la rodilla izquierda siempre estuvo presente y no habría podido de ningún modo caminar en aquellas condiciones. Mi caso también fue presentado a un congreso médico en Roma. Fui visitado por muchos ilustres especialistas que también provinieron del extranjero, y todos quedaron maravillados. LA BILOCACIÓN La Bilocación puede ser definida como la presencia simultánea de una persona en dos lugares diferentes. Numerosos testimonios unidos a la tradición religiosa cristiana cuentan varios sucesos de bilocación atribuidos al Padre Pío. Éstos son algunos testimonios: La Señora Maria, hija espiritual del Padre Pío, contó que su hermano, una tarde, mientras oraba, se durmió. De repente fuè golpeado con una bofetada sobre la mejilla derecha y él tuvo la sensación de sentir que la mano que lo golpeó fuera cubierta por un medio guante. Pensó enseguida en el Padre Pío y al otro día después de la misa se fue a saludarlo: "¿Es lícito dormirse cuándo se ruega"?, contestó el Padre Pío. Fue el Padre Pío quien lo "despertó". Un ex oficial del ejército, un día entró a la Sacristía y mirando al Padre Pío le dijo "Es justo él, no se equivoca". se acercó, cayó de rodillas y llorando repitió - Padre gracias por salvarme la vida en el campo de batalla. Sucesivamente el hombre contó a los presentes: "fui un Capitán de infantería y un día, sobre el campo de batalla, en una hora terrible de fuego, algo lejos de mí vi a un fraile, pálido y de ojos expresivos, me dijo: "Sr. Capitán, alèjese de ese sitio" - Inmediatamente corrì y antes de que llegara, al sitio dónde antes me encontraba, estalló una granada enorme que abrió un remolino. Me volví hacia el monje para agradecerle pero ya habìa desaparecido". El Padre Pío en bilocación le salvó la vida. El Padre Alberto, a quien el Padre Pío conoció en 1917, contó: "Vi hablar al Padre Pío mientras se encontraba de piè cerca de la ventana con la mirada fija sobre la montaña. Me acerqué a èl para besarle la mano pero él no se dió cuenta de mi presencia y tuve la sensación de que su mano estaba entumecida. En aquel entonces lo escuchè que con voz muy clara, en el momento en que dió la absolución a alguien. Después de un instante el padre se sacudió como si se se despertara. Volteàndose hacia mí, me dijo: - ¿Estáis aquí?, no me enteré de ello -. Algún día después llegó de Turín un telegrama de agradecimiento al Padre Superior por haber mandado al Padre Pío a asistir a un moribundo. Del telegrama se pudo intuir que el moribundo estaba muriendo en el momento en que el Padre Pìo en San Giovanni Rotondo, pronunció las palabras de absolución. Obviamente el Superior no envió al Padre Pío al moribundo, sino que el Padre Pío lo visitó en bilocación. Una familia americana vino de Filadelfia a San Giovanni Rotondo, en el 1946, para agradecer al Padre Pío. El hijo piloto de un avión de bombardeo, en la II Guerra Mundial, fuè salvado por el Padre Pío en el cielo en el Océano Pacífico. El avión cerca de aterrizar en el aeropuerto, después de haber efectuado un bombardeo, fue golpeado por los cazatorpederos japoneses. "El avión" - contó el hijo, "Se precipitó y estalló apenas que la tripulación pudiera tirarse en paracaídas. Solamente yo, no sé como, logrè salir a tiempo del avión. Traté de abrir el paracaídas pero no se abrió; me habría estrellado, por tanto, al suelo si de repente no hubiera comparecido un fraile con la barba que tomándome entre los brazos me depuso dulcemente delante de la entrada del mando de la base. Imagináis el estupor que provocó mi cuento. Fue increíble pero mi presencia "obligó" a todos a creerme. Reconocí al fraile que me salvó la vida cuando, un día, mandado con permiso, llegué a casa y mi madre me enseñó la fotografía del Padre Pío, el fraile a cuya protección en sus oraciones y lagrimas de madre me había encomendado. ¡Que grande e importante es la oración de una madre! Una señora, mujer de un empresario naval, era huésped de su hija en Bolonia. Tenìa un tumor maligno en un brazo y la señora con la ayuda de su hija decidió hacerse operar. El cirujano aconsejó tener paciencia y esperar, por lo tanto posteriormente fijarìa la fecha para la intervención quirúrgica. En la espera el marido de la hija mandó un telegrama al Padre Pío; suplicando por la salud de su suegra. A la hora en que el telegrama llegó a manos del Padre Pío, la señora, que estuvo sola en el cuarto de estar de la casa de la hija, vio abrir la puerta y entrar a un fraile capuchino. "Soy el Padre Pío de Pietrelcina" le dijo. Después de preguntarle algunas cosas del cirujano, la exhortó a tener confianza en la Virgen, el Padre Pìo le hizo una señal de la cruz en el brazo, por lo tanto, saludándola, salió. La señora llamó a la camarera, la hija y el yerno. Preguntó porque hicieron entrar al Padre Pío sin anunciarlo, pero le contestaron que no lo vieron y que, en todo caso, no abrieron la puerta a nadie. Al día siguiente el cirujano visitó a la señora para prepararla para la operación, pero no encontró ningún tumor. El tumor se desapareció apenas el Padre Pìo le dió la bendición. El obispo que el 10 de agosto de 1910, en la catedral de Benevento, fuè preparado para la muerte por el Padre Pío que, en bilocación, fue a hacerle una visita. Hasta el beato don Orión declaró lo siguiente sobre la bilocación del Padre Pío: "En la Basílica de San Pietro, en la ceremonia de beatificación de Santa Teresa del Niño Jesús, estaba también el Padre Pío, en bilocación. Lo vì venir hacia mí, sonriendo. Fuì a su encuentro, a través de la muchedumbre, pero cuando llegué, él desapareció." El Padre Pío en bilocación celebró una Misa en la Capilla de un monasterio de monjas en Checoslovaquia, en 1951. Después de la celebración de la Misa las monjas fueron a la Sacristía para ofrecerle al Padre una tacita de café y darle las gracias por la Misa y la inesperada visita, pero en la Sacristía no había nadie. Las monjas pudieron constatar así que; el Padre Pío fuè a efectuar la Santa Misa en bilocación. El Padre Pío, en bilocación, dìó la Misa al primado de Hungría, en la cárcel, en Budapest, en 1956. Alguien, que conocía del episodio preguntó: "Padre Pío, UD le ha dado la Misa y le ha hablado, pero entonces, si UD ha estado en cárcel, y lo ha visto" - "Cierto, si le he hablado también lo he visto"... contestó el Padre Pío. La Madre Esperanza, fundadora de las Criadas del amor Misericordioso, contó de haber visto al Padre Pío, por un año entero, todos los días en Roma. Sabemos muy bien que el Padre no ha estado nunca en Roma, si no una vez para acompañar a la hermana que decidió entrar al monasterio de clausura en el año 1917. Estuvo en bilocación todos los días. El General Cadorna, después de la derrota de Caporetto cayó en un estado de depresión severa y decidió suicidarse. Una tarde se encerró en su habitación y dìó orden a su ordenanza de no dejar pasar a nadie. Entrado en su habitación, extrajo de un cajón una pistola y mientras se estaba apuntando a la sien oyó una voz que le dijo: "General, ¿no querréis cumplir en absoluto esta tontería"? Aquella voz y la presencia de un Fraile apartaron el General de su propósito, dejándolo petrificado. ¿Pero, como fue que pudo entrar este personaje en su habitación? Pidió explicaciones al ordenanza pero le contestó no haber visto pasar a nadie. Años después, el general, se enteró por la prensa, que un Fraile que vivía sobre el Gargano hacia milagros. Se fuè de incógnito a San Giovanni Rotondo y con gran asombro al fraile capuchino aquella tarde reconoció. “Ha corrido un riesgo enorme aquella tarde, ¿eh general?”, le dijo el Padre Pío. LOS PERFUMES DEL PADRE PÍO La osmogenesia es un carisma poseído por algunos Santos. Tal carisma, en algunas circunstancias permitió percibir a distancia perfumes particulares. Tales perfumes son definidos como olores de santidad. El Padre Pío poseyó tal carisma y tales fenómenos fueron tan frecuentes para él que la gente común fue acostumbrada a definirlos como los Perfumes del Padre Pío. A menudo el perfume emanó de su persona, de los objetos que tocó o de sus vestidos. Otras veces el perfume fue perceptible en los lugares por donde pasó. Un día un conocido médico sacó de la llaga del costado del Padre Pío una venda que fue usada para taponar la sangre. Él guardó la venda en un estuche para llevarla al laboratorio de Roma, para analizarla. Durante el viaje, un Oficial y otras personas que estuvieron con él dijeron sentir el perfume que generalmente el Padre Pío emanaba. Ninguna de aquellas personas sabía que el médico tenía en el bolso la venda empapada de la sangre del Padre Pío. El médico conservó aquel paño en su estudio, y el extraño perfume impregnó por largo tiempo el entorno, tanto que los pacientes que fueron de visitas pidieron explicaciones. El Fraile Modestino contó: "Una vez me encontraba de vacaciones en San Giovanni Rotondo. En la mañana me presenté en la Sacristía para servir la Misa al Padre Pío, pero otros monjes discutieron para tener este privilegio. El Padre Pío interrumpió aquella discusión y dijo - la Misa sólo la sirve él - y me indicó. Nadie habló más, acompañé el Padre al altar de San Francisco. Yo empecé a preparar el Altar para la Santa Misa en absoluta concentración. En el momento del "Sanctus" tuve un repentino deseo de percibir aquel indescriptible perfume que ya muchas veces olí cuando besé la mano de Padre Pío. El deseo fue concedido enseguida. Una oleada de perfume me envolvió. El perfume siempre aumentó más. Ya no lograba respirar. Me apoyé con la mano en la balaustrada para no caer. Estuve a punto de desmayarme y le pregunté mentalmente al Padre Pío para evitar esto frente a tanta gente. En aquel preciso instante el perfume desapareció. En la tarde, mientras acompañé el Padre a su celda, le pedí al Padre Piadosas explicaciones sobre el fenómeno. Me contestó: “Hijo mío, no soy yo. Es Dios el que actúa. Lo hace sentir cuando quiere y a quien quiere. Todo ocurre como le gusta a él." Yo estaba detrás de una ventana del confesionario y desde mi ventana vi al Padre Pío que confesaba del otro lado del confesionario. Una señora contó. Mientras yo penséfiore.gif (2499 byte) dentro de mí que estaba a punto de hablar a un santo, fuì inundada por un fuerte perfume de azucenas. Eso me impresionó mucho, ya que el cuento de los perfumes nunca lo creí. Y así yo me convencí que los perfumes de Padre Pío existieron realmente. Una señora de Bolonia de 24 años. Usted se fracturó el brazo derecho que, tres años antes, fue operado en consecuencia de un grave accidente. Después de una nueva operación y después de una larga cura, el cirujano le dijo al padre de la chica que ella ya no podía usar el brazo. En efecto el brazo fue completamente inmovilizado en consecuencia de la remoción de una sección del omóplato. Un injerto óseo no logró sanarla. Desolados, padre e hija, parten para San Giovanni Rotondo. El Padre Pío los recibe, los bendice y declara: "¡Sobre todo ninguna desesperación! ¡Confiad en Dios! El brazo se curará”. Era a finales de julio de 1930. La enferma vuelve a Bolonia sin ninguna mejoría. ¡El Padre Pío se ha equivocado pues! Nadie piensa más en este problema y los meses transcurren. El 17 de septiembre, el día en que se celebran los estigmas de San. Francisco, de repente el apartamento en que vivía la familia es invadido por un delicioso olor de junquillos y rosas. Este fenómeno, duró un cuarto de hora y Los inquilinos estaban asombrados y buscaron en vano el origen de aquellos maravillosos perfumes. Desde aquel día la joven reanudó el empleo del brazo. Una radiografía, que ella conservó celosamente, enseñó la reparación del hueso y los cartílagos. Un hombre contó: "... un día, mi mujer me convenció a ir a ver al Padre Pío. Yo no entraba en una iglesia desde hacía veinticinco años, precisamente del día de mi boda. Sentí la necesidad de confesarme, pero el Padre Pío, en cuanto yo estaba delante de él me dijo bruscamente, sin tampoco mirarme: "Vete de aquí" - "Estoy aquí para confesarme, y obtener la absolución" - le dije toscamente. "Vete he dicho", me contestó toscamente. Entonces me fuì. Yo atravesé de carrera la iglesia pequeña hasta el hotel. Mi mujer, que me vió salir velozmente, me alcanzó en la habitación del hotel. - "¿Qué cosa ha sucedido? ¿Qué haces"? - me preguntó. "Hago la maleta y me voy". En aquel entonces una oleada de perfume me sobresaltó. Un perfume intenso, maravilloso. Quedé pasmado, totalmente asombrado y maravillado Me calmé en un santiamén. En un instante sentí nacer en mí un gran deseo de regresar al Padre Pío. Regresé al otro día; pero primero hice un esmerado examen de conciencia. El Padre Pío me acogió benévolamente y me dio la absolución." ¡Que grande y espléndido es este maravilloso fraile, salvó mi alma obsequiándome el fabuloso don de la conversión, Aleluya, Gloria a Dios! Cuenta una señora - Mi marido tuvo un accidente de transito y fuè transportado moribundo al hospital de Tarento. Los médicos dijeron que no podían salvarlo. Cuando fui a visitarlo, cada día rogué delante de un monumento del Padre Pío que estaba en el jardín del hospital. El "Santo" un día, para darme la señal de haber acogido mis súplicas, me hizo sentir un maravilloso perfume de azucenas. Desde aquel momento las condiciones de mi marido mejoraron y se han encaminado hacia la completa curación. Un señor de Toronto cuenta: - En el año 1947 mi mujer que se enfermó gravemente, fuè hospitalizada en una clínica de Roma para una delicada intervención quirúrgica. Yo partí para San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre Pío y, después de haber recibido la sacramental absolución, le describí al Padre las condiciones de salud de mi mujer. Luego yo añadí: "Padre, ayúdeme a rogar" En aquel instante advertí un perfume delicioso y persistente que me sorprendieron. Volví tarde a casa, era ya la noche. Apenas abrí el portón, advertí de nuevo aquel mismo perfume que sentí junto al Padre Pío y me animé, sintiéndome bastante confiado. Mi mujer fuè operada, y aunque fue muy peligrosa, la operación. Salió perfectamente bien. A ella le conté la experiencia maravillosa experimentada, y junto agradecimos al venerado Padre Pío, entre las lágrimas de intensa y sincera conmoción. Estamos muy agradecidos al Santo fraile de Pietrelcina. Dos jóvenes novios polacos, domiciliados en Inglaterra, tuvieron que tomar una grave decisión. Bajo el punto de vista humano la situación pareció desgraciada. ¿Qué hacer? Alguien dijo de preguntar un consejo al Padre Pío. ¡Se lo escribieron pero no tuvieron a ninguna respuesta! Entonces decidieron ir a San Giovanni Rotondo, para preguntarle directamente al padre una ayuda y un consejo. ¡De Inglaterra a Apulia, el trayecto es largo! Los viajeros se paran Berna en suiza para hacer una parada y se preguntaron con angustia si merecía la pena de continuar. Ellos pensaron: "Supongamos que el Padre nos reciba " Una tarde estaban hablando y estaban un poco tristes, en una habitación de hotel de baja categoría. En efecto para ahorrar dinero alquilaron un desván. Era invierno y nevó. Llenos de frío y desmoralizados, habrían querido regresar, cuando de repente se sintieron envueltos por un perfume exquisito y fuerte, tan agradable, que fueron reconfortados. La mujer se metió a inspeccionar los muebles para encontrar el frasquito de perfume que seguramente había sido olvidada por algún viajero despistado. ¡Pero las búsquedas fueron inútiles! Poco después el perfume desapareció y la habitación volvió a exhalar el usual olor de tufo fétido y moho. La curiosidad se les despertó, y los dos viajeros, interrogaron al propietario del hotel el cual no sabía nada del perfume. Fue la primera vez que los clientes de su hotel, creyeron en el perfume. Pero este suceso los reanimó y les confirmó en el propósito de continuar el viaje. Ellos llegaron a San Giovanni Rotondo y fueron recibidos por el Padre Pío, y ellos con los brazos abiertos. El joven, que habló italiano, pidió excusa. - "Os hemos escrito Padre, pero ya que "no nos habéis contestado"... ¿- No os he contestado; cómo? ¿Y aquella tarde en el hotel suizo, no habéis sentido nada?... Con pocas palabras solucionó sus dificultades y los dejó. Ellos estaban llenos de alegría y gratitud, entendieron solamente entonces "aquel extraño modo de contestar" del Padre Pío. Un señor conoció al Padre Pío a causa de una serie de coincidencias bastante extrañas. Él cuenta: "Yo escuché hablar por primera vez, de esta obra de Dios, después de la guerra; sobre todo de un amigo periodista. Ya que este amigo mío conoció bien al Padre Pío, él me habló del Padre Pío con un entusiasmo que a mí pareció excesivo. Mi primera reacción fue de indiferencia e incredulidad, especialmente cuando mi amigo me contó de ciertos fenómenos como los perfumes del Padre Pío, que muchos dijeron de percibir en lugares muy lejanos del religioso. En cierto momento, en cambio, empezaron también a ocurrirme estos extraños hechos. De repente sentí un intenso perfume de violetas en lugares insólitos, dónde fue imposible que hubieran flores. El pensamiento me corrió hacia el Padre Pío, pero me rebelé, me dije a mí mismo que era víctima de sugestiones. Un día el fenómeno también me ocurrió mientras estaba de vacaciones con mi mujer. Yo fui a la Estación Ferroviaria para enviar una carta y en aquel lugar, que no es perfumado normalmente, sentí aquel inconfundible perfume de violetas. Mientras reflexioné sobre aquel hecho, mi mujer dijo: ¿“Pero de dónde viene este perfume"? ¿ Tú también lo sientes "? Le pregunté maravillado. Entonces le conté del Padre Pío, de las discusiones con mi amigo y de aquel perfume que desde hace tiempo me persiguió. "Si" »Si yo fuera tú, dijo mi mujer partiría enseguida para San Giovanni "Rotondo". Al día siguiente estuvimos de viaje. Cuando llegamos delante de él, el Padre me dijo: "Ay, he aquí a nuestro héroe; mucho tiempo he esperado para hacerlo venir". Aquel mismo día tuve el privilegio de hablar con él, y desde aquel momento mi vida cambió. Un señor cuenta: " Hace algunos años tuve un infarto cardíaco. Me aconsejaron someterme a una intervención quirúrgica para mejorar mi condición de vida, y decidí hospitalizarme. Era el mes de junio de 1991. Durante la operación, que fue concluida con éxito, me fueron instalados 4 by-pass. Desafortunadamente, cuando me desperté después de la anestesia, me percaté que la pierna y el brazo derecho estaban paralizados. La amargura fue grande, pero después del primer instante de desaliento, la fe volvió a sustentarme y empecé a rogar al Padre Pío. Mi confianza en el venerado Padre no fue quebrantada. Rogué haciendo una novena que mi pobre mamá, aconsejó para casos desesperados y, después de tres días, en la misma mañana en que acabé la novena, incluso sólo siendo rodeado por otros enfermos, sentí alrededor de mí un perfume intenso de muguete. Cuando éste perfume se desvaneció, sentí un hormigueo en el pie derecho y entendí enseguida que mis ruegos fueron atendidos." Le oré con fe y fuì escuchado y atendido rápidamente, como todo el que le ruega, porque su amor es inmenso y especialmente por los enfermos. Testimonio de una señora: - "Yo tuve una grave enfermedad en los ojos que limitó mi campo visual y que me hizo sufrir y ver poco. Consulté a diferentes médicos y después de varios análisis me fue diagnosticada una hemorragia ocular irreversible y un probable tumor en la hipófisis. Eso me proporcionó mucha ansiedad y sufrimiento; en efecto el médico dijo que esta enfermedad no podría ser curada. Estuve de viaje y a punto de alcanzar Benevento. Pude llegar a Pietrelcina, dónde tuve la suerte de visitar los lugares del venerado Padre Pío. Durante la visita en una de las últimas habitaciones que hospedaron al Padre, yo tuve una fuerte conmoción y mientras rogué por mis parientes, sentí un intenso perfume de incienso. Al regresar a Roma, en tren, medité sobre lo que me ocurrió y me amargué por no haber rogado al Padre Pío por mis ojos enfermos. Supliqué enseguida, con fe, su intervención. La ayuda del Padre Pío no se hizo esperar, mejoré progresivamente y después de poco tiempo recobré totalmente la vista. El especialista que me visitó, registró maravillado la total recuperación del campo visual que ocurrió misteriosamente." Un señor de Canicattì (Sicilia - Italia), cuenta: "Al principio del año 1953, mi mujer fue afectada por una grave forma de nefritis. Se encontraba en los primeros meses de embarazo; y los médicos dijeron que su vida y la del niño estaban en peligro. Ninguna cura fuè eficaz. El 3 de mayo, yo estaba desesperado y escribí una carta al Padre Pío suplicándole ayuda y sus ruegos. Después de un tiempo, mi mujer y yo al mismo tiempo, pero en habitaciones diferentes, olimos un misterioso y agradable perfume de rosas. En aquel preciso instante, llamó a la puerta de la casa, el cartero y nos entregó una carta, enviada desde el convento de San Giovanni Rotondo. En la carta decía que el Padre Pío había rogado por mi mujer y por la criatura que llevaba en su seno. Al día siguiente mi mujer, se hizo una prueba médica en el laboratorio, la cual determinó que mi mujer estaba curada". Un famoso abogado devoto del Padre Pío cuenta: "Un día en que yo estaba en la iglesia vieja del convento y participaba en la Santa Misa, la larga y maravillosa Misa del Padre Pío. En el momento en que el sacerdote elevó la Sagrada Hostia, me distraje pensando, y me quedé de pie. Fui el único, entre toda la muchedumbre de fieles arrodillados; el único aparentemente irreverente De repente fui sacudido por un penetrante y agradable olor de violetas que me hizo volver a la realidad; y miré a mi alrededor, también me arrodillé; con la rodilla en tierra pero sin pensar en el extraño perfume. Como siempre, después de la función religiosa, fui a saludar al Padre que me acogió con esta sorpresa: "Hoy estuviste un algo despistado" - "Usted Padre, me ha despertado, dichosamente me ha despertado vuestro perfume"... - "¿Pero cuál perfume?, “¿tu no quieres unas bofetadas?” CLARIVIDENCIA E INTROSPECCIÓN DE LAS ALMAS Poseído obviamente solamente por los Santos, consiste en un don sobrenatural que les permite ver cosas lejanas o de prever el futuro o bien de ver y oír a distancia en el espacio y en el tiempo sin usar los mismos sentidos y las normales capacidades del intelecto. Se trata de mirar con los ojos del alma. Tal habilidad fue experimentada por el Padre Pío aunque, en él, encontró un desarrollo completamente particular. En efecto, el Padre Pío logró escudriñar a una persona hasta alcanzar las partes más ocultas del alma. Muchos testimonios existen de estas intervenciones del Padre Pío. Una señora de Bolonia cuenta: "Una vez mi madre fue a ver al Padre Pío con algunas de sus amigas. Apenas llegó a San Giovanni Rotondo encontró en la Sacristía del convento al venerado Padre que enseguida le dijo: "¡Y tú estás acá! Vas enseguida a FOTO17.jpg (7875 byte)casa porque tu marido está mal". Mi madre quedó sin aliento, partió dejándolo en óptima salud. Partió con el primer transporte. Cuando llegó a casa, alarmada, no hubo alguna novedad. Pero durante la noche mi padre tuvo graves dificultades de respiración. Algo le comprimió la garganta. Mi madre trató de calmarlo y llamó al médico. Hacia las once de la noche mi padre fue hospitalizado y llevado de urgencia al quirófano. El cirujano que lo operó le extrajo de la garganta dos vesículas de pus. El Padre Pío vio por lo tanto con antelación lo que estuvo a punto de ocurrirle al marido de la señora y, con su consejo y su ruego logró influir en la feliz solución del caso. Un hijo espiritual del Padre Pío que habitó en Roma, estando junto a algunos amigos, por vergüenza, no hizo lo que se debe hacer al pasar al frente de una Iglesia, una pequeña reverencia en señal de saludo a Jesús sacramentado, levantándose el sombrero. He aquí entonces repentina y fuertemente escucha una voz - la voz de Padre Pío - y una palabra: "¡Cobarde!" Fuè después de algún tiempo a San Giovanni Rotondo y sintió al Padre Pío que le dijo: "Atento, esta vez te he regañado solamente, la próxima vez te daré una bonita bofetada." A la hora del ocaso, en el jardín del convento, el Padre Pío, que está conversando amablemente con algunos fieles e hijos espirituales, y se da cuenta de no tener consigo el pañuelo. Entonces se dirige a uno de los presentes y le dice: "Por favor, he aquí la llave de mi habitación, tengo que sonarme la nariz, tráeme el pañuelo". El hombre va a la habitación, pero, además del pañuelo, toma uno de los medios guantes de Padre Pío y se lo pone en el bolsillo. ¡No puede perder una ocasión de tener una reliquia! Pero al regresar al jardín, entrega el pañuelo y siente decir al Padre Pío: "Gracias, pero ahora vuelve en la celda y repones en el cajón el medio guante que te has metido en el bolsillo." Una señora, cada tarde, antes de ir a dormir, se arrodilló adelante de una fotografía del Padre Pío y le pidió la bendición. El marido, incluso siendo un buen católico y fiel del Padre Pío, creyendo que aquel gesto era exagerado, se burlaba de su esposa riéndose. Un día habló con el Padre Pío: "Mi mujer, cada tarde se arrodilla delante de vuestra fotografía y os pide la bendición". "Usted, lo sabe": el Padre Pío le contestó, "y tú te ríes cada tarde." Un día, un hombre, católico aprendiz, y estimado en los medios eclesiásticos, fuè a confesarse con el Padre Pío. Ya que quiso justificar su conducta, empezó señalando a una "crisis espiritual". En realidad vivió en el pecado: él estaba casado y descuidó a su mujer y trató de superar la crisis entre los brazos de una amante. Nunca imaginó estar arrodillado a los pies de un confesor "anormal". El Padre Pío, levantándose velozmente, gritó: "¡No es una crisis espiritual! Tú eres un adúltero y Dios se ha irritado contigo. Vas fuera"! Un señor contó: "Yo decidí parar de fumar y de ofrecer este pequeño sacrificio al Padre Pío. Al empezar el primer día, cada tarde, con el paquete de cigarrillos integro en la mano, me paré delante de su imagen diciéndole: "Padre es uno... ". A. el segundo día "Padre, es dos... ". Después de unos tres meses, todas las tardes hice la misma cosa. Un día fui a verlo "Padre", le dijo en cuanto lo vi., "son 81 días que no fumo, 81 paquetes... ". Y el Padre Pío contestó: Lo sé "cómo tú lo sabes, me los has hecho contar todas las tardes." El chofer del autobús que transportaba a los turistas en la excursión hacia el Gargano estuvo en la Sacristía esperando el momento de salir cuando el Padre Pío llegó. El chofer que estuvo entre el grupo de una decena de personas fue notado por el Padre Pío que le dijo: "Hijo, ¿no pides tú tampoco la bendición"? El chofer, sorprendido, se arrodilló para recibir la bendición pero el Padre Pío en lugar de bendecirlo le preguntó: " Bien, ahora dime lo que has hecho”, "Nada Padre, no he hecho nada, me he confesado hace dos horas en Sant' Angelo y también he tomado la Comunión con los turistas que acompaño". "Y"…….. ¿Después? “He adquirido objetos religiosos". "No, las santas imágenes te han hecho blasfemar, pero,……..y aquellas cosas dulces... ". El chofer desconcertado, recordó que después de la Santa Misa blasfemó porque el número de los dulces adquiridos fue inferior a aquél deseado y solicitado por los turistas. Avergonzado intentó decir algo pero el Padre Pío, en privado, se lo impidió diciendo: "No basta: con venir a San Giovanni Rotondo, has desprestigiado y ofendido a un carretero que no mantuvo su derecha". El chofer, que contestó de no haber hecho nada, empezó, confuso, a recitar el acto de dolor." Una señora italo-inglesa, llegada por Inglaterra se presentó al confesionario del Padre Pío pero en lugar de confesarla, cerró la taquilla del confesionario diciéndole: "Para tì no estoy disponible". ¿Por cuál motivo el Padre Pío no quiso confesarla? ¿Después de haber esperado un par de semanas durante las que ella fue casi todos los días al confesionario? Un día la señora por fin fue escuchada por el Padre Pío. La señora en la iglesia le reclamó porque la hizo esperar mucho tiempo y el Padre Pío le contestó: "¿Y tú cuánto has hecho esperar a Nuestro Dios? Te tienes que preguntar como ahora Jesús pueda acogerte, después de los muchos sacrilegios cometidos. Tú, por años, has comido tu condena; por años, al lado de tu marido y tu madre, has hecho la santa comunión en pecado mortal." La mujer, arrepentida, trastornada, suplicó llorando la absolución. Cuando, tiempo después regresó a Inglaterra fue la personificación de la alegría. Un señor cuenta: - "Una tarde comí algunos higos de más. Hice escrúpulo de ello. He cometido un pecado de garganta - me dije - por cuyo motivo me confesaré con el Padre Pío, yo confesaré este pecado". Al día siguiente, caminando lentamente por la calle hacia el convento, hice el examen de conciencia. Yo no recordé el pecado de garganta. Me confesé pero antes de concluir la confesión, antes de la absolución, le dije al Padre Pío: "Yo creo que estoy olvidando una culpa, quizás la más grave, pero no logro recordarla". "Eh vete a la calle, " - me contestó sonriendo - ¡"por dos higos"! Dios ve todo y de todo tendremos que darle cuenta. El cuento que sigue, demuestra que también nuestros pensamientos más escondidos son conocidos por Dios. Un hombre, en el 1920 se presenta al convento de los Capuchinos para hablar con Padre Pío, ciertamente no es más que un penitente en busca de perdón, a todo esto, piensa que el perdón es solo para una banda de criminales, este hombre ha decidido matar a su mujer para casarse con otra. Quiere matarla y quiere procurarse una coartada indiscutible. Sabe que su mujer es devota de un Fraile que vive en un pueblecito del Gargano, allí nadie los conoce a ellos y puede llevar fácilmente a la práctica su homicidio. Un día este hombre convence con una excusa a su mujer para hacer el viaje. Cuando llegan a Apulia, él la invita a visitar al fraile. Se alojan en un hotel de las afueras y manda a su mujer al convento para confesarse, de manera que visitando al fraile ya tiene una coartada. Piensa visitar una tasca con los amigos e invitarlos a beber y a jugar un partido de cartas. Alejándose más tarde con una excusa iría a matar a la mujer apenas saliera de la confesión. Todo alrededor del convento es campo abierto y en la penumbra de la tarde nadie se dará cuenta de nada, y mucho menos que bajo tierra hay un cadáver. En fin, vuelto a la tasca seguiría entreteniéndose con los compañeros de juego para luego partir, solo, tal y como había llegado. El plan era perfecto, pero no había tenido en cuenta la cosa más importante; que mientras él planeaba el homicidio, alguien escuchaba su pensamiento. Cuando llega al convento ve al Padre Pío que confesaba a algunos paisanos, y tomado por un impulso que tampoco él logra contener, se arrodilla a los pies de aquel confesor de los hombres. No ha acabado tampoco la señal de la cruz cuando salen gritos inconcebibles del confesionario: "¡Vas fuera! Vas fuera!” ¡Vas fuera! ¿No sabes que es prohibido por Dios mancharse las manos de sangre con un homicidio? ¡”Vas fuera! Vas fuera"! - En fin lo agarró por un brazo, el capuchino acaba de echarlo. El hombre está conmocionado, incrédulo, y desalentado; al verse descubierto huye aterrorizado hacia el campo, dónde, cae a los pies de un peñasco, con la cara en el barro; y por fin se da cuenta de los horrores de su vida de tanto pecado. En un instante vuelve a ver toda su existencia; y, entre lacerantes tormentos del espíritu, comprende completamente su aberrante maldad. Atormentado y arrepentido desde lo más profundo de su corazón vuelve a la Iglesia y le pregunta al Padre Pío, si puede confesarlo verdaderamente. El padre se lo concede y esta vez, con infinita dulzura le habla como si lo conociera desde siempre. Más bien, para ayudarlo a no olvidar nada de aquella vida desorientada, le enumera todo, momento por momento, pecado por pecado, crimen por crimen, con detalles particulares de cada uno. Llegando hasta el último crimen premeditado, aquel de matar a su propia mujer, a la leal compañera de su vida. El hombre, escucha de labios del gran Santo; la narración del homicidio que sólo él ideó en su mente y que ningún otro mortal conoce en su conciencia, Exhausto pero por fin libre, se tira a los pies del fraile y suplica humildemente perdón. Pero allí no termina todo. Terminada la confesión, mientras se aleja del convento es vuelto a llamar por el Padre Pío, quien le dice: “¿Has deseado; tú tener hijos, no es cierto?” ¡Caramba este santo, incluso èsto sabe! - "¡Ahora bien, ya no ofendas nunca más a Dios y un hijo te nacerá"! Aquel hombre regresó exactamente, el mismo día después de un año, totalmente convertido y padre de un hermoso hijo nacido de su esposa, de aquella misma mujer que él quiso matar. El padre Guardián del convento de San Giovanni Rotondo contó: - "El otro día, un comerciante de Pisa ha venido a preguntarle al Padre Pío acerca de la curación de una hija. El padre lo mira y dice: "Tú estás más enfermo que tu hija. Yo te veo muerto". "Pero no, pero no, yo estoy muy bien"... - ¡"Desdichado"! Gritó el Padre Pío - ¡"Desgraciado”! ¿Cómo puedes decir que estás bien con tantos pecados sobre la conciencia? ¡“Veo de ellos al menos treinta y dos"! Imagináis el estupor del comerciante. Después de la confesión él contó a todo el que quisiera escucharlo: ¡"Él ya sabía todo y me ha dicho todo"! Un sacerdote contó, una aventura de un cofrade suyo, que vino desde muy lejos para confesarse; con el Padre Pío. Él tuvo que esperar muchas horas en Bolonia. Después de la confesión, el Padre Pío le preguntó: "Hijo mío, ¿no recuerdas lo otro"? - "Nada, Padre" - "Vamos, busca un poco"... - Éste examinó su conciencia pero no encontró nada. Entonces el Padre Pío le dijo con extrema dulzura: “Hijo mío, ayer por la mañana, has llegado a Bolonia a las 5.00 de la mañana. Las iglesias todavía estaban cerradas. En lugar de esperar, has ido al hotel para descansar un poco antes de la Misa. Te has acostado sobre la cama y luego te has dormido tan profundamente que te has despertado a las tres de la tarde. Por la tarde, era demasiado tarde para celebrar la misa. Lo sé, no lo has hecho por malicia, pero fue una negligencia que hirió a Nuestro Dios." En tantos tiempos; que las grandes muchedumbres acudieron al Padre Pío, fueron enviados al convento dos guardias civiles que siempre le protegieron. Un día, en la Sacristía, mientras se retiraba, después de la celebración de la Santa Misa, el Padre se dirigió sonriendo a uno de los dos guardias civiles: "Apenas termines aquí, después que yo haya hecho el agradecimiento de la Misa, vienes a mi habitación porque tengo que hablarte". El guardia civil se alegró, y esperó que el Padre acabara y luego fuè a su habitación. "Siéntate", le dijo el Padre Pío, "dentro de ocho días tú vas a la casa de tu padre y mueres, hijo mío". “Pero Padre, está muy bien", dijo el guardia civil. "No te preocupes", añadió el capuchino. "es mejor dentro de ocho días.” ¿Qué es esta vida? Una romería; estamos en un tren que para hoy por ti. Pide un permiso a tu jefe y te vas a tu casa. Porque si te quedas aquí; Mañana tú mueres y no saben nada los parientes" El guardia civil, trastornado por estas palabras preguntó: "Padre; ¿puedo contar cuánto me habéis dicho"? "No, ahora no, le contestó el Padre, sólo lo dirás cuándo estés en casa". El joven pidió un permiso para ir a casa. No quisieron concedérselo, porque no había ninguna justificación adecuada pero por la intercesión del mismo Padre Pío, el guardia civil consiguió la licencia. Llegando a casa el guardia civil les dijo a sus padres: " El Padre Pío me ha dicho que moriré, he venido a saludarlos". Después de ocho días el guardia civil murió. Además de las visiones, los religiosos del convento de Venafro, que hospedaron al Padre Pío por poco tiempo, fueron testigos de otros fenómenos inexplicables. Cuando estuvo gravemente enfermo, el Padre Pío demostró estar en absoluta capacidad de leer los pensamientos de las personas. Un día el Padre Agostino fue a buscarlo. "Esta mañana haga una oración particular por mí", dijo el Padre Pío, y le preguntó que pasaba. Bajando a la iglesia, el Padre Agostino decidió encomendar al fraile de manera muy especial durante la Santa Misa, pero luego se le olvidó hacerlo. El Padre Pío le preguntó: ¿ Ha rogado por mí"? Lo olvidé, dijo el Padre Agostino .Y el Padre Pío contestó: "menos mal qué el buen Dios, ha aceptado el propósito que UD tenía cuando bajó las escaleras." A la segunda llamada para confesar a un hombre, el Padre Pío, levanta la cabeza y severamente dice en alta voz "¿En fin este hombre ha hecho esperar veinticinco años a nuestro Dios, para decidirse a confesarse; y no puede esperar él, cinco minutos que yo me desocupe?” Fuè constatado que el hecho fue verdadero. El espíritu profético del Padre Pío; visto por el Padre Carmelo Durante fue Superior del Convento de San Giovanni Rotondo, damos este testimonio: "Durante la última guerra mundial, casi cada día se habló de la guerra y, sobre todo de las estrepitosas victorias militares de Alemania sobre todos los frentes de batalla. Recuerdo que una mañana en la sala del convento, mientras leía el periódico, con la noticia de que las vanguardias alemanas se dirigían a Moscú. Fue para mí un flechazo: vi en aquel flash periodístico, el fin de la guerra con la victoria final de Alemania. Saliendo al pasillo, encontré al venerado Padre y, muy contento, estallaba gritando: ¡Padre, se terminó la guerra! Ha vencido Alemania! . - "¿Qué has dicho tú?” preguntó el Padre Pío - "Padre, el periódico dice…." Y Padre Pío: “¿Ha vencido Alemania la guerra? ¡Recordaos que Alemania, esta vez, perderá la guerra, peor que la otra vez! Recuérdalo" - Yo repetí: "Padre, los alemanes ya están cerca de Moscú, por lo tanto... " Él añadió: "¡Acuérdate de lo que te he dicho!”. Yo continué: "Pero si pierde la guerra Alemania, quiere decir que Italia también la perderá!”. - Y Él, contestó: Hará falta ver si la acabaran "junto". Aquellas palabras me fueron completamente oscuras, en consideración de la alianza Italo-Alemana, pero se revelaron claras el año siguiente después del armisticio con los angla-americanos del 8 de septiembre de 1943, con la declaración de guerra de Italia a Alemania. El testimonio de una señora: "Quise participar en un viaje organizado por la Parroquia de San Giovanni Rotondo con el objetivo de conocer al Padre Pío. Fuè el año 1961. En el autocar un señor, en voz alta, de repente dijo: "Mi mujer ha querido que yo la acompañara a donde este "embustero". La referencia al querido Padre fue evidente. Tuve un apretón en el corazón por aquel insulto. Cuando llegamos a San Giovanni Rotondo; fuimos enseguida a la iglesia para participar en la Santa Misa. Al terminar el Padre Pío pasó en medio de los remeros. Llega cerca de nosotros, se paró justo frente a aquel señor que en el autocar se expresó mal de y le dijo: "Venga aquí, ella" Venga donde este embustero". El hombre palideció, se arrodilló y, balbuciendo, logró decir solamente: "¡Perdonadme, Padre! Perdonadme! ", entonces el Padre Pío se apoderó de la cabeza y, bendiciéndolo, añadió: "Alzaos, te perdono". Aquel señor se convirtió al instante, entre la admiración y la conmoción de todos. Una señora cuenta: - "En el año 1945 mi madre me llevó a San Giovanni Rotondo para que conociera al Padre Pío y me confesara con él. ¡Había mucha gente! En la espera de mi turno pensé en todo lo que tenía que decirle al Padre pero cuando estuve en su presencia, quedé paralizada. El querido Padre se dìó cuenta enseguida de mi timidez y, con una sonrisa me dijo: "¿Quieres que yo hable por ti?". Asentí con una señal y, después de algún instante, quedé pasmada. ¡No lo podía creer! El Padre Pío me dijo, palabra por palabra, todo lo que yo habría querido decirle. Me sentí tranquila, serena y mentalmente dí las gracias al venerado Padre por obsequiarme la experiencia de uno de sus extraordinarios carismas. Le confié la salud de mi alma y mi cuerpo. Contestó: Siempre seré tu padre "espiritual" Me despedí de él con una alegría inmensa en el corazón. ¡Mientras viajaba en el tren, de regreso, advertí un intenso perfume de flores que no olvidaré nunca! Era la presencia del Padre que me invadió de inmensa felicidad. IEROGNOSIA El Padre Pío fuè capaz de reconocer si un hombre era un sacerdote y si los objetos estaban bendecidos. Los fenómenos de Ierognosia fueron otro importante carisma del Padre Pío. Un día unas señoras vestidas con chaqueta y corbata al cuello estuvieron en la Sacristía; con los hombres, en espera de la llegada del Padre Pío. Él fuè justo a la primera fila. El Padre Pío en cuanto las viô les dijo: "Reverendo, han venido "disfrazadas", “pero no tenéis que avergonzaros de venirme a visitar, la próxima vez pueden venir vestidas de cura." A un joven que fue vestido con pantalones y yérsey, el Padre Pío le dijo que volviera vestido de San Domenico. Confuso e incómodo, el joven confesó delante de todos ser un Sacerdote Dominicano. A veces, cuando al Padre Pío le presentaban los objetos, coronas del Rosario, medallas, imágenes sagradas, con la solicitud de bendecirlos, el Padre devolvió al solicitante algún objeto con la aclaración: "Éste ya ha sido bendecido". Y era cierto. El Padre Pío se daba cuenta si el agua había que bendecirla o si ya estaba bendita. Y si alguien le presentaba una botella con agua de Lourdes, él, sin hacer preguntas, la llevó a sus labios y la besó. El tranviario romano al que la Virgen apareció en una gruta de las tres fuentes de Roma, la Virgen de la Revelación, un día fue a buscar al Padre Pío. He aquí su testimonio: "Cuando fui a su presencia - no nos encontramos nunca - le dì un sobre sin decirle qué contenía. El Padre Pío lo tomó, lo apretó al pecho con amor y no me lo devolvió. El sobre contenía un poco de la tierra de la gruta de las Tres Fuentes." LAS APARICIONES Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO Para el Padre Pío las apariciones ya comenzaron cuando todavìa era joven. El pequeño Francesco no habló nunca porque creyó que las apariciones erancosas que ocurrieran a todas las almas. Las apariciones eran de Ángeles, de Santos, de Jesús, de la Virgen, pero a menudo, también de demonios. En los últimos días de diciembre de 1902, mientras él estaba meditando sobre su vocación, Francesco tuvo una visión. He aquí como la describió, muchos años después, "Francesco viô a su lado a un hombre majestuoso de rara belleza, resplandeciente como el sol, que le tomó por la mano y lo animóFOTO1.jpg (3604 byte) con la precisa invitación: "Vienes conmigo porque te conviene combatir de bravo guerrero". Francesco fue conducido a un gran campo, entre una multitud de hombres que fue dividida en dos grupos: En una parte habían hombres de rostro guapísimo y cubiertos de vestidos blancos, cándidos como la nieve, de la otra eran como hombres de horroroso aspecto y vestidos de negro sombríos y oscuros. (Explicación. Vienes conmigo (con Jesús), porque te conviene combatir (te conviene luchar contra la tentación, así te haces mas fuerte), bravo guerrero (buen cristiano).Inútil es tu resistencia (habla la tentación), con este conviene combatir. Animo (le dice Jesús), entra confiado en la lucha (puedes vencer al maligno), avanza atrevidamente que Yo te seré propicio (puedes retar al enemigo que siempre estaré contigo); te ayudare y no permitiré que el te venza.) El joven situado entre aquellas dos alas de espectadores, viô venir a su encuentro un hombre de desmedida altura, tan alto, que podía tocar con la frente las nubes, y con un rostro horroroso. El personaje resplandeciente que tuvo a su lado lo exhortó a batirse con el personaje monstruoso. Francesco rogó evitar el furor del extraño personaje, pero aquel luminoso no aceptó: "Inútil es tu resistencia, con éste conviene combatir". Ánimo, entra confiado en la lucha, avanza atrevidamente que yo te seré propicio; te ayudaré y no permitiré que él venza". El combate fue aceptado y resultó terrible. Con la ayuda del personaje luminoso siempre ayudándole, Francesco venció. El personaje monstruoso, obligado a huir, se arrastró tras aquella gran multitud de hombres con horroroso aspecto, entre gritos, imprecaciones se aturdió. La otra multitud de hombres del vago aspecto, emanó voces de aplauso y laudos verso al que asistió al pobre Francesco, en una tan áspera batalla. El personaje espléndido y luminoso más que el sol, puso sobre la cabeza de Francesco victorioso una corona de rara belleza, que inútil sería describirla. La corona fue retirada por el personaje bueno el que precisó: "Otra más bonita tengo para ti guardada. Si tú supieras luchar con aquel personaje con el que ahora has combatido. Él siempre volverá al asalto...; combates de bravo y no dudes en mi ayuda... no te asustes por su horrorosa presencia.... Yo estaré cerca de ti, yo siempre te ayudaré, para que tú logres vencerlo". Tal visión fue seguida, luego, de reales batallas con el Diablo. El Padre Pío enfrentó en efecto numerosas batallas contra el "enemigo" de las almas en el marco de su vida, con el propósito de arrancar las almas de las cadenas de Satanás. Una tarde el Padre Pío estaba descansando en una habitación, en la planta baja del convento, que fue destinada a hospedería. Estuvo solo descansando, y apenas se había extendido sobre el sofá cuando, de repente, he aquí que vino a comparecerle un hombre envuelto en una negra capa. El Padre Pío, sorprendido, levantándose, interrogó al hombre quién era y qué quería. El desconocido le contó que era un alma del Purgatorio. "Soy Pietro Di Mauro. He muerto en un incendio, el 18 de septiembre de 1908, en este convento que fue destinado a un geriátrico, después de la expropiación de los bienes eclesiásticos. Morí entre las llamas, en mi cama de paja, sorprendido en el sueño, justo en esta habitación. Vengo del Purgatorio: el buen Dios me ha concedido la gracia de veniros a preguntar si podrías ofrecer la Santa Misa de mañana por mi descanso eterno. Gracias a esta Misa podré entrar al Paraíso". El Padre Pío aseguró que ofrecería la Santa Misa por su alma. El. Padre Pío contó: "Yo, quise acompañarlo a la puerta del convento, para despedirlo, y cual sería mi sorpresa; que una vez a mi lado desapareció repentinamente. Por lo que me di verdaderamente cuenta de haber hablado con un difunto". Tengo que decir que regresé al convento muy asustado. Al padre Paolino de Casacalenda, Superior del convento, que notó mi agitación, le pedí el permiso de celebrar la Santa Misa en sufragio de aquella alma necesitada; después, naturalmente, de haberle narrado lo ocurrido". Tiempo después, el Padre Paulino, despertado por la curiosidad, quiso hacer la averiguación. Fuè al Despacho del registro del ayuntamiento de San Giovanni Rotondo, solicitó y consiguió el permiso de consultar el registro de los fallecidos en el año 1908., la narración del Santo Padre Pío correspondió a la realidad. En el registro relativo a las muertes del mes de septiembre, el padre Paulino localizó el nombre, el apellido y la imputación de la muerte: "En fecha el 18 de septiembre de 1908, en el incendio del geriátrico Pietro Di Mauro verdaderamente murió." La Señora Cleonice Morcaldi de San Giovanni Rotondo fue una hija espiritual del Padre Pío; A un mes de la muerte de su mamá, el Padre Pío le dijo: "Esta mañana tu mamá ha volado al Paraíso, la he visto mientras estaba celebrando la Misa." Lo que quiere decir que tuvo la gentileza de ofrecer la misa por el descanso eterno de su alma. El Padre Pío contó esta historia al Padre Anastasio. "Una tarde, mientras yo estaba solo en el coro para orar, oí el susurro de un traje y vì a un monje joven que revolvió al lado del altar principal. Parecía que el joven monje estaba desempolvando los candelabros y arreglando los jarrones de las flores. Yo pensé que él era el Padre Leone que estaba reestructurando el altar; y como ya era la hora de la cena, me acerqué a él y le dije: "Padre Leone, vaya a cenar, no es tiempo para desempolvar y reparar el altar". Pero una voz que no era la voz del padre Leone me contestó": "yo no soy el Padre Leone", "¿y quién es usted? ", le pregunté. "Yo soy un hermano suyo que hice el noviciado aquí, mi misión era limpiar el altar durante el año del noviciado. Desgraciadamente en todo ese tiempo yo no reverencié a Jesús Sacramentado, Dios Todopoderoso, como debía haberlo hecho, mientras pasaba delante del altar. Causando gran aflicción al Sacramento Santo por mi irreverencia; puesto Que El Señor se encontraba en el tabernáculo para ser honrado, albado y adorado. Por este serio descuido, yo estoy todavía en el Purgatorio. Ahora, Dios, por su misericordia infinita, me envió aquí para que usted decida el tiempo desde cuando que yo podré disfrutar del Paraíso. Y para que UD cuide de mí." Yo creí haber sido generoso con esa alma en sufrimiento, por lo que yo exclamé: "usted estará mañana por la mañana en el Paraíso, cuando yo celebre el la Santa Misa.". Esa alma lloró: Cruel de mí, que malvado fui. “Entonces él lloró y desapareció." Esa queja me produjo una herida tan profunda en el corazón, la cual yo he sentido y sentiré durante toda mi vida. De hecho yo habría podido enviar esa alma inmediatamente al Cielo pero yo lo condené a permanecer una noche más en las llamas del Purgatorio." Carta que el Padre Pío escribió a su director espiritual: Carta al Fraile Agostino, del 7 de abril de 1913, "Mi estimado Padre, yo todavía estaba en la cama el viernes por la mañana, cuando el Señor Jesús se me apareció. Él se encontraba golpeado y desfigurado. Él me mostró una gran muchedumbre de sacerdotes y dignatarios eclesiásticos indiferentes, quienes estaban celebrando vistiendo sus sagradas túnicas. Cuando yo vi a mi Jesús en esta condición sentí un gran sufrimiento, por consiguiente, yo le pregunte porqué él sufrió tanto. Él no me contestó, él me mostró a los sacerdotes que debía castigar. Pero poco después, el Señor estaba tristísimo al mirar a estos sacerdotes y yo noté, con gran horror, dos lágrimas enormes que emanaron del Santo Rostro. Jesús salió de esa muchedumbre de sacerdotes y con una gran expresión de aversión en la cara, lloró': ¡"Carniceros”! “Entonces Él me dijo: "Mi Niño, no creas que mi agonía ha sido de tres horas, no; realmente yo estaré en la agonía hasta el fin del mundo; debido a las almas que yo amo. Durante el tiempo de la agonía, mi niño, nadie puede dormir. Mi alma va buscando alguna gota de piedad humana, pero ellos me dejan solo bajo el peso de la indiferencia. La ingratitud hace más severa la agonía para mí. ¡Ellos responden mal a mi amor! El tormento mayor para mí es que crece en las personas su desprecio, indiferencia, e incredulidad. Cuántas veces mi ira deseó destruirlos por el relámpago, pero yo me detuve por los ángeles y las almas que me aman..... Escribe a tu padre y nárrale lo que has visto y Yo te dije en esta Mañana. Dile que muestre tu carta al Padre provinciano... "Jesús continuó hablando pero yo nunca puedo revelar lo que él dijo... " (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) En la carta al Padre Agostino del 13 de febrero de 1913: Nuestro Padre Jesucristo me reveló “no te preocupes, yo le haré sufrir pero yo también te daré la fuerza" - "Yo deseo que tu alma se purifique e con el martirio oculto diario; no te asustes si yo permito al Diablo atormentarte, y al mundo para hastiarlo, porque nadie ganará contra esas personas que sufren bajo la cruz por mi amor y que yo he decidido protegerlos. " (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Agostino, del 18 de noviembre de 1912, "... Jesús, su estimada Madre, y el Ángel Guardián; estuvieron visitándome con otros para animarme, me dijeron que ellos no se olvidan de decirme que la víctima, ser llamado la víctima, tiene que perder toda su sangre." (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta para al Padre Agostino, del 12 de marzo de 1913, "... mi padre, escucha las quejas de nuestro dulce Jesús: ¡Se reembolsa "mi amor para los hombres con tanta ingratitud! Esas personas me hubieran ofendido menos si yo los hubiera amado menos. Mi padre no quiere llevárselos todavía. ¡Me gustaría dejar de amarlos, pero... (Y aquí Jesús guardó silencio y, luego desprevenidamente me dijo:) ¡pero mi corazón es hecho para amar!. Los hombres no hacen el intento de superar las tentaciones. Más bien estos hombres disfrutan sus faltas de equidad. Las almas que Yo amo más son las que sufren una tentación, y cuando ellos no tienen éxito resistiendo, me invocan pidiendo ayuda, y Yo me presento y las fortifico en la tentación. Las almas débiles se desaniman y desesperan. Las almas fuertes que confían en Jesús, me llaman y Yo vengo para relajarlos. Ellos me dejan solo por la noche y en la mañana en la Iglesia. Ellos no cuidan del sacramento del altar; ellos ya no hablan de este sacramento de amor; también, las personas que hablan del sacramento lo hacen con la tanta indiferencia y frialdad. De mi Corazón se han olvidado; nadie cuida de mi amor; Yo siempre me entristezco. Mi casa se ha vuelto un teatro de obras para muchas personas; incluso mis sacerdotes que yo siempre he protegido cuidadosamente, que yo he amado como la niña de mis ojos; ellos deben confortar mi corazón lleno de amargor; ellos deben ayudarme en la redención de las almas, en cambio.... ¿Quién lo creería? Yo recibo la ingratitud de ellos. Yo veo, Hijo mío, a muchos de ellos que... (Aquí él se detuvo, los hipos le apretaron la garganta, él lloró) que bajo la semejanza falsa ellos me traicionan con las comuniones sacrílegas, mientras Yo estoy estampando en ellos la luz y las fuerzas que continuamente les doy... ". (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) LA LEVITATIÓN La Levitación puede definirse como el fenómeno de que una persona se alza de la tierra y es suspendido en el aire; y también el poder levitar objetos. Tal fenómeno es obviamente un don; dado por Dios a los Místicos de la Santa Iglesia Católica. San. José de Copertino era, por ejemplo era famoso por el fenómeno de levitación y también el Padre Pío de Pietrelcina tenía tales dones. El Padre Pío era visto a menudo por sus hermanos; mientras él se alzaba en la oración, sobre la tierra. En Bari, ciudad de Italia; durante la Segunda Guerra Mundial, se encontraba la oficina principal de las Fuerzas aéreas americanas de la Orden General. Se dirigieron muchos funcionarios para ver al Padre Pío durante la guerra. Incluso el Comandante General había sido un protagonista de un episodio asombroso. El funcionario imponente americano; quiso llevar un escuadrón de bombarderos para destruir, un depósito de material de guerra alemán, que se había localizado cerca del San Giovanni Rotondo. El General dijo, "cuando los aviones estaban cerca del blanco, sus hombres y él, vieron en el cielo, un monje con las manos alzadas. Las bombas que habían dejado caer, lejos. Habían desplomado los bosques. Los aviones habían invertido el curso. Todos padrepio10.jpg (11081 byte)se preguntaron quién era ese monje a quién los aviones habían obedecido. Alguien le dijo al General, "en San Giovanni Rotondo un monje hacía milagros", y él decidió que, en cuanto el país hubiera sido librado, él averiguaría quién era el monje que ellos habían visto en el cielo. Después de la guerra el general fue al convento de los Capuchinos con algunos pilotos. Entrando en la Sacristía, el General se encontró delante de varios monjes, entre ellos inmediatamente reconoció al monje que había detenido sus aviones: Era el Padre Pío. El Padre Pío caminó hacia él y cuando lo tuvo cerca, le dijo: "¿Usted es por consiguiente, quién quiso matarnos a todos nosotros?" Revelado por la mirada y por las palabras del Padre, el General se arrodilló delante de él. Como de costumbre el Padre Pío le habló en dialecto, pero el General se convenció, de que el monje le había hablado en inglés. Éste era otro don del Padre Pío. Todos se miraron; y el General y sus amigos, que eran protestantes se convirtieron al catolicismo. Testimonio del Padre Ascanio: - "Nosotros estábamos esperando al Padre Pío que tenía que venir a confesar a los penitentes. La Sacristía estaba llena de gente y todos estábamos pendientes de la puerta para ver cuando entrara el Padre Pío. La puerta estaba cerrada; cuando de repente, yo vi al padre Pío que caminó sobre las cabezas de las personas; dirigiéndose luego para el confesionario: posteriormente desapareció. Después de algunos minutos, comenzó a confesar. Yo no dije nada, y pensé que estaba soñando, pero cuando me lo encontré le pregunté: ¿”Padre, Pío Cómo usted ha logrado caminar sobre a las cabezas de las personas? ". Ésta era su respuesta cómica: "Puedo asegurarte mi niño, igual que caminar en un suelo... ". EL ÁNGEL DE LA GUARDA Un italo-americano que vivió en California, a menudo comentaba a su Ángel de la guarda, que por piedad le refiriera un recado importante al Padre Pío; un día, después de la confesión, le habló en la iglesia al Padre Pío; y le preguntó que si su Angel de la guarda le había confiado el recado, y le comentara ciertamente lo que el ángel le dijo: - el Padre Pío le contestó - ¿tú crees que yo soy "sordo"? Y el Padre Pío le repitió lo que pocos días antes le dijo a su Ángel de la Guarda. El Padre Lino contó. Estaba rogando a mi Ángel de la guarda para que interviniera y le hablara al Padre Pío en favor de una señora que estuvo muy mal. Pero me pareció que las cosas no cambiaron para nada. Encontré al Padre Pío, y le dije: Padre he rogado a mi Ángel de la guarda, para qué te encomendara a aquella señora, ¿es posible que no lo haya hecho? …” ¿Y tú qué cosa crees, que sea desobediente como tú y yo?” El Padre Eusebio contó. Estaba viajando a Londres en avión, contra el consejo del Padre Pío que no quiso que yo usara este medio de transporte. Mientras sobrevolamos el canal de la Mancha una violenta tempestad atacó el avión, y nos encontrábamos en grave peligro. Entre el terror general yo recité el acto de contrición y, no sabiendo que otra cosa hacer, le mandé al Padre Pío a mi Ángel de la guarda, suplicándole ayuda urgente. De regreso a San Giovanni Rotondo fui a ver al Padre Pío. "Chico" - me dijo - "¿Como estás?” “¿Ha quedado bien todo?” ¿- "Padre, le dije; estuve a punto de morir" - "Y entonces por qué no obedeces?”- "Pero yo le he mandado al Ángel de la guarda"... - ¡Y menos mal que ha llegado "a tiempo"! Un abogado de Fano, Italia, estaba regresando a su casa en Bolonia, Italia. Él estaba conduciendo su vehículo que era un modelo FIAT 1100. En el vehículo se encontraban su mujer y sus dos hijos. En algún momento, sintiéndose cansado, el abogado debió ser reemplazado del volante por su hijo mayor, Guido, el cual se encontraba durmiendo. Después de algunos kilómetros, en las cercanías de San Lázaro, también el hijo se durmió. Cuando se despertó, se dio cuenta de encontrarse a un par de kilómetros de la población de Imola. Asustado él gritó: "¿quién ha conducido el carro?FOTO10.jpg (4634 byte) ¿Les ha ocurrido algo?... - No - le contestaron todos. El hijo mayor, se despertó y dijo haber dormido intensamente. La mujer y el hijo menor, incrédulo y maravillado, dijeron de haber constatado un modo de conducir diferente de lo usual: a veces el coche estuvo a punto de chocar contra otros vehículos pero a última hora, los evitó con maniobras perfectas. También la manera de hacer las curvas era diferente. "Sobre todo" dijo la mujer no nos ha golpeado "el hecho que tú te has quedado inmóvil por mucho tiempo, y ya no has contestado a nuestras preguntas... "; dijo el marido: "Yo no pude contestar porque me dormí. Yo me quedé dormido por quince kilómetros. No he visto y no he sentido nada por qué me dormí.... Pero ¿quién ha conducido el automóvil? ¿Quién ha impedido los accidentes?”... Después de un par de meses el abogado fuè a San Giovanni Rotondo y el Padre Pío, en cuanto lo viô, apoyándose en su hombro, le dijo: "Tú te quedaste dormido y el Ángel de la guarda te condujo el vehículo". El misterio fue revelado. Una hija espiritual del Padre Pío estaba dirigiéndose al convento, caminando por el campo. El Padre Pío la esperó en el Convento de los Capuchinos. Era en tiempo de invierno y nevaba. Los grandes copos de nieve que cayeron, hicieron más difícil el camino. A lo largo de la calle, totalmente nevada, la señora tuvo la certeza de que no llegaría a tiempo a la cita con el fraile. Llena de fe, en su Ángel de la guarda, le suplicó que avisara al Padre Pío que había llegado al convento con notable retraso a causa del mal tiempo. Llegando al convento pudo constatar con enorme alegría que el fraile la esperó detrás a una ventana, de dónde, sonriendo, la saludó. A menudo el Padre Pío se encontraba de pié en la Sacristía y saludaba a algún amigo o a sus hijos espirituales dándole algún beso. Y un hombre comentó que debía de darse su puesto de hombre sin repartir besos, nada más que la bendición, y para asombro de él mismo el 24 de diciembre de 1958 se encontraba de rodillas, a los pies del Padre Pío suplicándole que lo confesara. Al terminar la confesión lo miró y, mientras el corazón le palpitaba fuertemente por la emoción, le preguntó al Padre Pío "¿Padre, hoy es Navidad, puedo darle las enhorabuenas dándoos un beso? Y él, con una dulzura que no se puede describir con la pluma pero solamente imaginar, me sonríe y dice: "Adelante, hijo mío, no perdamos más tiempo". También él me abrazó. Lo besé y como un pájaro, alegre, emprendí el vuelo hacia la salida lleno de delicias celestiales. ¿Y que decir de los golpes sobre la cabeza? Esa vez, antes partir de San Giovanni Rotondo, deseé una señal particular de predilección. Su bendición no fuè suficiente. Yo también quise como dos pequeñas bofetadas sobre la cabeza dos paternales caricias. Tengo que subrayar que nunca él me hizo carecer de lo que yo como un niño, quise recibir de él. Una mañana, hubieron muchas personas en la Sacristía de la iglesia pequeña y mientras el Padre Vincenzo en voz alta exhortó, con su usual severidad, diciendo: "¡no empujáis... no apretáis las manos del Padre... os hacéis atrás"! Yo me desalenté y pensé: "Partiré, y esta vez no tendré los golpes sobre la cabeza". No quise presentarme y rogué a mi Ángel de la guarda fuera mi mensajero y le dijera al Padre Pío estas palabras: "Padre, yo parto, deseo la bendición y los dos golpes sobre la cabeza, como siempre. Uno por mí y otro por mi mujer". "Hacéis alarde, hacéis alarde", el padre Vincenzo todavía le repitió mientras el Padre Pío empezó a caminar. Sentí una gran ansiedad. Lo miré tristemente. Y he aquí, él se acerca, me sonríe y una vez más me dìó dos palmaditas sobre la cabeza y también me hizo el honor de extenderme su mano, la cual pude besar. Una mujer se sentó en la plaza de la iglesia de los Capuchinos. La Iglesia estaba cerrada, pues ya era tarde. La mujer rogó con el pensamiento, y repitió con el corazón: "¡Padre Pío, ayúdeme! De esa manera rogó y su ángel guardián habló al Padre Pío, ve pronto a ayudarla o de otro modo su hermana muere! “De la ventana, la señora oyó la voz del Padre: "¿Quién me llama a esta hora? ¿Qué sucede? La mujer le dijo al Padre Pío que la hermana estaba enferma, y el Padre Pío se trasladó en bilocación y curó a la enferma. Un hombre le dijo al Padre Pío: Yo no puedo venir siempre a donde UD., pues, mi sueldo no me permite efectuar viajes largos - el Padre Pío contestó: "¿Y quién te ha dicho de venir aquí? ¿No tienes tu Ángel de la guarda? Le dices a tu ángel que cosa quieres, lo mandas acá, y recibirás la respuesta." Cuándo el Padre Pío era un joven sacerdote le escribió a su confesor: " por la noche, cuando los ojos están a punto de cerrarse, veo el Paraíso que se abre delante de mí. Y yo, me siendo tan feliz por esta visión, que duermo con una sonrisa de dulce beatitud sobre los labios y con una perfecta calma sobre la frente, esperando que el pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme para cantar juntos las alabanzas matutinas al Querido y gran amor de nuestros corazones." El Padre Alessio un día se acercó al Padre Pío con algunas de las cartas en la mano para preguntarle algunos consejos; pero el Padre Pío contestó bruscamente: "¿Chico, no ves que tengo que hacer? Déjame en paz". El Padre Alessio quedó mal y se marchó avergonzado. El Padre Pío acudió poco tiempo después, lo llamó y le dijo: ¿No has visto todos aquellos Ángeles que estuvieron aquí alrededor de mí? Fueron Ángeles de la guarda de mis hijos espirituales que vinieron a traerme sus mensajes. Tuve que darles las respuestas rápidamente." Un médico le preguntó a Padre Pío: "Muchos Ángeles siempre están cerca de ella. ¿No le molesta? - el Padre contestó con sencillez - "No, son tan obedientes." A una persona dijo: "Por tu mamá rogaremos, para que el Ángel de la guarda les haga compañía" Uno de los hijos espirituales del Padre dijo en una oportunidad: "Parece que el Padre es tan Piadoso que escucha siempre los que lo llaman. Una tarde, muchas personas que apenas le llegaron a San Giovanni Rotondo, hablaron del Padre Pío. Ingenuamente enumeraron las gracias que quisieron preguntarle y preguntaron a sus Ángeles de la guarda si podían llevar los mensajes al Padre Pío. Al día siguiente, después de la Misa, el Padre Pío los regañó justamente: “¡Bribones! ¡Tampoco por la noche me dejan tranquilo!”, la sonrisa desmintió las palabras. Ellos entendieron que el Fraile les habría atendido. ¿Pero vos, Padre, oíd lo que el ángel os dice? Una persona preguntó. Y Padre Pío: "¿Y tú que cosa crees, que Él sea desobediente como tú? Mándame a tu Ángel de la guarda." Es inútil que me escribas, porque no puedo contestar. Mándame al ángel, siempre. Pensaré en todo”. “El ángel me ha referido de las frases que me han hecho comprender tu desconfianza”. “Invoca a tu Ángel de la guarda, que te iluminará y te conducirá por el camino verdadero a Dios. Es Dios el que te lo ha puesto, cercano está de ti; por tanto debes valerte de él”. “Y si la misión de nuestro Ángel de la guarda es grande, aquel del mío es ciertamente más grande, considerado que él como un maestro, tienen que explicarme las otras idiomas”. “Manda el Ángel de la guarda que no paga el tren y no consume los zapatos”. Para las personas que están solas, hay el Ángel de la guarda. EL DIABLO El demonio existe y su papel activo no pertenece al pasado ni puede ser recluido en los espacios de la fantasía popular. El diablo, en efecto, continúa induciendo hoy día al hombre justo al pecado. Por tal razón la actitud del discípulo de Cristo frente a Satanás tiene que ser de vigilancia y de lucha y no de indiferencia. La mentalidad de nuestro tiempo desaforadamente, ha relegado la figura del diablo en la mitología y en el folclore. El Baudelaire afirmó, justamente que la obra maestra de Satanás, en la era moderna, es de hacernos creer que no existe. Por consiguiente no es fácil imaginar que el Diablo haya dado prueba de su existencia, cuando ha sido obligado a afrontar al Padre Pío en "ásperos combates". Tales batallas, tal como es reconocido en la correspondencia epistolar del venerable fraile en sus directorios espirituales, fueron reales combates, siendo la última con sangre. Uno de los primeros contactos que el Padre Pío ha tenido con el príncipe del mal, remonta al año de 1906 cuando Padre Pío volvió en el convento de Sant 'Elia a Pianisi. Una noche de verano no logró dormirse por el bochorno sofocante. De la habitación vecina le llegó el ruido de los pasos de un hombre. "El Pobre fraile Anastasio no puede dormir como yo" pensó el Padre Pío. "Quiero llamarlo, al menos para hablar un poco". Fuè a la ventana y llamó el compañero, pero la voz se le quedó en la garganta: al observar que sobre el alféizar de la ventana vecina se asomó un monstruoso perro. Así el mismo Padre Pío contó: "Por la puerta con terror; vi entrar un gran perro, de cuya boca salió mucho humo. Caí sobre la cama y oí que dijo: "es él, es él" - mientras estuve en aquella posición, vi aquel animal que saltó sobre el alféizar de la ventana, y luego de esto se lanzó sobre el techo del frente, y desapareció." Las tentaciones de Satanás que quisieron hacer caer al padre Pío, se manifestaron de cada modo. El Padre Agostino nos confirmó que Satanás apareció bajo las formas más variadas: "bajo forma de jovencitas desnudas que bailaron; en forma de crucifijo; bajo forma de un joven amigo de los frailes; bajo forma del Padre Espiritual, o del Padre Provincial; de aquel del Papa Pío X y del Ángel de la guarda; de San Francesco; de Maria Santísima, pero también en sus semblantes horribles, con un ejército de espíritus infernales. A veces no hubo ninguna aparición pero el pobre Padre fue golpeado hasta salirle sangre, atormentado con ruidos ensordecedores, lleno de escupitajos etc. Él logró librarse de estas agresiones invocando el nombre de Jesús. Las luchas entre el Padre Pío y Satanás se agriaron cuando el Padre Pío liberó a los poseídos. Más de una vez - el Padre Tarcisio contó de Cervinara - antes de salir del cuerpo de un poseído, el Malvado ha gritado: "Padre Pío nos das más molestias tú que San Michele". Y también: "Padre Pío, no nos arranques las almas y "no te molestaremos." Pero veamos cómo el mismo Padre Pío describe en las cartas mandadas a sus directorios espirituales, los asaltos de Satanás. Carta al padre Agostino, del 18 de enero de 1912: "... Barba Azul no quiere ser derrotado. Él ha venido a mí casi asumiendo todas las formas. Desde varios días acá, me viene a visitar, junto con otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras. Lo que es peor; es que ellos, vienen con sus semblantes. Tal vez cuántas veces, me ha sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación. ¡Pero paciencia! Jesús, la Mamá, el angelito, San José y el padre San Francisco siempre están conmigo." (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta a Agostino del 5 de noviembre de 1912: Estimado Padre", ésta también es su segunda carta a través de la concesión de Dios, y ha seguido el mismo destino de la anterior. Yo estoy seguro de que el Padre Evangelista ya le ha informado sobre la nueva guerra que los apóstatas impuros están haciendo en mí. Mi padre, ellos no pueden ganar, a su voluntad por mi constancia. Yo le informo sobre sus trampas sé que les gustaría inducirme, privándome de sus sugerencias. Yo encuentro en sus cartas mi único consuelo; pero para glorificar a Dios y para su confusión yo los llevaré. Yo no puedo explicarle, a usted cómo ellos están pegándome. A veces yo pienso que me voy a morir. El sábado yo pensé que ellos realmente quisieron matarme, yo no hallaba a qué santo pedirle ayuda. Yo me dirigí a mi ángel de la guarda, suplicándole ayuda, quien me hizo esperar largo tiempo, y finalmente, él voló alrededor de mí y con su voz angélica cantó los himnos de alabanza a Dios. Entonces una de esas escenas usuales pasó; Yo le reñí severamente, porque él me había hecho esperar tanto por su ayuda, a pesar de que lo había llamado urgentemente y por castigo, yo no quise mirarlo a la cara, yo quería que él recibiera más que un castigo de mí, yo quise huirle pero, él pobre, me localizó llorando, él me tomó, hasta que yo lo mirara, yo lo miré fijamente en la cara y vì que él lo sentía." (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Agostino del 18 de noviembre de 1912..... "El enemigo no quiere dejarme solo, me pega continuamente. Él intenta envenenar mi vida con sus trampas infernales. Él se molesta mucho porque yo le cuento estas cosas. Él me hace pensar en no decirle, los hechos que pasan con él. Él me dice que lo narre a las visitas buenas que yo recibo; de hecho él dice que le gustan sólo estas historias. El pastor ha estado informado de la batalla que yo tengo con estos demonios, y con referencia a sus cartas; él me sugirió que yo vaya a su oficina a abrir las cartas. Pero en cuanto yo abrí la carta, junto con el pastor, encontramos que la carta estaba sucia de tinta. ¿Era la venganza del diablo? Yo no puedo creer, que usted me ha enviado la carta sucia; porque usted sabe que yo no puedo ver bien. Al principio nosotros no pudimos leer la carta, pero después de poner el Crucifijo en la carta; nosotros tuvimos éxito leyéndola, aun cuando nosotros no éramos capaces de leer en letras pequeñas... " (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Agostino del 13 de febrero, de 1913, "Ahora, que veintidós días han pasado, desde que Jesús permitió a los diablos para descargar su enojo sobre mí. Mi Padre, en mi cuerpo todo se machuca de las palizas que yo he recibido en el presente por nuestros enemigos. En varias oportunidades, ellos me han quitado mi camisa incluso, y me han golpeado de una manera brutal"... (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Benedetto de fecha 18 de marzo de 1913, "Estos diablos no dejan de pegarme, mientras que también me tumban de la cama. ¡Ellos igualmente me quitan mi camisa, para pegarme! Pero ahora ellos no me asustan ya. Jesús me ama, Él me alza a menudo y me pone en la cama" (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) Satanás fue más allá de todos los límites de provocación, con el Padre Pío; hasta le dice que él era un penitente. Éste es el testimonio del Padre Pío: “Un día, mientras yo estaba oyendo las confesiones, un hombre vino al confesionario dónde yo estaba. Él era alto, guapo, me vistió con algo de refinamiento y era amable y cortés. Comenzó a confesar sus pecados; los cuales, eran de cada tipo: contra Dios, contra el hombre y contra las morales. ¡Todos los pecados eran molestos! Yo estaba desorientado, por todos los pecados que él me dijo, yo respondí. Yo le traje la Palabra de Dios, el ejemplo de la Iglesia, las morales de los Santos, pero el penitente enigmático se opuso a mi palabras justificando, con habilidad extrema y cortesía, todo tipo de pecado. Él vació todas las acciones pecadoras y él intentó hacer normal, natural, y humanamente comprensible todas sus acciones pecadoras. Y esto no solamente para los pecados que eran repugnante contra Dios, Nuestra Señora, y los Santos, él fuè Rotundo sobre la argumentación, pero, que pecados morales tan sucios y ásperos. Las respuestas que él me dio con la delgadez experimentada y malicia me sorprendieron. Yo me pregunté: ¿quién es él? ¿De qué mundo viene él? Y yo intenté mirarlo bien, leer algo en su cara. Al mismo tiempo concentré mis oídos a cada palabra, para darle el juicio correcto que merecían. Pero de repente; a través de una luz vívida, radiante e interior yo reconocí claramente quién era él. Con autoridad divina yo le dije: diga…….”Viva Jesús por siempre” “Viva María eternamente” En cuanto yo pronuncié estos nombres dulces y poderosos, Satanás desapareció al instante en un goteo de fuego, mientras dejaba un hedor insoportable". Don Pierino es sacerdote y uno de los hijos espirituales del padre Pío que estaban al mismo tiempo presentes. Fr. Pierino cuenta la historia: “Un día, el Padre Pío estaba en el confesionario, detrás de las cortinas. Las cortinas del confesionario no estaban cerradas totalmente y yo tuve la oportunidad de mirar al Padre Pío. Los hombres, mientras miraban los registros, se apartaron, todos en una sola fila. Del lugar dónde yo estaba, yo leía el Breviario, intentando siempre mirar al Padre. Por la puerta de la iglesia pequeña, entró un hombre. Él era guapo, con los ojos pequeños y negros, pelo canoso, con una chaqueta oscura y los pantalones bien arreglados. Yo no quise distraerme, y seguí recitando el breviario, pero una voz interior me dijo: "¡Detente y mira!”. Yo miraba al Padre Pío. Ese hombre, simplemente se detuvo delante del confesionario, después de que el penitente anterior se marchó. Él desapareció rápidamente entre las cortinas, mientras estaba de pie, delante del Padre Pío. Entonces yo no vi más al hombre cabello oscuro. Algunos minutos después, el hombre se hundió en el suelo con sus piernas ensanchadas. En la silla en el confesionario, de pronto ya no vì al Padre Pío, y en su lugar vì a Jesús, pero, Jesús era rubio, joven y guapo y miró fijamente al hombre, quien tuvo por tumba al suelo. Entonces de nuevo logré ver al Padre Pío que surgió otra vez. Él volvió para tomar su asiento en su mismo lugar y su apariencia emergió de la de de Jesús. Ahora podía ver claramente al Padre Pío. Yo oí su voz inmediatamente: "¡Dense prisa!” ¡Nadie notó este acontecimiento! Todos continuamos de nuevo en lo que estábamos”. Biografía Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus uerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu. El Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos. Desde la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad" fue observada de sus parientes y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman". Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales. Con el pasar del tiempo, pudo realizarse para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte. En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y así salvó muchas almas. Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fuè lo que se averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile. En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado como es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura! Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina. Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho. La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación....” Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento." En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial. LOS MILAGROS DEL PADRE PÍO Es muy difícil establecer una definición para la palabra "milagro". Los Milagros son considerados expresiones de lo sobrenatural. También nosotros podemos decir que un milagro es un fenómeno que ocurre distinto de las leyes naturales y obedecen a una fuerza más avanzada: ¡la voluntad de Dios! Toda la vida del Padre Pío estaba llena de milagros, pero nosotros tenemos que prestar atención a la naturaleza del milagro que siempre es divino. De esta manera, el Padre Pío siempre convidó a las personas a darle gracias a Dios, verdadero autor de todo milagro. Un milagro que se ha atribuido como el primero del Padre Pío ocurrió en 1908. En ese momento él vivía en el convento de Montefusco. Un día en que él fuè al bosque a coleccionar los alazanes en una bolsa; Él quiso enviársela en Pietrelcina a su tía Daría. Ella siempre había sido muy afectuosa con él. La mujer recibió y comió los alazanes y guardó la bolsa de recuerdo. Tía Daría días después, estaba buscando algo en un cajón dónde su marido normalmente tenía polvo. Era de noche, y ella se alumbraba con una vela, cuando de repente; el cajón se incendió. Tía Daría fuè alcanzada por el fuego. En un instante, ella agarró la bolsa que contuvo los alazanes del padre Pío y se la puso en la cara. Inmediatamente, su dolor desapareció y ninguna herida o marca de la quemadura permanecían en su cara. Durante la segunda guerra mundial, en Italia, el pan se racionó. En el convento del Padre Pío había siempre muchos invitados más los pobres que siempre iban allí pidiendo comida. Un día los Frailes se encontraron con que apenas tenían dos libras aproximadamente de pan. Todos los hermanos oraron antes de sentarse a comer. El Padre Pío entró en la Iglesia, y rato después regresó con muchísimo pan en sus manos. El Superior le preguntó al Padre Pío: "¿Dónde usted ha encontrado pan?” El Padre Pío contestó: “me los dìó un peregrino en la puerta". Nadie habló, pero todos pensábamos que sólo el Padre Pío podía encontrar a ese peregrino. Una vez en el convento del Padre Pío, un fraile se olvidó de organizar el personal para la Sagrada Comunión. Por esta razón habían solamente unas pocas personas disponibles. Pero después que terminó de confesar; el Padre Pío organizó a las personas para impartir la Sagrada Comunión; y permaneciendo en el servicio, fueron mucho más de las que anteriormente habían. Una hija espiritual del Padre Pío estaba leyendo una carta del Padre Pío en el borde del camino. El viento se llevó la carta, hasta el declive de un prado. La carta ya estaba lejos, cuando de pronto se detuvo, debajo de una piedra. De esta manera la mujer pudo recuperar su carta. El día, en que después ella encontró al Padre Pío éste le dijo: "Usted tiene que prestar más atención al viento la próxima vez. Si yo no hubiera puesto mi pie en la carta, ésta se hubiera perdido." La señora Cleonice, hija espiritual del Padre Pío dijo: - "Durante la segunda guerra mundial mi sobrino estaba prisionero. Nosotros no habíamos recibido noticias durante un año; y creíamos que él estaba muerto. Sus padres pensaban lo mismo. Su madre fue un día a ver al Padre Pío y se arrodillaba delante del fraile que estaba en el confesionario. "Por favor Padre, dígame si mi hijo está vivo. Yo no me marcharé, hasta que UD no me conteste". El Padre Pío simpatizó con ella y teniendo piedad de sus lágrimas le dijo: "Levántese, y quédese tranquila”. “Días después yo no resistía el dolor que los padres estaban sufriendo, por lo que yo decidí pedirle un milagro, al Padre Pío. Yo dije fielmente: "voy a escribir una carta a mi sobrino Giovannino. Solamente escribiré su nombre en el sobre, porque nosotros no sabemos donde está. Usted y su Ángel Guardián llevarán le llevarán la carta. “El Padre Pío no contestó, yo escribí la carta, y la dejé en mi mesa de noche, para por la mañana siguiente entregarla al Padre Pío. Para mi gran sorpresa, asombro y miedo; la carta se desapareció. Inmediatamente le dì gracias al Padre Pío y él me dijo: "Dé sus gracias a Nuestra Señora". Casi quince días después nuestro sobrino contestó la carta. Entonces todos en nuestra familia estábamos contentos; y dando gracias a Dios y al Padre Pío." Durante la segunda guerra mundial, el hijo de la señora Luisa; Oficial de la Marina Real Británica, era motivo de angustia para su madre; pues ésta oraba todos los días por la conversión y la salvación de su hijo. Un día llegó un peregrino inglés a San Giovanni Rotondo, y trajo algunos periódicos ingleses. Luisa quiso leerlos. Ella leyó la noticia del hundimiento del barco en que su hijo viajaba Llorando va a ver al Padre Pío quien la consoló inmediatamente: ¿Quién le ha dicho que su hijo está muerto? De hecho, el Padre Pío; le pudo explicar exactamente el nombre y la dirección del hotel en dónde estaba su hijo, después de que él escapó del naufragio en el Atlántico. Él se acomodó en ese Hotel, mientras esperaba un nuevo cargo. Inmediatamente Luisa le envió una carta; y a los 15 días, su hijo le respondió. Había una mujer tan noble y buena en San Giovanni Rotondo que el Padre Pío dijo que era imposible, de encontrar cualquier falta en su alma, para perdonar. En otros términos; ella vivió para ir al cielo. Al final de la Cuaresma, Paolina, estaba tremendamente enferma. Los doctores no daban esperanzas. Su marido y sus cinco niños fueron al convento a orar al Padre Pío y pedirle ayuda. Dos de los cinco niños tiraron del hábito del Padre Pío y lloraron. ¡Pío Padre se perturbó; e intentó consolarlos y prometió orar por ellos, nada más! Algunos días después, al principio de la Séptima hora, las cosas cambiaron. De hecho él pidió por Paulina, para que sanara y dijo a todos: "Ella se recuperará el Día de Pascua. Pero durante el viernes santo, Paolina perdió la conciencia, y el sábado entró en estado de coma; finalmente, después de algunas horas Paolina murió. Algunos de sus parientes tomaron su traje de novia para ponérselo según una vieja tradición. Otros parientes corrieron al convento para pedirle un milagro al Padre Pío. Él les contestó: "Ella resucitará” y fuè al altar para dar la Santa Misa. Cuando el Padre Pío empezó a cantar el Gloria y el sonido de las campanillas que anuncian la resurrección de Cristo, la voz del Padre Pío rompió en llanto y sus ojos estaban llenos de lágrimas. En el mismo momento Paolina resucitó y sin ninguna ayuda ella bajó de la cama, ella se arrodilló y oró tres veces el Credo. Luego se levantó y sonrió. "Ella resucitó". De hecho el Padre Pío no había dicho, "ella se recuperará" sino "ella resucitará". Cuando le preguntaron, que le pasó durante el tiempo que ella estaba muerta; contestó: "Yo subí, subí, subí; hasta que entré en una gran luz, y de pronto regresé. Testimonio de una madre: “Mi primera hija, nació en 1953; el Padre Pío, le salvó la vida en forma repentina y milagrosa, hacen 18 meses. En la mañana del 6 de enero de 1955 mi marido y yo estábamos en la iglesia para asistir a la Santa Misa y nuestra hija estaba en casa con su abuelo. Repentinamente aconteció un accidente, y nuestra hija se quemó con una olla de agua caliente. La quemadura era tan grande como grave; le abarcaba desde el estómago hasta la parte de atrás. El doctor recomendó hospitalizarla inmediatamente; porque podía morirse debido a su estado de suma gravedad... Por esta razón él no nos dio ninguna medicina. Desesperada al ver moribunda a mi hija, en lo que el doctor se fuè; invoqué fuertemente al Padre Pío, que interviniera urgentemente, mientras me preparaba para llevarla al hospital, ya casi era la hora del medio día; cuando de pronto la niña que estaba sola en su cuarto me llamó “Mamà, mamà, ya no tengo ninguna herida”. ¿Y quién ha desaparecido tus heridas, pregunté asustada y con gran curiosidad? Ella contestó. “mamà el Padre Pío vino, él sanó mis heridas poniendo sus manos llagadas sobre mi quemadura”. Para asombro de todos, realmente no había ninguna seña ni marca de que hubiera alguna quemada; el cuerpo de mi hija estaba completamente sano, y pensar que unos minutos antes el medico la desahució. Los campesinos de San Giovanni Rotondo recuerdan con gran alegría el evento siguiente. Era en primavera, florecieron los árboles de almendras prometiendo una buena cosecha. Pero desgraciadamente millones de orugas voraces llegaron y devoraron las hojas y las flores. No dejaron ni siquiera la cáscara. Después de dos días y después de intentar detener esa invasión, los campesinos estaban muy preocupados, ya que para muchos de ellos las almendras eran el único recurso económico - decidieron contarle al Padre Pío el problema. El Padre Pío tenía una hermosa vista de los árboles a través de su ventana en el convento y decidió bendecirlos. Se puso las sagradas vestiduras y empezó a orar. Cuando terminó, tomó el agua bendita e hizo la señal de la Cruz en el aire, en dirección a los árboles. De inmediato desaparecieron las orugas, y al día siguiente de que las orugas habían desaparecido, los árboles de almendras, parecían nuevamente tener los retoños. Era un desastre; la cosecha estaba perdida. ¡Lo que pasó luego es realmente increíble! Teníamos de repente la cosecha más abundante; ¿Cómo es posible que tuviéramos una cosecha más abundante que las que normalmente teníamos? Antes nunca, en tiempos normales habíamos tenido una cosecha así. Los científicos nunca han podido dar una explicación a éste fenómeno. En el jardín del convento habían varios tipos de árboles; los cipreses, algunos de fruta y algún pino. Sobre todo por las tardes de verano, el Padre Pío disfrutaba del clima, en la sombra, junto con sus amigos, y algún invitado, Una vez cuando el Padre Pío estaba hablando con algunas personas, repentinamente muchísimos pájaros comenzaron a cantar y a hacer ruido a la sombra de los árboles. Los pájaros habían compuesto una sinfonía allí; Mirlos, gorriones, y otras especies. El Padre Pío se molestó por la sinfonía, y mirando a los pájaros les dijo: “silencio " En ese mismo instante, los pájaros, los grillos y las cigarras se quedaron callados. ¡Las personas que estaban en el jardín, se encontraban profundamente sorprendidas! De hecho el Padre Pío había hablado a los pájaros, al igual que San Francisco. Otro testimonio, de un señor que contó: “Mi madre vino de Foggia y era una de las primeras hijas espirituales del Padre Pío. Ella le había pedido al Padre Pío la conversión y protección de mi padre"; cuando en abril de 1945 lo iban a fusilar. Él se encontraba delante del pelotón de fusilamiento; cuando de pronto viô al padre Pío delante de él para protegerlo. El comandante del pelotón dìó la orden de disparar; pero ningún tiro se disparó de los rifles que lo apuntaban Los siete miembros del pelotón y su comandante, sorprendidos, verificaron sus rifles y no encontraron ningún problema. Así que el pelotón; apuntó de nuevo a mi padre, y el comandante pidió a sus soldados; disparar de nuevo, Y nuevamente ocurre lo mismo. Los rifles no funcionaron. Esta realidad misteriosa e inexplicable interrumpió la ejecución. Mi padre regresó a casa y se convirtió, recibió los santos sacramentos en San Giovanni Rotondo cuando fuè a agradecer al Padre Pío. De esta manera mi madre obtuvo los milagros que ella siempre había pedido al Padre Pío: ¡la conversión de su marido! Testimonio del Padre Honorato: “Yo fui a San Giovanni Rotondo con un amigo en motocicleta. Llegué al convento algunos minutos antes del mediodía. Dando mis respetos al superior, me dirigí al confesionario a saludar al Padre Pío y besar su mano. Debe tenerse en cuenta que mi modelo de motocicleta se llamaba "avispa". Al verme el Padre Pío me dijo: “Muchacho, ¿la "avispa" lo pinchó? " Yo estaba bastante sorprendido: de hecho el Padre Pío no me había visto cuando llegué al convento, pero él sabía qué tipo de transporte yo usaba. La mañana siguiente de que nosotros dejamos a San Giovanni Rotondo con mi "avispa" y partimos a San Miguel, el pueblo cercano a San Giovanni Rotondo. El tanque de gasolina iba vacío, por lo que nosotros decidimos llenarlo en Monte San Angelo. Pero en cuanto nosotros alcanzáramos ese pueblo pequeño se nos presentó un problema: todas las bombas de gasolina estaban cerradas. De manera que decidimos regresar a San Giovanni Rotondo. Realmente nosotros esperamos encontrar a alguien en el camino que pudiera darnos un poco de gasolina. En primer lugar yo estaba angustiado por mis hermanos del convento, porque iba a llegar tarde a la hora del almuerzo; cosa que no es gentil... Pero sin la gasolina, a los pocos kilómetros, la moto empezó a hacer ruido y se detuvo. Verificamos el tanque, y estaba vacío. Con tristeza le dije a mi amigo, que teníamos sólo diez minutos para llegar al convento y almorzar con nuestros hermanos. No encontrábamos ninguna solución, y por esta razón, mi amigo, dìó un puntapié al pedal. ¡Increíble! ¡La motocicleta arrancó de nuevo! Emprendimos inmediatamente el viaje a San Giovanni Rotondo sin preguntarnos la razón de porque la motocicleta había arrancado sin gasolina. Cuando llegamos a mitad del convento la motocicleta paró de nuevo. Destapamos el tanque y vimos que todavía estaba seco. Asombramos miramos nuestros relojes: era diez minutos antes de la hora del almuerzo. Significaba que nosotros, habíamos cubierto quince kilómetros en un promedio de 180 kilómetros por hora. ¡Sin la gasolina! Yo entré al convento mientras los hermanos estaban bajando para el almuerzo, y cuando Fuì a buscar al padre Pío, éste; se quedó mirándome y se reía. En mayo de 1925. María tenía su bebé enfermo de nacimiento. María estaba muy angustiada por su bebé. De hecho, después de una visita médica, le dijeron que su niño tenía una enfermedad muy complicada. No había esperanzas para él: jamás se podría recuperar. María decidió ir en tren a San Giovanni Rotondo. Ella vivía en un pueblo pequeño al sur de Puglia, pero escuchando los milagros del Padre Pío, del fraile que tenía los estigmas de Jesús y que hacía milagros, a los enfermos y daba esperanza a los desgraciados; surgió en ella una gran fe e inmediatamente se fuè de viaje, pero durante el trayecto el bebé se murió. Ella había vigilado su cuerpecito toda la noche, y lo puso en la maleta y la cerró... Al día siguiente de ver morir a su hijo, estaba en el convento de San Giovanni Rotondo. ¡Ya no había ninguna esperanza! El niño estaba muerto. Pero Maria no había perdido su fe. Por la tarde estaba delante del Padre Pío. Se encontraba en la fila de la confesión y tenía en sus manos la maleta que contenía el cadáver de su hijo. Se había muerto veinticuatro horas antes. Se arrodilló delante del Padre Pío y lloró desesperadamente suplicándole ayuda. Él la miró profundamente. La madre abrió la maleta, y le mostró el cadáver de su hijo al Padre Pío. El pobre Padre se condolió hasta las entrañas por el dolor de ésta madre. Tomó el pequeño cuerpo y puso sus manos estigmatizadas en su cabeza, y entonces oró mirando al cielo. Después de un rato, la pobre criatura estaba viva de nuevo. Un gesto, un movimiento de los pies, los brazos... parecía dormido y simplemente se despertó después de un sueño largo. Hablando a la madre le dijo: "¿Mima, por qué usted está llorando? Su hijo está durmiendo " La madre y los gritos de la muchedumbre llenaron la iglesia. ¡Todos hablaban sobre el gran milagro! Un ingeniero decidió quedarse hasta tarde en el convento, pero cuando decide irse comenzó a llover... Así que él le dijo al Padre Pío: "Yo no tengo ningún paraguas " "¿Podría quedarme aquí hasta por la mañana? Si no, me mojaré." - "Yo lo siento mi estimado, no es posible. ¡Pero no se preocupe! ¡Yo lo acompañaré! “le contestó el Padre Pío. Pero el ingeniero pensó que habría sido mucho mejor no hacer esa penitencia, sin embargo, podría ser menos riguroso con la ayuda del Padre Pío. Se puso su sombrero, y empezó a caminar dos millas entre el convento y el pueblo. Pero en cuanto él salió viô con sorpresa que ya no estaba lloviendo. Simplemente había un pequeño rocío cuando llegó a su casa. "Mi Dios", la mujer exclamó, cuando abrió la puerta "Usted también debe estar mojado hasta los huesos” “en absoluto" el ingeniero contestó - "no está lloviendo". Los campesinos que estaban enmudecen: "¿Qué! ya no está lloviendo? ¡Está vertiendo! ¡Escuche! “ellos abrieron la puerta de nuevo y estaba lloviendo demasiado fuerte Y le contaron que había estado lloviendo durante una hora sin interrupción. "¿Cómo usted pudo venir sin mojarse? Ellos le preguntaron. El ingeniero contestó: "El Padre Pío me dijo, que me acompañaría"; entonces, los campesinos comprendieron que había sido un milagro más del Padre Pío. "Ahora todo está claro, y se encontraron en la cocina para cenar cuando la mujer dijo: "Con seguridad la compañía del Padre Pío es mucho mejor que un paraguas " Un señor de Ascoli Piceno (una ciudad italiana) dijo: "Hacia el fin de los años 1950, yo fuì a San Giovanni Rotondo con mi esposa, a la confesión, y antes de que yo recibiera la absolución, después del consejo del Padre Pío y efectuada la penitencia. Por la tarde estaba todavía en el convento y el Padre Pío me viô de nuevo y me dijo: ¿Usted todavía está aquí? "Mi ratón no arrancó" le contesté: ¿Qué es exactamente el ratón? el Padre Pío preguntó "Es mi automóvil" contesté. “Vamos y démosle una mirada" me dijo. Él me invitó a dejar el monasterio, cosa que nosotros hicimos sin ningún problema. Nosotros viajamos toda la noche y por la mañana siguiente, lo llevé al mecánico. Quién me dijo, después del chequeo; que el sistema eléctrico del automóvil estaba descompuesto. Y él no me creyó cuando le dije que yo había viajado con el automóvil toda la noche. De hecho era imposible cubrir doscientas millas, entre San Giovanni Rotondo y Ascoli Piceno, con el carro en aquél estado, entonces yo comprendí que el Padre Pío me había ayudado, yo le agradecí en mi mente, y estoy seguro que me ha escuchado. Testimonio de una buena mujer pero algo tímida. Nunca era necesario repetir la misma frase al Padre Pío. Bastaba con pedírselo mentalmente. El esposo de esta buena mujer se encontraba muy enfermo. Ella corre al convento en busca de ayuda. Pero no sabía como localizar al Padre Pío, pues para una confesión, había que esperar hasta 3 días. Así durante la Santa Misa ella estuvo todo el tiempo de pie y caminaba de un lado al otro de la Iglesia. Finalmente decidió decirle su problema, y pidió en ese instante la ayuda del Padre Pío a Nuestra Señora. Así, al final de la Santa Misa, cruzó nuevamente la iglesia para hablar con él... Finalmente ella logró alcanzar el corredor por donde el pasaría. En cuanto el padre Pío la miró, le dijo: "mujer que poca fe, ¿cuándo usted pedirá mi ayuda finalmente? ¿Usted piensa que yo soy sordo? Usted ya me lo ha dicho cinco veces, cuando usted estaba delante de mí, detrás de mí, a mi derecha y a mi izquierda. ¡Yo entendí! ¡Yo entendí! ¡Vaya a su casa! Todo està bien. Cuando llegó a su casa; su esposo estaba completamente sanado. TESTIMONIOS DE RECUPERACIONES Un señor de Foggia (Italia), tenía 62 años en 1919 y caminaba sosteniéndose con dos muletas; pues en un accidente se fracturó las dos piernas; cuando se calló se su carruaje. Los doctores no habían podido ayudarlo. Después de confesarse con el Padre Pío, el fraile le dijo: "¡Póngase de pie y camine!” “Usted tiene que botarlas muletas”. Ese hombre llevó a cabo la orden y empezó a caminar solo de nuevo. Todos los que dan el testimonio estaban sorprendidos. Otro suceso extraordinario pasó en 1919 en San Giovanni Rotondo. Un señor tenía 14 años deforme, desde que contrajo el tifo. Tenía dos grandes jorobas. En una oportunidad en que se confesó con el Padre Pío, el santo fraile lo tocó con sus manos estigmatizadas, y De repente el muchacho se puso de pie y sus jorobas desaparecieron. Gracia era una campesina de veintinueve años, ciega de nacimiento; en una oportunidad en que conversara con el Padre Pío, éste le preguntó si quería ver, a lo que ella respondió: “claro, que quiero ver”, "Bien, usted recuperará la vista”; le dijo el Padre Pío y la envió a Bari (Italia). Allí fuè examinada por un competente especialista, oftalmólogo, quien después de evaluarla le comentó a su esposa, la cual era amiga del fraile: ¡No hay esperanza para esta muchacha! el Padre Pío puede sanarla únicamente por un milagro; pero yo debo regresarla a su casa sin operarla. Su esposa insistió y le dijo a su marido: "Pero si el Padre Pío, te la envió, intenta operarla”. El doctor estuvo de acuerdo, y al operarla se recuperó en los dos ojos. ¡Los ojos de Gracia fueron sanados! Ella podía ver perfectamente. Al regresar a San Giovanni Rotondo, ella corrió al convento; y arrojándose a los pies del fraile, éste le ordenó se levantara inmediatamente, mientras ella le suplicaba..."Bendígame Padre..., Bendígame! Por lo que el fraile marcó la señal de la cruz en el aire; mientras tanto Gracia continuaba esperando la bendición, pues cuando era ciega la bendecía tocando su cabeza; Así que el Padre Pío le dijo: "¿Es que acaso usted necesita la bendición a cada rato? Testimonio de una señora:"En 1947 yo tenía treinta y ocho años y había estado sufriendo debido a un cáncer del intestino, diagnosticado en una radiografía por lo que fuè necesario operar. Antes de ir al hospital yo quise ir a San Giovanni Rotondo para suplicar ayuda al Padre Pío. Mi marido, mi hija y un amigo, me llevaron; desde hacía algún tiempo yo deseaba confesarme y contarle lo de mi enfermedad; pero no era fácil entrevistarse con él. Por lo que mi esposo, le contó todo a un fraile, para que éste se lo refiriera al Padre Pío Ese fraile era muy cercano a él, y me prometió informar de todo al Padre Pío, con detalle. Para abreviar tiempo me pidieron que entrara en el corredor del convento por dónde pasaría el Padre Pío. Atravesó a la muchedumbre, pero él sólo estaba interesado en mí. Él me preguntó la razón de mi angustia. y me dijo que yo pensaba correctamente acerca del cirujano. Posteriormente me animó y me dijo que oraría a Dios por mí. Estaba asombrada; él no conocía al cirujano que iba a operarme; y nadie le dijo que yo era la persona correcta para hablarle entre la muchedumbre. Enfrenté mi cirugía con esperanza y con serenidad. El cirujano fue el primero en hablar del milagro. Solamente me tenía que operar de apendicitis; a pesar de las radiografías anteriores que evidenciaban el tumor maligno. Para éste medico, que no creía en Dios, era difícil admitir que el tumor había desaparecido; desde ese momento su conversión fuè tan notoria como repentina, él puso el Crucifijo en cada cuarto del hospital. No había ninguna evidencia del cáncer ya. Al poco tiempo nos trasladamos a San Giovanni Rotondo para dar el testimonio al Padre Pío. El Santo Fraile se dirigía a la sacristía cuando de repente se detuvo sonrió y dijo: "¿Qué sabe usted, que ha regresado aquí?”... y él me extendió su mano para besarla, la cual yo contuve afectuosamente entre las mías. Testimonio de un señor: "Mi rodilla izquierda se había inflamado ocasionándome un gran dolor, por varios días. El doctor me había comentado que la situación era muy seria; y me ordenó muchas inyecciones. Antes de comenzar el tratamiento, quise ir a ver al santo Padre Pío. Después de mi confesión le hablé sobre mi rodilla y le pedí que orara para mí. Cuando ya estaba saliendo de San Giovanni Rotondo, ya casi de noche, el dolor desapareció. ¡Yo miré mi rodilla y noté que ya no estaba con la hinchazón Así que corrí inmediatamente a donde el Padre Pío para agradecerle. Él me dijo: "¡Usted no tiene nada que agradecerme, pero usted tiene que dar gracias a Dios”! Pregúntele a su doctor que si él puede hacer lo mismo con las inyecciones. Una señora cuenta: "Yo había tenido un embarazo normal en 1952, pero durante el nacimiento del niño ocurrieron algunos problemas. Mi hijo nació con ayuda, luego se me practicó una transfusión de sangre. Pero debido a la emergencia, erraron el tipo de sangre que yo necesitaba. Las consecuencias siguientes eran muy serias: la fiebre alta, las convulsiones y un encogimiento pulmonar, con otros problemas de salud. Incluso un sacerdote fue llamado para darme el santo viático, pero me lo tenía que dar con agua porque yo estaba en muy mala condición. Cuando mis parientes llamaron al sacerdote, y yo me quedé sola, en ese momento, el Padre Pío se me apareció mostrándome sus manos estigmatizadas, y me dijo: "¡Yo soy el Padre Pío, usted no se morirá! Ore conmigo un " Padre Nuestro " y en el futuro usted vendrá a San Giovanni Rotondo para encontrarse conmigo". El resultado de esta aparición era lo siguiente: "Yo iba a morirme algunos minutos antes y yo me ponía de pie y me sentaba algunos minutos después. Cuando mis parientes regresaron a mi cuarto, ellos me encontraron orando. Yo los invité a orar junto conmigo y les dije sobre la visión. Nosotros oramos y mi salud mejoró. Todos los doctores comprendieron que había ocurrido un milagro. Meses después Fuì a San Giovanni Rotondo para agradecer al Padre Pío. Al verlo él me extendió su mano para besarla. Y al besarla, agradeciéndole yo sentí el famoso perfume del Padre Pío. Él me dijo: "Usted consiguió un milagro; pero usted no tiene que agradecerme. El Sagrado Corazón de Jesús me envió que la rescatara, porque usted se consagró a Su Corazón y usted ha hecho los Nueve Primero viernes de cada mes." Cuenta una señora: "En 1953 me efectuaron un chequeo médico debido a los dolores en el abdomen. La situación era muy seria: Yo necesitaba un transplante urgente. Un amigo a quien yo confié mi problema, me sugirió que escribiera una carta al Padre Pío para pedirle sus oraciones y ayuda. Yo pensaba, que su respuesta sería que fuera al hospital, y que él oraría allí para mí. Así que yo fui al hospital y nuevamente me realicé un reconocimiento médico con nuevas radiografías. Pero los mismos doctores que me dijeron que yo estaba tremendamente enfermo estaban sorprendidos y comprobaron que la enfermedad seria ya no estaba. Después de cuarenta años, yo todavía estoy agradeciendo al Padre Pío su ayuda. De hecho él no niega su ayuda poderosa a quien quiera que se la pida. Una señora dijo: "En 1954, mi padre que era un ferroviario cayó enfermo Con una enfermedad extraña que inmovilizó sus piernas. Él tenía cuarenta y siete años en ese momento. Se trató por muchos doctores sin éxito, y aproximadamente a los dos años de tratamiento, mi padre tenía que retirarse de su trabajo. Desde que la situación se puso peor, mi tío le hizo pensar, que debía ir a San Giovanni Rotondo dónde un fraile, a quien Dios le había dado muchos dones. Así que mi padre llegó a San Giovanni Rotondo con la ayuda de mi tío, enfrentando muchos problemas. En la Iglesia él se encontró con el Padre Pío quien dijo: "Permitan que ese ferroviario pase " El Padre Pío nunca se había encontrado con mi padre, por lo que era imposible que supiera que mi padre era un ferroviario. Sin embargo, el Padre Pío y mi padre se encontraron y hablaron durante algunas horas. Después, el Padre Pío puso su mano en el hombro de mi padre, y lo consoló animándolo con una sonrisa. En cuanto mi padre dejara al Padre Pío, comprendió que él había sido sanado. Mientras mi padre, arrojó de sus manos las muletas que necesitaba para caminar, mi tío lo siguió sorprendido. Un señor que vivía al sur de Italia en Puglia, era un ateo famoso en esa región. Él era bien conocido por la fortaleza con que él luchó contra la Religión católica. Su esposa era una mujer católica pero su marido le había prohibido estrictamente ir a la iglesia y hablar sobre Dios a sus niños. En 1950 ese hombre cayó enfermo. Los doctores hicieron un diagnóstico serio: él tenía dos cánceres, el primero en el cerebro, y el segundo detrás de la oreja. ¡No había esperanza para él! Aquí su informe: "Yo fuì al hospital de Bari, muy asustado por el dolor y el pensamiento de muerte. El miedo me obligó a orar a Dios. Yo no había orado desde que era un niño. Me recomendaron ir de Bari a Milán para operarme y salvar mi vida. El doctor me dijo que la cirugía era muy difícil y había muchas dudas en su resultado. Por la noche, cuando yo estaba en Milán, soñé con el Padre Pío. Él vino, tocó mi cabeza, y me dijo: "¡No se preocupe, usted se recuperará en el futuro". ¡La mañana después yo me sentía bien! Los doctores estaban bastante sorprendidos, debido a mi mejoría, sin embargo ellos pensaron que era necesario operarme. Por mi parte, yo estaba muy aterrado, me escapé del hospital, faltando muy poco tiempo para la cirugía, me escondí en la casa de mi pariente en Milán dónde mi esposa también estaba. Tiempo después yo tenía nuevamente el dolor y regresé al hospital. Al hacerme los nuevos exámenes los médicos se sorprendieron al constatar que ambos tumores desaparecieron. Yo también me sorprendí, porque cuando me hacían los chequeos, pude sentir un profundo perfume de violetas; que claramente me indicaba de la presencia del Padre Pío. Cuando pedí la factura al doctor antes de dejar el hospital, este me dijo: "Yo no he hecho nada para sanarlo, por lo que usted no tiene que pagarme". Cuando yo regresé a casa, quise ir a San Giovanni Rotondo para agradecer al Padre Pío. Estaba seguro que él me había sanado. Pero cuando yo llegué al convento, yo empecé a tener el dolor de nuevo. ¡Era tan doloroso que me desmayé! Dos hombres me llevaron al confesionario del Padre Pío. En cuanto lo vì dije: "Yo tengo cinco niños y estoy muy enfermo, por piedad Padre salve mi vida." - Él contestó: "Yo no soy Dios, ni Jesucristo, yo soy simplemente un sacerdote, como cualquier otro sacerdote, no más, quizá menos. ¡Yo no puedo hacer milagros! "Por favor, imploré a gritos,” el Padre Pío elevó sus ojos al cielo y yo vi su labios orando. En ese mismo momento sentí el mismo perfume de violetas que en el hospital. El Padre Pío me dijo: "¡Vaya a casa y ore! ¡Yo oraré por usted! ¡Usted se recuperará!” Posteriormente, después de orar el dolor no volvió nunca más. Cuenta un señor: "En 1950 mi suegra fue hospitalizada para una intervención del seno izquierdo. El cáncer era sumamente agresivo. En efecto, después de pocos meses, fue necesario, una nueva hospitalización, y otra intervención análoga, del seno derecho. Considerada la difusión del mal los médicos del Policlínico de Milán le dieron cuatro meses de vida. En Milán, alguien nos habló del Padre Pío y de los prodigios atribuidos a su fabulosa intercesión. Partí enseguida para San Giovanni Rotondo. Esperé mi turno para confesarme, y al hablarle le supliqué al fraile, la salvación para la madre de mi mujer. El Padre Pío suspiró largamente y luego dijo: "Oramos todos y se curará". Y así fue. Mi suegra después de la intervención se curó y fue personalmente a agradecer al Padre quien, sonriendo le dijo: "¡Vete en paz!” En lugar de los pocos meses previstos, mi suegra todavía vivió diecinueve años durante los cuales creció, en ella y en nosotros, la devota gratitud hacia el Padre Pío." Otra curación, por intercesión de Padre Pío, la que fue considerada un prodigio permanente. La curación concierne a un ex empleado del ferrocarril toscano, muerto en el año 1983, a los setenta años. El empleado del ferrocarril dijo: "Yo soy un desafío viviente a las leyes físicas." En el año de 1945 él vivió en la provincia de Siena. Estaba casado y tenía un niño. Trabajó como guardián de las instalaciones eléctricas de una estación ferroviaria. La mañana del 21 de mayo, mientras fue al trabajo en motocicleta, fue atropellado por un camión. Llegó al hospital moribundo. Los médicos le hallaron una fractura de cráneo, una fractura en el arco de la ceja izquierda, la rotura del tímpano izquierdo, la fractura de algunas costillas y cinco fracturas en la pierna izquierda. Estuvo en peligro de muerte por varios días, luego los médicos, dijeron que estaba fuera de peligro. La recuperación fue larga pero satisfactoria, excepto por la pierna. Estaba tan mal que los médicos no lograron curarla. Él fue a numerosos hospitales. Fuè hospitalizado en la Clínica ortopédica de Siena donde tuvo tratamiento por año y medio. Luego fue al hospital Rizzoli de Bolonia. Después de las primeras intervenciones las fracturas del fémur fueron saneadas parcialmente pero a causa de una serie de complicaciones, la pierna estuvo completamente rígida. Los médicos hablaron de anquilosis fibrosa de la rodilla "izquierda" y no lograron curarme. Además las heridas provocadas por las numerosas intervenciones quirúrgicas no se cerraron. Ya que todas las tentativas de doblar la pierna fueron inútiles, los médicos de la Clínica ortopédica de Siena decidieron intentar la "flexión forzada de la rodilla sobre preparo de Zuppinger”, en anestesia general. Pero las adherencias musculares y los ligamentos que pararon la articulación fueron tan resistentes que también aquella intervención resultó inútil. Más bien, cuando los médicos probaron con más fuerza, se partió de nuevo el fémur y tuve que quedar otros dos meses con la pierna inmóvil. Al principio del 1948, yo dejé la Clínica ortopédica de Siena y fui declarado incurable. Habría tenido que quedar con la pierna rígida por todo el resto de mi vida. Tenía treinta-cinco años y no lograba una buena presentación. Me recomendaron otros especialistas pero las esperanzas de éxito resultaron ser pocas y por lo tanto no quise afrontar una nueva intervención quirúrgica. Yo estaba desmoralizado. No quise ver a nadie. Ya no quería vivir. Desahogué todo mi dolor contra mi mujer que intentó siempre darme ánimo. Para movilizarme empleé las muletas, pero logré sólo arrastrarme por pocos metros porque la pierna, más allá de estar rígida, estuvo todavía llena de heridas sangrantes y dolorosas. A menudo, quise andar solo pero caí y entonces grité con toda mi rabia, blasfemando contra Dios y contra todo. Mi mujer era creyente, yo no. Ella iba a la iglesia y yo la regañaba. Blasfemé para hacerle despecho y ella lloró. Un día en nuestra, parroquia vino un religioso para dar algunas conferencias. Cuando el religioso fue informado de mi caso, él quiso hablar con mi mujer para confortarla: "¿Por qué no le entrega su caso al Padre Pió de San Giovanni Rotondo, un capuchino que hace milagros"? Mi mujer me refirió aquellas palabras con mucha esperanza pero estallé en irónica risotada, también pronunciando blasfemias e improperios contra el Padre Pío. Mi mujer no quiso perder aquella posibilidad y escribió muchas veces al religioso, pero no tuvo nunca una respuesta. Entonces reanudamos la conversación y traté de contentarla. Mi situación fue cada vez peor. Nos dimos cuenta, que para mí la vida había terminado. Era tanta mi desesperación, que al final del año le dije que probáramos a ir donde este sacerdote. El viaje fue dramático. En el tren fui acostado sobre una camilla, pero cuando tuve que subir y bajar del compartimiento los dolores fueron atroces. La primera etapa fue Roma. Para alcanzar a San Giovanni Rotondo sólo hubo un autocar y partió temprano por la mañana. Decidimos pasar la noche en una pensión Mientras me arrastré con las muletas resbalé en un charco, cayendo mal. Fui socorrido por los dependientes de los ferrocarriles, los que sabiendo que yo había sido un colega suyo me pusieron a disposición una habitación en los despachos de la estación y allí pasé la noche. Por la mañana temprano, yo, mi hijo y mi mujer cogimos el autocar para San Giovanni Rotondo. El autocar se paró a unos dos kilómetros de la iglesia de los capuchinos. Las calles no estaban asfaltadas. No sé cómo yo logré alcanzar la iglesia. Apenas entré, me acosté sobre un banco medio desmayado. No vi nunca una fotografía del Padre Pío, por lo tanto no pude reconocerlo. En la iglesia habían numerosos capuchinos. Cerca de mí hubo un fraile que estaba confesando a las mujeres. El visillo, que sirve para esconder al confesor, estaba abierto. El fraile tuvo los ojos bajos y las manos escondidas en las mangas de la túnica. Cuando levantó la derecha para dar la absolución me percaté que tenía los medios guantes. "es él" dije a mí mismo. En aquel instante el Padre Pío levantó los ojos y me miró por un par de segundos. Bajo aquella mirada mi cuerpo empezó a temblar, como si hubiera sido golpeado por una violenta descarga eléctrica. Después de algunos minutos el padre salió del confesionario y se fue. A las cuatro de la tarde fuimos de nuevo a la iglesia. Mi hijo me acompañó a la Sacristía. El Padre Pío ya estaba confesando. Habían algunas personas antes de mí. Después de un cuarto de ahora llegó mi turno. Apoyándome sobre las muletas, me acerqué al religioso. Intenté decir algo, pero no me dìó tiempo. Empezó a hablarme trazando un cuadro perfecto de mi vida, de mi carácter, de mi comportamiento. Fui completamente secuestrado por sus palabras y ya no pensé en la pierna. Cuando el Padre levantó la mano para darme la absolución, sentí de nuevo la terrible sacudida en todo el cuerpo. Me arrodillé e hice la señal de la cruz. Luego, siempre sin pensar en la pierna, me levanté, tomando las muletas y me alejé caminando normalmente. Todo esto lo hice normalmente. Mi mujer que estaba en iglesia, me vio llegar con las muletas en la mano, pero tampoco ella se percató que caminé normalmente. Me dijo: Qué bonita cara serena que "tienes" Nos paramos a orar un poco, luego nos encaminamos a la salida. Sólo en este momento mi mujer se dìó cuenta de lo que ocurrió: "Giuseppe, pero tú caminas" dijo. Me paré y observé con inmenso estupor las muletas que tenía en la mano. "Y verdaderamente, camino y no siento ningún dolor" contesté. "Papá" añadió a mi hijo - "cuando fuiste al Padre Pío también te has arrodillado". Pude hacer aquellos movimientos con la máxima espontaneidad, sin ningún dolor y dificultad. Me subí los pantalones y examiné las piernas: todas las heridas, que estuvieron doloridas y sangrantes hasta hacía poco, se cerraron. Ahora se veían sólo cicatrices perfectamente secas. "Estoy realmente curado" - le grité a mi mujer y me eché a llorar. La vuelta a casa fue una marcha triunfal. En todas partes en que nos parábamos, conté cuanto me ocurrió. Volví a la Clínica ortopédica de Siena. Los médicos quedaron estupefactos. Ante todo en verme caminar. Y luego porque las radiografías de mi pierna no habían cambiado en nada. La anquilosis fibrosa a la rodilla izquierda siempre estuvo presente y no habría podido de ningún modo caminar en aquellas condiciones. Mi caso también fue presentado a un congreso médico en Roma. Fui visitado por muchos ilustres especialistas que también provinieron del extranjero, y todos quedaron maravillados. LA BILOCACIÓN La Bilocación puede ser definida como la presencia simultánea de una persona en dos lugares diferentes. Numerosos testimonios unidos a la tradición religiosa cristiana cuentan varios sucesos de bilocación atribuidos al Padre Pío. Éstos son algunos testimonios: La Señora Maria, hija espiritual del Padre Pío, contó que su hermano, una tarde, mientras oraba, se durmió. De repente fuè golpeado con una bofetada sobre la mejilla derecha y él tuvo la sensación de sentir que la mano que lo golpeó fuera cubierta por un medio guante. Pensó enseguida en el Padre Pío y al otro día después de la misa se fue a saludarlo: "¿Es lícito dormirse cuándo se ruega"?, contestó el Padre Pío. Fue el Padre Pío quien lo "despertó". Un ex oficial del ejército, un día entró a la Sacristía y mirando al Padre Pío le dijo "Es justo él, no se equivoca". se acercó, cayó de rodillas y llorando repitió - Padre gracias por salvarme la vida en el campo de batalla. Sucesivamente el hombre contó a los presentes: "fui un Capitán de infantería y un día, sobre el campo de batalla, en una hora terrible de fuego, algo lejos de mí vi a un fraile, pálido y de ojos expresivos, me dijo: "Sr. Capitán, alèjese de ese sitio" - Inmediatamente corrì y antes de que llegara, al sitio dónde antes me encontraba, estalló una granada enorme que abrió un remolino. Me volví hacia el monje para agradecerle pero ya habìa desaparecido". El Padre Pío en bilocación le salvó la vida. El Padre Alberto, a quien el Padre Pío conoció en 1917, contó: "Vi hablar al Padre Pío mientras se encontraba de piè cerca de la ventana con la mirada fija sobre la montaña. Me acerqué a èl para besarle la mano pero él no se dió cuenta de mi presencia y tuve la sensación de que su mano estaba entumecida. En aquel entonces lo escuchè que con voz muy clara, en el momento en que dió la absolución a alguien. Después de un instante el padre se sacudió como si se se despertara. Volteàndose hacia mí, me dijo: - ¿Estáis aquí?, no me enteré de ello -. Algún día después llegó de Turín un telegrama de agradecimiento al Padre Superior por haber mandado al Padre Pío a asistir a un moribundo. Del telegrama se pudo intuir que el moribundo estaba muriendo en el momento en que el Padre Pìo en San Giovanni Rotondo, pronunció las palabras de absolución. Obviamente el Superior no envió al Padre Pío al moribundo, sino que el Padre Pío lo visitó en bilocación. Una familia americana vino de Filadelfia a San Giovanni Rotondo, en el 1946, para agradecer al Padre Pío. El hijo piloto de un avión de bombardeo, en la II Guerra Mundial, fuè salvado por el Padre Pío en el cielo en el Océano Pacífico. El avión cerca de aterrizar en el aeropuerto, después de haber efectuado un bombardeo, fue golpeado por los cazatorpederos japoneses. "El avión" - contó el hijo, "Se precipitó y estalló apenas que la tripulación pudiera tirarse en paracaídas. Solamente yo, no sé como, logrè salir a tiempo del avión. Traté de abrir el paracaídas pero no se abrió; me habría estrellado, por tanto, al suelo si de repente no hubiera comparecido un fraile con la barba que tomándome entre los brazos me depuso dulcemente delante de la entrada del mando de la base. Imagináis el estupor que provocó mi cuento. Fue increíble pero mi presencia "obligó" a todos a creerme. Reconocí al fraile que me salvó la vida cuando, un día, mandado con permiso, llegué a casa y mi madre me enseñó la fotografía del Padre Pío, el fraile a cuya protección en sus oraciones y lagrimas de madre me había encomendado. ¡Que grande e importante es la oración de una madre! Una señora, mujer de un empresario naval, era huésped de su hija en Bolonia. Tenìa un tumor maligno en un brazo y la señora con la ayuda de su hija decidió hacerse operar. El cirujano aconsejó tener paciencia y esperar, por lo tanto posteriormente fijarìa la fecha para la intervención quirúrgica. En la espera el marido de la hija mandó un telegrama al Padre Pío; suplicando por la salud de su suegra. A la hora en que el telegrama llegó a manos del Padre Pío, la señora, que estuvo sola en el cuarto de estar de la casa de la hija, vio abrir la puerta y entrar a un fraile capuchino. "Soy el Padre Pío de Pietrelcina" le dijo. Después de preguntarle algunas cosas del cirujano, la exhortó a tener confianza en la Virgen, el Padre Pìo le hizo una señal de la cruz en el brazo, por lo tanto, saludándola, salió. La señora llamó a la camarera, la hija y el yerno. Preguntó porque hicieron entrar al Padre Pío sin anunciarlo, pero le contestaron que no lo vieron y que, en todo caso, no abrieron la puerta a nadie. Al día siguiente el cirujano visitó a la señora para prepararla para la operación, pero no encontró ningún tumor. El tumor se desapareció apenas el Padre Pìo le dió la bendición. El obispo que el 10 de agosto de 1910, en la catedral de Benevento, fuè preparado para la muerte por el Padre Pío que, en bilocación, fue a hacerle una visita. Hasta el beato don Orión declaró lo siguiente sobre la bilocación del Padre Pío: "En la Basílica de San Pietro, en la ceremonia de beatificación de Santa Teresa del Niño Jesús, estaba también el Padre Pío, en bilocación. Lo vì venir hacia mí, sonriendo. Fuì a su encuentro, a través de la muchedumbre, pero cuando llegué, él desapareció." El Padre Pío en bilocación celebró una Misa en la Capilla de un monasterio de monjas en Checoslovaquia, en 1951. Después de la celebración de la Misa las monjas fueron a la Sacristía para ofrecerle al Padre una tacita de café y darle las gracias por la Misa y la inesperada visita, pero en la Sacristía no había nadie. Las monjas pudieron constatar así que; el Padre Pío fuè a efectuar la Santa Misa en bilocación. El Padre Pío, en bilocación, dìó la Misa al primado de Hungría, en la cárcel, en Budapest, en 1956. Alguien, que conocía del episodio preguntó: "Padre Pío, UD le ha dado la Misa y le ha hablado, pero entonces, si UD ha estado en cárcel, y lo ha visto" - "Cierto, si le he hablado también lo he visto"... contestó el Padre Pío. La Madre Esperanza, fundadora de las Criadas del amor Misericordioso, contó de haber visto al Padre Pío, por un año entero, todos los días en Roma. Sabemos muy bien que el Padre no ha estado nunca en Roma, si no una vez para acompañar a la hermana que decidió entrar al monasterio de clausura en el año 1917. Estuvo en bilocación todos los días. El General Cadorna, después de la derrota de Caporetto cayó en un estado de depresión severa y decidió suicidarse. Una tarde se encerró en su habitación y dìó orden a su ordenanza de no dejar pasar a nadie. Entrado en su habitación, extrajo de un cajón una pistola y mientras se estaba apuntando a la sien oyó una voz que le dijo: "General, ¿no querréis cumplir en absoluto esta tontería"? Aquella voz y la presencia de un Fraile apartaron el General de su propósito, dejándolo petrificado. ¿Pero, como fue que pudo entrar este personaje en su habitación? Pidió explicaciones al ordenanza pero le contestó no haber visto pasar a nadie. Años después, el general, se enteró por la prensa, que un Fraile que vivía sobre el Gargano hacia milagros. Se fuè de incógnito a San Giovanni Rotondo y con gran asombro al fraile capuchino aquella tarde reconoció. “Ha corrido un riesgo enorme aquella tarde, ¿eh general?”, le dijo el Padre Pío. LOS PERFUMES DEL PADRE PÍO La osmogenesia es un carisma poseído por algunos Santos. Tal carisma, en algunas circunstancias permitió percibir a distancia perfumes particulares. Tales perfumes son definidos como olores de santidad. El Padre Pío poseyó tal carisma y tales fenómenos fueron tan frecuentes para él que la gente común fue acostumbrada a definirlos como los Perfumes del Padre Pío. A menudo el perfume emanó de su persona, de los objetos que tocó o de sus vestidos. Otras veces el perfume fue perceptible en los lugares por donde pasó. Un día un conocido médico sacó de la llaga del costado del Padre Pío una venda que fue usada para taponar la sangre. Él guardó la venda en un estuche para llevarla al laboratorio de Roma, para analizarla. Durante el viaje, un Oficial y otras personas que estuvieron con él dijeron sentir el perfume que generalmente el Padre Pío emanaba. Ninguna de aquellas personas sabía que el médico tenía en el bolso la venda empapada de la sangre del Padre Pío. El médico conservó aquel paño en su estudio, y el extraño perfume impregnó por largo tiempo el entorno, tanto que los pacientes que fueron de visitas pidieron explicaciones. El Fraile Modestino contó: "Una vez me encontraba de vacaciones en San Giovanni Rotondo. En la mañana me presenté en la Sacristía para servir la Misa al Padre Pío, pero otros monjes discutieron para tener este privilegio. El Padre Pío interrumpió aquella discusión y dijo - la Misa sólo la sirve él - y me indicó. Nadie habló más, acompañé el Padre al altar de San Francisco. Yo empecé a preparar el Altar para la Santa Misa en absoluta concentración. En el momento del "Sanctus" tuve un repentino deseo de percibir aquel indescriptible perfume que ya muchas veces olí cuando besé la mano de Padre Pío. El deseo fue concedido enseguida. Una oleada de perfume me envolvió. El perfume siempre aumentó más. Ya no lograba respirar. Me apoyé con la mano en la balaustrada para no caer. Estuve a punto de desmayarme y le pregunté mentalmente al Padre Pío para evitar esto frente a tanta gente. En aquel preciso instante el perfume desapareció. En la tarde, mientras acompañé el Padre a su celda, le pedí al Padre Piadosas explicaciones sobre el fenómeno. Me contestó: “Hijo mío, no soy yo. Es Dios el que actúa. Lo hace sentir cuando quiere y a quien quiere. Todo ocurre como le gusta a él." Yo estaba detrás de una ventana del confesionario y desde mi ventana vi al Padre Pío que confesaba del otro lado del confesionario. Una señora contó. Mientras yo penséfiore.gif (2499 byte) dentro de mí que estaba a punto de hablar a un santo, fuì inundada por un fuerte perfume de azucenas. Eso me impresionó mucho, ya que el cuento de los perfumes nunca lo creí. Y así yo me convencí que los perfumes de Padre Pío existieron realmente. Una señora de Bolonia de 24 años. Usted se fracturó el brazo derecho que, tres años antes, fue operado en consecuencia de un grave accidente. Después de una nueva operación y después de una larga cura, el cirujano le dijo al padre de la chica que ella ya no podía usar el brazo. En efecto el brazo fue completamente inmovilizado en consecuencia de la remoción de una sección del omóplato. Un injerto óseo no logró sanarla. Desolados, padre e hija, parten para San Giovanni Rotondo. El Padre Pío los recibe, los bendice y declara: "¡Sobre todo ninguna desesperación! ¡Confiad en Dios! El brazo se curará”. Era a finales de julio de 1930. La enferma vuelve a Bolonia sin ninguna mejoría. ¡El Padre Pío se ha equivocado pues! Nadie piensa más en este problema y los meses transcurren. El 17 de septiembre, el día en que se celebran los estigmas de San. Francisco, de repente el apartamento en que vivía la familia es invadido por un delicioso olor de junquillos y rosas. Este fenómeno, duró un cuarto de hora y Los inquilinos estaban asombrados y buscaron en vano el origen de aquellos maravillosos perfumes. Desde aquel día la joven reanudó el empleo del brazo. Una radiografía, que ella conservó celosamente, enseñó la reparación del hueso y los cartílagos. Un hombre contó: "... un día, mi mujer me convenció a ir a ver al Padre Pío. Yo no entraba en una iglesia desde hacía veinticinco años, precisamente del día de mi boda. Sentí la necesidad de confesarme, pero el Padre Pío, en cuanto yo estaba delante de él me dijo bruscamente, sin tampoco mirarme: "Vete de aquí" - "Estoy aquí para confesarme, y obtener la absolución" - le dije toscamente. "Vete he dicho", me contestó toscamente. Entonces me fuì. Yo atravesé de carrera la iglesia pequeña hasta el hotel. Mi mujer, que me vió salir velozmente, me alcanzó en la habitación del hotel. - "¿Qué cosa ha sucedido? ¿Qué haces"? - me preguntó. "Hago la maleta y me voy". En aquel entonces una oleada de perfume me sobresaltó. Un perfume intenso, maravilloso. Quedé pasmado, totalmente asombrado y maravillado Me calmé en un santiamén. En un instante sentí nacer en mí un gran deseo de regresar al Padre Pío. Regresé al otro día; pero primero hice un esmerado examen de conciencia. El Padre Pío me acogió benévolamente y me dio la absolución." ¡Que grande y espléndido es este maravilloso fraile, salvó mi alma obsequiándome el fabuloso don de la conversión, Aleluya, Gloria a Dios! Cuenta una señora - Mi marido tuvo un accidente de transito y fuè transportado moribundo al hospital de Tarento. Los médicos dijeron que no podían salvarlo. Cuando fui a visitarlo, cada día rogué delante de un monumento del Padre Pío que estaba en el jardín del hospital. El "Santo" un día, para darme la señal de haber acogido mis súplicas, me hizo sentir un maravilloso perfume de azucenas. Desde aquel momento las condiciones de mi marido mejoraron y se han encaminado hacia la completa curación. Un señor de Toronto cuenta: - En el año 1947 mi mujer que se enfermó gravemente, fuè hospitalizada en una clínica de Roma para una delicada intervención quirúrgica. Yo partí para San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre Pío y, después de haber recibido la sacramental absolución, le describí al Padre las condiciones de salud de mi mujer. Luego yo añadí: "Padre, ayúdeme a rogar" En aquel instante advertí un perfume delicioso y persistente que me sorprendieron. Volví tarde a casa, era ya la noche. Apenas abrí el portón, advertí de nuevo aquel mismo perfume que sentí junto al Padre Pío y me animé, sintiéndome bastante confiado. Mi mujer fuè operada, y aunque fue muy peligrosa, la operación. Salió perfectamente bien. A ella le conté la experiencia maravillosa experimentada, y junto agradecimos al venerado Padre Pío, entre las lágrimas de intensa y sincera conmoción. Estamos muy agradecidos al Santo fraile de Pietrelcina. Dos jóvenes novios polacos, domiciliados en Inglaterra, tuvieron que tomar una grave decisión. Bajo el punto de vista humano la situación pareció desgraciada. ¿Qué hacer? Alguien dijo de preguntar un consejo al Padre Pío. ¡Se lo escribieron pero no tuvieron a ninguna respuesta! Entonces decidieron ir a San Giovanni Rotondo, para preguntarle directamente al padre una ayuda y un consejo. ¡De Inglaterra a Apulia, el trayecto es largo! Los viajeros se paran Berna en suiza para hacer una parada y se preguntaron con angustia si merecía la pena de continuar. Ellos pensaron: "Supongamos que el Padre nos reciba " Una tarde estaban hablando y estaban un poco tristes, en una habitación de hotel de baja categoría. En efecto para ahorrar dinero alquilaron un desván. Era invierno y nevó. Llenos de frío y desmoralizados, habrían querido regresar, cuando de repente se sintieron envueltos por un perfume exquisito y fuerte, tan agradable, que fueron reconfortados. La mujer se metió a inspeccionar los muebles para encontrar el frasquito de perfume que seguramente había sido olvidada por algún viajero despistado. ¡Pero las búsquedas fueron inútiles! Poco después el perfume desapareció y la habitación volvió a exhalar el usual olor de tufo fétido y moho. La curiosidad se les despertó, y los dos viajeros, interrogaron al propietario del hotel el cual no sabía nada del perfume. Fue la primera vez que los clientes de su hotel, creyeron en el perfume. Pero este suceso los reanimó y les confirmó en el propósito de continuar el viaje. Ellos llegaron a San Giovanni Rotondo y fueron recibidos por el Padre Pío, y ellos con los brazos abiertos. El joven, que habló italiano, pidió excusa. - "Os hemos escrito Padre, pero ya que "no nos habéis contestado"... ¿- No os he contestado; cómo? ¿Y aquella tarde en el hotel suizo, no habéis sentido nada?... Con pocas palabras solucionó sus dificultades y los dejó. Ellos estaban llenos de alegría y gratitud, entendieron solamente entonces "aquel extraño modo de contestar" del Padre Pío. Un señor conoció al Padre Pío a causa de una serie de coincidencias bastante extrañas. Él cuenta: "Yo escuché hablar por primera vez, de esta obra de Dios, después de la guerra; sobre todo de un amigo periodista. Ya que este amigo mío conoció bien al Padre Pío, él me habló del Padre Pío con un entusiasmo que a mí pareció excesivo. Mi primera reacción fue de indiferencia e incredulidad, especialmente cuando mi amigo me contó de ciertos fenómenos como los perfumes del Padre Pío, que muchos dijeron de percibir en lugares muy lejanos del religioso. En cierto momento, en cambio, empezaron también a ocurrirme estos extraños hechos. De repente sentí un intenso perfume de violetas en lugares insólitos, dónde fue imposible que hubieran flores. El pensamiento me corrió hacia el Padre Pío, pero me rebelé, me dije a mí mismo que era víctima de sugestiones. Un día el fenómeno también me ocurrió mientras estaba de vacaciones con mi mujer. Yo fui a la Estación Ferroviaria para enviar una carta y en aquel lugar, que no es perfumado normalmente, sentí aquel inconfundible perfume de violetas. Mientras reflexioné sobre aquel hecho, mi mujer dijo: ¿“Pero de dónde viene este perfume"? ¿ Tú también lo sientes "? Le pregunté maravillado. Entonces le conté del Padre Pío, de las discusiones con mi amigo y de aquel perfume que desde hace tiempo me persiguió. "Si" »Si yo fuera tú, dijo mi mujer partiría enseguida para San Giovanni "Rotondo". Al día siguiente estuvimos de viaje. Cuando llegamos delante de él, el Padre me dijo: "Ay, he aquí a nuestro héroe; mucho tiempo he esperado para hacerlo venir". Aquel mismo día tuve el privilegio de hablar con él, y desde aquel momento mi vida cambió. Un señor cuenta: " Hace algunos años tuve un infarto cardíaco. Me aconsejaron someterme a una intervención quirúrgica para mejorar mi condición de vida, y decidí hospitalizarme. Era el mes de junio de 1991. Durante la operación, que fue concluida con éxito, me fueron instalados 4 by-pass. Desafortunadamente, cuando me desperté después de la anestesia, me percaté que la pierna y el brazo derecho estaban paralizados. La amargura fue grande, pero después del primer instante de desaliento, la fe volvió a sustentarme y empecé a rogar al Padre Pío. Mi confianza en el venerado Padre no fue quebrantada. Rogué haciendo una novena que mi pobre mamá, aconsejó para casos desesperados y, después de tres días, en la misma mañana en que acabé la novena, incluso sólo siendo rodeado por otros enfermos, sentí alrededor de mí un perfume intenso de muguete. Cuando éste perfume se desvaneció, sentí un hormigueo en el pie derecho y entendí enseguida que mis ruegos fueron atendidos." Le oré con fe y fuì escuchado y atendido rápidamente, como todo el que le ruega, porque su amor es inmenso y especialmente por los enfermos. Testimonio de una señora: - "Yo tuve una grave enfermedad en los ojos que limitó mi campo visual y que me hizo sufrir y ver poco. Consulté a diferentes médicos y después de varios análisis me fue diagnosticada una hemorragia ocular irreversible y un probable tumor en la hipófisis. Eso me proporcionó mucha ansiedad y sufrimiento; en efecto el médico dijo que esta enfermedad no podría ser curada. Estuve de viaje y a punto de alcanzar Benevento. Pude llegar a Pietrelcina, dónde tuve la suerte de visitar los lugares del venerado Padre Pío. Durante la visita en una de las últimas habitaciones que hospedaron al Padre, yo tuve una fuerte conmoción y mientras rogué por mis parientes, sentí un intenso perfume de incienso. Al regresar a Roma, en tren, medité sobre lo que me ocurrió y me amargué por no haber rogado al Padre Pío por mis ojos enfermos. Supliqué enseguida, con fe, su intervención. La ayuda del Padre Pío no se hizo esperar, mejoré progresivamente y después de poco tiempo recobré totalmente la vista. El especialista que me visitó, registró maravillado la total recuperación del campo visual que ocurrió misteriosamente." Un señor de Canicattì (Sicilia - Italia), cuenta: "Al principio del año 1953, mi mujer fue afectada por una grave forma de nefritis. Se encontraba en los primeros meses de embarazo; y los médicos dijeron que su vida y la del niño estaban en peligro. Ninguna cura fuè eficaz. El 3 de mayo, yo estaba desesperado y escribí una carta al Padre Pío suplicándole ayuda y sus ruegos. Después de un tiempo, mi mujer y yo al mismo tiempo, pero en habitaciones diferentes, olimos un misterioso y agradable perfume de rosas. En aquel preciso instante, llamó a la puerta de la casa, el cartero y nos entregó una carta, enviada desde el convento de San Giovanni Rotondo. En la carta decía que el Padre Pío había rogado por mi mujer y por la criatura que llevaba en su seno. Al día siguiente mi mujer, se hizo una prueba médica en el laboratorio, la cual determinó que mi mujer estaba curada". Un famoso abogado devoto del Padre Pío cuenta: "Un día en que yo estaba en la iglesia vieja del convento y participaba en la Santa Misa, la larga y maravillosa Misa del Padre Pío. En el momento en que el sacerdote elevó la Sagrada Hostia, me distraje pensando, y me quedé de pie. Fui el único, entre toda la muchedumbre de fieles arrodillados; el único aparentemente irreverente De repente fui sacudido por un penetrante y agradable olor de violetas que me hizo volver a la realidad; y miré a mi alrededor, también me arrodillé; con la rodilla en tierra pero sin pensar en el extraño perfume. Como siempre, después de la función religiosa, fui a saludar al Padre que me acogió con esta sorpresa: "Hoy estuviste un algo despistado" - "Usted Padre, me ha despertado, dichosamente me ha despertado vuestro perfume"... - "¿Pero cuál perfume?, “¿tu no quieres unas bofetadas?” CLARIVIDENCIA E INTROSPECCIÓN DE LAS ALMAS Poseído obviamente solamente por los Santos, consiste en un don sobrenatural que les permite ver cosas lejanas o de prever el futuro o bien de ver y oír a distancia en el espacio y en el tiempo sin usar los mismos sentidos y las normales capacidades del intelecto. Se trata de mirar con los ojos del alma. Tal habilidad fue experimentada por el Padre Pío aunque, en él, encontró un desarrollo completamente particular. En efecto, el Padre Pío logró escudriñar a una persona hasta alcanzar las partes más ocultas del alma. Muchos testimonios existen de estas intervenciones del Padre Pío. Una señora de Bolonia cuenta: "Una vez mi madre fue a ver al Padre Pío con algunas de sus amigas. Apenas llegó a San Giovanni Rotondo encontró en la Sacristía del convento al venerado Padre que enseguida le dijo: "¡Y tú estás acá! Vas enseguida a FOTO17.jpg (7875 byte)casa porque tu marido está mal". Mi madre quedó sin aliento, partió dejándolo en óptima salud. Partió con el primer transporte. Cuando llegó a casa, alarmada, no hubo alguna novedad. Pero durante la noche mi padre tuvo graves dificultades de respiración. Algo le comprimió la garganta. Mi madre trató de calmarlo y llamó al médico. Hacia las once de la noche mi padre fue hospitalizado y llevado de urgencia al quirófano. El cirujano que lo operó le extrajo de la garganta dos vesículas de pus. El Padre Pío vio por lo tanto con antelación lo que estuvo a punto de ocurrirle al marido de la señora y, con su consejo y su ruego logró influir en la feliz solución del caso. Un hijo espiritual del Padre Pío que habitó en Roma, estando junto a algunos amigos, por vergüenza, no hizo lo que se debe hacer al pasar al frente de una Iglesia, una pequeña reverencia en señal de saludo a Jesús sacramentado, levantándose el sombrero. He aquí entonces repentina y fuertemente escucha una voz - la voz de Padre Pío - y una palabra: "¡Cobarde!" Fuè después de algún tiempo a San Giovanni Rotondo y sintió al Padre Pío que le dijo: "Atento, esta vez te he regañado solamente, la próxima vez te daré una bonita bofetada." A la hora del ocaso, en el jardín del convento, el Padre Pío, que está conversando amablemente con algunos fieles e hijos espirituales, y se da cuenta de no tener consigo el pañuelo. Entonces se dirige a uno de los presentes y le dice: "Por favor, he aquí la llave de mi habitación, tengo que sonarme la nariz, tráeme el pañuelo". El hombre va a la habitación, pero, además del pañuelo, toma uno de los medios guantes de Padre Pío y se lo pone en el bolsillo. ¡No puede perder una ocasión de tener una reliquia! Pero al regresar al jardín, entrega el pañuelo y siente decir al Padre Pío: "Gracias, pero ahora vuelve en la celda y repones en el cajón el medio guante que te has metido en el bolsillo." Una señora, cada tarde, antes de ir a dormir, se arrodilló adelante de una fotografía del Padre Pío y le pidió la bendición. El marido, incluso siendo un buen católico y fiel del Padre Pío, creyendo que aquel gesto era exagerado, se burlaba de su esposa riéndose. Un día habló con el Padre Pío: "Mi mujer, cada tarde se arrodilla delante de vuestra fotografía y os pide la bendición". "Usted, lo sabe": el Padre Pío le contestó, "y tú te ríes cada tarde." Un día, un hombre, católico aprendiz, y estimado en los medios eclesiásticos, fuè a confesarse con el Padre Pío. Ya que quiso justificar su conducta, empezó señalando a una "crisis espiritual". En realidad vivió en el pecado: él estaba casado y descuidó a su mujer y trató de superar la crisis entre los brazos de una amante. Nunca imaginó estar arrodillado a los pies de un confesor "anormal". El Padre Pío, levantándose velozmente, gritó: "¡No es una crisis espiritual! Tú eres un adúltero y Dios se ha irritado contigo. Vas fuera"! Un señor contó: "Yo decidí parar de fumar y de ofrecer este pequeño sacrificio al Padre Pío. Al empezar el primer día, cada tarde, con el paquete de cigarrillos integro en la mano, me paré delante de su imagen diciéndole: "Padre es uno... ". A. el segundo día "Padre, es dos... ". Después de unos tres meses, todas las tardes hice la misma cosa. Un día fui a verlo "Padre", le dijo en cuanto lo vi., "son 81 días que no fumo, 81 paquetes... ". Y el Padre Pío contestó: Lo sé "cómo tú lo sabes, me los has hecho contar todas las tardes." El chofer del autobús que transportaba a los turistas en la excursión hacia el Gargano estuvo en la Sacristía esperando el momento de salir cuando el Padre Pío llegó. El chofer que estuvo entre el grupo de una decena de personas fue notado por el Padre Pío que le dijo: "Hijo, ¿no pides tú tampoco la bendición"? El chofer, sorprendido, se arrodilló para recibir la bendición pero el Padre Pío en lugar de bendecirlo le preguntó: " Bien, ahora dime lo que has hecho”, "Nada Padre, no he hecho nada, me he confesado hace dos horas en Sant' Angelo y también he tomado la Comunión con los turistas que acompaño". "Y"…….. ¿Después? “He adquirido objetos religiosos". "No, las santas imágenes te han hecho blasfemar, pero,……..y aquellas cosas dulces... ". El chofer desconcertado, recordó que después de la Santa Misa blasfemó porque el número de los dulces adquiridos fue inferior a aquél deseado y solicitado por los turistas. Avergonzado intentó decir algo pero el Padre Pío, en privado, se lo impidió diciendo: "No basta: con venir a San Giovanni Rotondo, has desprestigiado y ofendido a un carretero que no mantuvo su derecha". El chofer, que contestó de no haber hecho nada, empezó, confuso, a recitar el acto de dolor." Una señora italo-inglesa, llegada por Inglaterra se presentó al confesionario del Padre Pío pero en lugar de confesarla, cerró la taquilla del confesionario diciéndole: "Para tì no estoy disponible". ¿Por cuál motivo el Padre Pío no quiso confesarla? ¿Después de haber esperado un par de semanas durante las que ella fue casi todos los días al confesionario? Un día la señora por fin fue escuchada por el Padre Pío. La señora en la iglesia le reclamó porque la hizo esperar mucho tiempo y el Padre Pío le contestó: "¿Y tú cuánto has hecho esperar a Nuestro Dios? Te tienes que preguntar como ahora Jesús pueda acogerte, después de los muchos sacrilegios cometidos. Tú, por años, has comido tu condena; por años, al lado de tu marido y tu madre, has hecho la santa comunión en pecado mortal." La mujer, arrepentida, trastornada, suplicó llorando la absolución. Cuando, tiempo después regresó a Inglaterra fue la personificación de la alegría. Un señor cuenta: - "Una tarde comí algunos higos de más. Hice escrúpulo de ello. He cometido un pecado de garganta - me dije - por cuyo motivo me confesaré con el Padre Pío, yo confesaré este pecado". Al día siguiente, caminando lentamente por la calle hacia el convento, hice el examen de conciencia. Yo no recordé el pecado de garganta. Me confesé pero antes de concluir la confesión, antes de la absolución, le dije al Padre Pío: "Yo creo que estoy olvidando una culpa, quizás la más grave, pero no logro recordarla". "Eh vete a la calle, " - me contestó sonriendo - ¡"por dos higos"! Dios ve todo y de todo tendremos que darle cuenta. El cuento que sigue, demuestra que también nuestros pensamientos más escondidos son conocidos por Dios. Un hombre, en el 1920 se presenta al convento de los Capuchinos para hablar con Padre Pío, ciertamente no es más que un penitente en busca de perdón, a todo esto, piensa que el perdón es solo para una banda de criminales, este hombre ha decidido matar a su mujer para casarse con otra. Quiere matarla y quiere procurarse una coartada indiscutible. Sabe que su mujer es devota de un Fraile que vive en un pueblecito del Gargano, allí nadie los conoce a ellos y puede llevar fácilmente a la práctica su homicidio. Un día este hombre convence con una excusa a su mujer para hacer el viaje. Cuando llegan a Apulia, él la invita a visitar al fraile. Se alojan en un hotel de las afueras y manda a su mujer al convento para confesarse, de manera que visitando al fraile ya tiene una coartada. Piensa visitar una tasca con los amigos e invitarlos a beber y a jugar un partido de cartas. Alejándose más tarde con una excusa iría a matar a la mujer apenas saliera de la confesión. Todo alrededor del convento es campo abierto y en la penumbra de la tarde nadie se dará cuenta de nada, y mucho menos que bajo tierra hay un cadáver. En fin, vuelto a la tasca seguiría entreteniéndose con los compañeros de juego para luego partir, solo, tal y como había llegado. El plan era perfecto, pero no había tenido en cuenta la cosa más importante; que mientras él planeaba el homicidio, alguien escuchaba su pensamiento. Cuando llega al convento ve al Padre Pío que confesaba a algunos paisanos, y tomado por un impulso que tampoco él logra contener, se arrodilla a los pies de aquel confesor de los hombres. No ha acabado tampoco la señal de la cruz cuando salen gritos inconcebibles del confesionario: "¡Vas fuera! Vas fuera!” ¡Vas fuera! ¿No sabes que es prohibido por Dios mancharse las manos de sangre con un homicidio? ¡”Vas fuera! Vas fuera"! - En fin lo agarró por un brazo, el capuchino acaba de echarlo. El hombre está conmocionado, incrédulo, y desalentado; al verse descubierto huye aterrorizado hacia el campo, dónde, cae a los pies de un peñasco, con la cara en el barro; y por fin se da cuenta de los horrores de su vida de tanto pecado. En un instante vuelve a ver toda su existencia; y, entre lacerantes tormentos del espíritu, comprende completamente su aberrante maldad. Atormentado y arrepentido desde lo más profundo de su corazón vuelve a la Iglesia y le pregunta al Padre Pío, si puede confesarlo verdaderamente. El padre se lo concede y esta vez, con infinita dulzura le habla como si lo conociera desde siempre. Más bien, para ayudarlo a no olvidar nada de aquella vida desorientada, le enumera todo, momento por momento, pecado por pecado, crimen por crimen, con detalles particulares de cada uno. Llegando hasta el último crimen premeditado, aquel de matar a su propia mujer, a la leal compañera de su vida. El hombre, escucha de labios del gran Santo; la narración del homicidio que sólo él ideó en su mente y que ningún otro mortal conoce en su conciencia, Exhausto pero por fin libre, se tira a los pies del fraile y suplica humildemente perdón. Pero allí no termina todo. Terminada la confesión, mientras se aleja del convento es vuelto a llamar por el Padre Pío, quien le dice: “¿Has deseado; tú tener hijos, no es cierto?” ¡Caramba este santo, incluso èsto sabe! - "¡Ahora bien, ya no ofendas nunca más a Dios y un hijo te nacerá"! Aquel hombre regresó exactamente, el mismo día después de un año, totalmente convertido y padre de un hermoso hijo nacido de su esposa, de aquella misma mujer que él quiso matar. El padre Guardián del convento de San Giovanni Rotondo contó: - "El otro día, un comerciante de Pisa ha venido a preguntarle al Padre Pío acerca de la curación de una hija. El padre lo mira y dice: "Tú estás más enfermo que tu hija. Yo te veo muerto". "Pero no, pero no, yo estoy muy bien"... - ¡"Desdichado"! Gritó el Padre Pío - ¡"Desgraciado”! ¿Cómo puedes decir que estás bien con tantos pecados sobre la conciencia? ¡“Veo de ellos al menos treinta y dos"! Imagináis el estupor del comerciante. Después de la confesión él contó a todo el que quisiera escucharlo: ¡"Él ya sabía todo y me ha dicho todo"! Un sacerdote contó, una aventura de un cofrade suyo, que vino desde muy lejos para confesarse; con el Padre Pío. Él tuvo que esperar muchas horas en Bolonia. Después de la confesión, el Padre Pío le preguntó: "Hijo mío, ¿no recuerdas lo otro"? - "Nada, Padre" - "Vamos, busca un poco"... - Éste examinó su conciencia pero no encontró nada. Entonces el Padre Pío le dijo con extrema dulzura: “Hijo mío, ayer por la mañana, has llegado a Bolonia a las 5.00 de la mañana. Las iglesias todavía estaban cerradas. En lugar de esperar, has ido al hotel para descansar un poco antes de la Misa. Te has acostado sobre la cama y luego te has dormido tan profundamente que te has despertado a las tres de la tarde. Por la tarde, era demasiado tarde para celebrar la misa. Lo sé, no lo has hecho por malicia, pero fue una negligencia que hirió a Nuestro Dios." En tantos tiempos; que las grandes muchedumbres acudieron al Padre Pío, fueron enviados al convento dos guardias civiles que siempre le protegieron. Un día, en la Sacristía, mientras se retiraba, después de la celebración de la Santa Misa, el Padre se dirigió sonriendo a uno de los dos guardias civiles: "Apenas termines aquí, después que yo haya hecho el agradecimiento de la Misa, vienes a mi habitación porque tengo que hablarte". El guardia civil se alegró, y esperó que el Padre acabara y luego fuè a su habitación. "Siéntate", le dijo el Padre Pío, "dentro de ocho días tú vas a la casa de tu padre y mueres, hijo mío". “Pero Padre, está muy bien", dijo el guardia civil. "No te preocupes", añadió el capuchino. "es mejor dentro de ocho días.” ¿Qué es esta vida? Una romería; estamos en un tren que para hoy por ti. Pide un permiso a tu jefe y te vas a tu casa. Porque si te quedas aquí; Mañana tú mueres y no saben nada los parientes" El guardia civil, trastornado por estas palabras preguntó: "Padre; ¿puedo contar cuánto me habéis dicho"? "No, ahora no, le contestó el Padre, sólo lo dirás cuándo estés en casa". El joven pidió un permiso para ir a casa. No quisieron concedérselo, porque no había ninguna justificación adecuada pero por la intercesión del mismo Padre Pío, el guardia civil consiguió la licencia. Llegando a casa el guardia civil les dijo a sus padres: " El Padre Pío me ha dicho que moriré, he venido a saludarlos". Después de ocho días el guardia civil murió. Además de las visiones, los religiosos del convento de Venafro, que hospedaron al Padre Pío por poco tiempo, fueron testigos de otros fenómenos inexplicables. Cuando estuvo gravemente enfermo, el Padre Pío demostró estar en absoluta capacidad de leer los pensamientos de las personas. Un día el Padre Agostino fue a buscarlo. "Esta mañana haga una oración particular por mí", dijo el Padre Pío, y le preguntó que pasaba. Bajando a la iglesia, el Padre Agostino decidió encomendar al fraile de manera muy especial durante la Santa Misa, pero luego se le olvidó hacerlo. El Padre Pío le preguntó: ¿ Ha rogado por mí"? Lo olvidé, dijo el Padre Agostino .Y el Padre Pío contestó: "menos mal qué el buen Dios, ha aceptado el propósito que UD tenía cuando bajó las escaleras." A la segunda llamada para confesar a un hombre, el Padre Pío, levanta la cabeza y severamente dice en alta voz "¿En fin este hombre ha hecho esperar veinticinco años a nuestro Dios, para decidirse a confesarse; y no puede esperar él, cinco minutos que yo me desocupe?” Fuè constatado que el hecho fue verdadero. El espíritu profético del Padre Pío; visto por el Padre Carmelo Durante fue Superior del Convento de San Giovanni Rotondo, damos este testimonio: "Durante la última guerra mundial, casi cada día se habló de la guerra y, sobre todo de las estrepitosas victorias militares de Alemania sobre todos los frentes de batalla. Recuerdo que una mañana en la sala del convento, mientras leía el periódico, con la noticia de que las vanguardias alemanas se dirigían a Moscú. Fue para mí un flechazo: vi en aquel flash periodístico, el fin de la guerra con la victoria final de Alemania. Saliendo al pasillo, encontré al venerado Padre y, muy contento, estallaba gritando: ¡Padre, se terminó la guerra! Ha vencido Alemania! . - "¿Qué has dicho tú?” preguntó el Padre Pío - "Padre, el periódico dice…." Y Padre Pío: “¿Ha vencido Alemania la guerra? ¡Recordaos que Alemania, esta vez, perderá la guerra, peor que la otra vez! Recuérdalo" - Yo repetí: "Padre, los alemanes ya están cerca de Moscú, por lo tanto... " Él añadió: "¡Acuérdate de lo que te he dicho!”. Yo continué: "Pero si pierde la guerra Alemania, quiere decir que Italia también la perderá!”. - Y Él, contestó: Hará falta ver si la acabaran "junto". Aquellas palabras me fueron completamente oscuras, en consideración de la alianza Italo-Alemana, pero se revelaron claras el año siguiente después del armisticio con los angla-americanos del 8 de septiembre de 1943, con la declaración de guerra de Italia a Alemania. El testimonio de una señora: "Quise participar en un viaje organizado por la Parroquia de San Giovanni Rotondo con el objetivo de conocer al Padre Pío. Fuè el año 1961. En el autocar un señor, en voz alta, de repente dijo: "Mi mujer ha querido que yo la acompañara a donde este "embustero". La referencia al querido Padre fue evidente. Tuve un apretón en el corazón por aquel insulto. Cuando llegamos a San Giovanni Rotondo; fuimos enseguida a la iglesia para participar en la Santa Misa. Al terminar el Padre Pío pasó en medio de los remeros. Llega cerca de nosotros, se paró justo frente a aquel señor que en el autocar se expresó mal de y le dijo: "Venga aquí, ella" Venga donde este embustero". El hombre palideció, se arrodilló y, balbuciendo, logró decir solamente: "¡Perdonadme, Padre! Perdonadme! ", entonces el Padre Pío se apoderó de la cabeza y, bendiciéndolo, añadió: "Alzaos, te perdono". Aquel señor se convirtió al instante, entre la admiración y la conmoción de todos. Una señora cuenta: - "En el año 1945 mi madre me llevó a San Giovanni Rotondo para que conociera al Padre Pío y me confesara con él. ¡Había mucha gente! En la espera de mi turno pensé en todo lo que tenía que decirle al Padre pero cuando estuve en su presencia, quedé paralizada. El querido Padre se dìó cuenta enseguida de mi timidez y, con una sonrisa me dijo: "¿Quieres que yo hable por ti?". Asentí con una señal y, después de algún instante, quedé pasmada. ¡No lo podía creer! El Padre Pío me dijo, palabra por palabra, todo lo que yo habría querido decirle. Me sentí tranquila, serena y mentalmente dí las gracias al venerado Padre por obsequiarme la experiencia de uno de sus extraordinarios carismas. Le confié la salud de mi alma y mi cuerpo. Contestó: Siempre seré tu padre "espiritual" Me despedí de él con una alegría inmensa en el corazón. ¡Mientras viajaba en el tren, de regreso, advertí un intenso perfume de flores que no olvidaré nunca! Era la presencia del Padre que me invadió de inmensa felicidad. IEROGNOSIA El Padre Pío fuè capaz de reconocer si un hombre era un sacerdote y si los objetos estaban bendecidos. Los fenómenos de Ierognosia fueron otro importante carisma del Padre Pío. Un día unas señoras vestidas con chaqueta y corbata al cuello estuvieron en la Sacristía; con los hombres, en espera de la llegada del Padre Pío. Él fuè justo a la primera fila. El Padre Pío en cuanto las viô les dijo: "Reverendo, han venido "disfrazadas", “pero no tenéis que avergonzaros de venirme a visitar, la próxima vez pueden venir vestidas de cura." A un joven que fue vestido con pantalones y yérsey, el Padre Pío le dijo que volviera vestido de San Domenico. Confuso e incómodo, el joven confesó delante de todos ser un Sacerdote Dominicano. A veces, cuando al Padre Pío le presentaban los objetos, coronas del Rosario, medallas, imágenes sagradas, con la solicitud de bendecirlos, el Padre devolvió al solicitante algún objeto con la aclaración: "Éste ya ha sido bendecido". Y era cierto. El Padre Pío se daba cuenta si el agua había que bendecirla o si ya estaba bendita. Y si alguien le presentaba una botella con agua de Lourdes, él, sin hacer preguntas, la llevó a sus labios y la besó. El tranviario romano al que la Virgen apareció en una gruta de las tres fuentes de Roma, la Virgen de la Revelación, un día fue a buscar al Padre Pío. He aquí su testimonio: "Cuando fui a su presencia - no nos encontramos nunca - le dì un sobre sin decirle qué contenía. El Padre Pío lo tomó, lo apretó al pecho con amor y no me lo devolvió. El sobre contenía un poco de la tierra de la gruta de las Tres Fuentes." LAS APARICIONES Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO Para el Padre Pío las apariciones ya comenzaron cuando todavìa era joven. El pequeño Francesco no habló nunca porque creyó que las apariciones erancosas que ocurrieran a todas las almas. Las apariciones eran de Ángeles, de Santos, de Jesús, de la Virgen, pero a menudo, también de demonios. En los últimos días de diciembre de 1902, mientras él estaba meditando sobre su vocación, Francesco tuvo una visión. He aquí como la describió, muchos años después, "Francesco viô a su lado a un hombre majestuoso de rara belleza, resplandeciente como el sol, que le tomó por la mano y lo animóFOTO1.jpg (3604 byte) con la precisa invitación: "Vienes conmigo porque te conviene combatir de bravo guerrero". Francesco fue conducido a un gran campo, entre una multitud de hombres que fue dividida en dos grupos: En una parte habían hombres de rostro guapísimo y cubiertos de vestidos blancos, cándidos como la nieve, de la otra eran como hombres de horroroso aspecto y vestidos de negro sombríos y oscuros. (Explicación. Vienes conmigo (con Jesús), porque te conviene combatir (te conviene luchar contra la tentación, así te haces mas fuerte), bravo guerrero (buen cristiano).Inútil es tu resistencia (habla la tentación), con este conviene combatir. Animo (le dice Jesús), entra confiado en la lucha (puedes vencer al maligno), avanza atrevidamente que Yo te seré propicio (puedes retar al enemigo que siempre estaré contigo); te ayudare y no permitiré que el te venza.) El joven situado entre aquellas dos alas de espectadores, viô venir a su encuentro un hombre de desmedida altura, tan alto, que podía tocar con la frente las nubes, y con un rostro horroroso. El personaje resplandeciente que tuvo a su lado lo exhortó a batirse con el personaje monstruoso. Francesco rogó evitar el furor del extraño personaje, pero aquel luminoso no aceptó: "Inútil es tu resistencia, con éste conviene combatir". Ánimo, entra confiado en la lucha, avanza atrevidamente que yo te seré propicio; te ayudaré y no permitiré que él venza". El combate fue aceptado y resultó terrible. Con la ayuda del personaje luminoso siempre ayudándole, Francesco venció. El personaje monstruoso, obligado a huir, se arrastró tras aquella gran multitud de hombres con horroroso aspecto, entre gritos, imprecaciones se aturdió. La otra multitud de hombres del vago aspecto, emanó voces de aplauso y laudos verso al que asistió al pobre Francesco, en una tan áspera batalla. El personaje espléndido y luminoso más que el sol, puso sobre la cabeza de Francesco victorioso una corona de rara belleza, que inútil sería describirla. La corona fue retirada por el personaje bueno el que precisó: "Otra más bonita tengo para ti guardada. Si tú supieras luchar con aquel personaje con el que ahora has combatido. Él siempre volverá al asalto...; combates de bravo y no dudes en mi ayuda... no te asustes por su horrorosa presencia.... Yo estaré cerca de ti, yo siempre te ayudaré, para que tú logres vencerlo". Tal visión fue seguida, luego, de reales batallas con el Diablo. El Padre Pío enfrentó en efecto numerosas batallas contra el "enemigo" de las almas en el marco de su vida, con el propósito de arrancar las almas de las cadenas de Satanás. Una tarde el Padre Pío estaba descansando en una habitación, en la planta baja del convento, que fue destinada a hospedería. Estuvo solo descansando, y apenas se había extendido sobre el sofá cuando, de repente, he aquí que vino a comparecerle un hombre envuelto en una negra capa. El Padre Pío, sorprendido, levantándose, interrogó al hombre quién era y qué quería. El desconocido le contó que era un alma del Purgatorio. "Soy Pietro Di Mauro. He muerto en un incendio, el 18 de septiembre de 1908, en este convento que fue destinado a un geriátrico, después de la expropiación de los bienes eclesiásticos. Morí entre las llamas, en mi cama de paja, sorprendido en el sueño, justo en esta habitación. Vengo del Purgatorio: el buen Dios me ha concedido la gracia de veniros a preguntar si podrías ofrecer la Santa Misa de mañana por mi descanso eterno. Gracias a esta Misa podré entrar al Paraíso". El Padre Pío aseguró que ofrecería la Santa Misa por su alma. El. Padre Pío contó: "Yo, quise acompañarlo a la puerta del convento, para despedirlo, y cual sería mi sorpresa; que una vez a mi lado desapareció repentinamente. Por lo que me di verdaderamente cuenta de haber hablado con un difunto". Tengo que decir que regresé al convento muy asustado. Al padre Paolino de Casacalenda, Superior del convento, que notó mi agitación, le pedí el permiso de celebrar la Santa Misa en sufragio de aquella alma necesitada; después, naturalmente, de haberle narrado lo ocurrido". Tiempo después, el Padre Paulino, despertado por la curiosidad, quiso hacer la averiguación. Fuè al Despacho del registro del ayuntamiento de San Giovanni Rotondo, solicitó y consiguió el permiso de consultar el registro de los fallecidos en el año 1908., la narración del Santo Padre Pío correspondió a la realidad. En el registro relativo a las muertes del mes de septiembre, el padre Paulino localizó el nombre, el apellido y la imputación de la muerte: "En fecha el 18 de septiembre de 1908, en el incendio del geriátrico Pietro Di Mauro verdaderamente murió." La Señora Cleonice Morcaldi de San Giovanni Rotondo fue una hija espiritual del Padre Pío; A un mes de la muerte de su mamá, el Padre Pío le dijo: "Esta mañana tu mamá ha volado al Paraíso, la he visto mientras estaba celebrando la Misa." Lo que quiere decir que tuvo la gentileza de ofrecer la misa por el descanso eterno de su alma. El Padre Pío contó esta historia al Padre Anastasio. "Una tarde, mientras yo estaba solo en el coro para orar, oí el susurro de un traje y vì a un monje joven que revolvió al lado del altar principal. Parecía que el joven monje estaba desempolvando los candelabros y arreglando los jarrones de las flores. Yo pensé que él era el Padre Leone que estaba reestructurando el altar; y como ya era la hora de la cena, me acerqué a él y le dije: "Padre Leone, vaya a cenar, no es tiempo para desempolvar y reparar el altar". Pero una voz que no era la voz del padre Leone me contestó": "yo no soy el Padre Leone", "¿y quién es usted? ", le pregunté. "Yo soy un hermano suyo que hice el noviciado aquí, mi misión era limpiar el altar durante el año del noviciado. Desgraciadamente en todo ese tiempo yo no reverencié a Jesús Sacramentado, Dios Todopoderoso, como debía haberlo hecho, mientras pasaba delante del altar. Causando gran aflicción al Sacramento Santo por mi irreverencia; puesto Que El Señor se encontraba en el tabernáculo para ser honrado, albado y adorado. Por este serio descuido, yo estoy todavía en el Purgatorio. Ahora, Dios, por su misericordia infinita, me envió aquí para que usted decida el tiempo desde cuando que yo podré disfrutar del Paraíso. Y para que UD cuide de mí." Yo creí haber sido generoso con esa alma en sufrimiento, por lo que yo exclamé: "usted estará mañana por la mañana en el Paraíso, cuando yo celebre el la Santa Misa.". Esa alma lloró: Cruel de mí, que malvado fui. “Entonces él lloró y desapareció." Esa queja me produjo una herida tan profunda en el corazón, la cual yo he sentido y sentiré durante toda mi vida. De hecho yo habría podido enviar esa alma inmediatamente al Cielo pero yo lo condené a permanecer una noche más en las llamas del Purgatorio." Carta que el Padre Pío escribió a su director espiritual: Carta al Fraile Agostino, del 7 de abril de 1913, "Mi estimado Padre, yo todavía estaba en la cama el viernes por la mañana, cuando el Señor Jesús se me apareció. Él se encontraba golpeado y desfigurado. Él me mostró una gran muchedumbre de sacerdotes y dignatarios eclesiásticos indiferentes, quienes estaban celebrando vistiendo sus sagradas túnicas. Cuando yo vi a mi Jesús en esta condición sentí un gran sufrimiento, por consiguiente, yo le pregunte porqué él sufrió tanto. Él no me contestó, él me mostró a los sacerdotes que debía castigar. Pero poco después, el Señor estaba tristísimo al mirar a estos sacerdotes y yo noté, con gran horror, dos lágrimas enormes que emanaron del Santo Rostro. Jesús salió de esa muchedumbre de sacerdotes y con una gran expresión de aversión en la cara, lloró': ¡"Carniceros”! “Entonces Él me dijo: "Mi Niño, no creas que mi agonía ha sido de tres horas, no; realmente yo estaré en la agonía hasta el fin del mundo; debido a las almas que yo amo. Durante el tiempo de la agonía, mi niño, nadie puede dormir. Mi alma va buscando alguna gota de piedad humana, pero ellos me dejan solo bajo el peso de la indiferencia. La ingratitud hace más severa la agonía para mí. ¡Ellos responden mal a mi amor! El tormento mayor para mí es que crece en las personas su desprecio, indiferencia, e incredulidad. Cuántas veces mi ira deseó destruirlos por el relámpago, pero yo me detuve por los ángeles y las almas que me aman..... Escribe a tu padre y nárrale lo que has visto y Yo te dije en esta Mañana. Dile que muestre tu carta al Padre provinciano... "Jesús continuó hablando pero yo nunca puedo revelar lo que él dijo... " (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) En la carta al Padre Agostino del 13 de febrero de 1913: Nuestro Padre Jesucristo me reveló “no te preocupes, yo le haré sufrir pero yo también te daré la fuerza" - "Yo deseo que tu alma se purifique e con el martirio oculto diario; no te asustes si yo permito al Diablo atormentarte, y al mundo para hastiarlo, porque nadie ganará contra esas personas que sufren bajo la cruz por mi amor y que yo he decidido protegerlos. " (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Agostino, del 18 de noviembre de 1912, "... Jesús, su estimada Madre, y el Ángel Guardián; estuvieron visitándome con otros para animarme, me dijeron que ellos no se olvidan de decirme que la víctima, ser llamado la víctima, tiene que perder toda su sangre." (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta para al Padre Agostino, del 12 de marzo de 1913, "... mi padre, escucha las quejas de nuestro dulce Jesús: ¡Se reembolsa "mi amor para los hombres con tanta ingratitud! Esas personas me hubieran ofendido menos si yo los hubiera amado menos. Mi padre no quiere llevárselos todavía. ¡Me gustaría dejar de amarlos, pero... (Y aquí Jesús guardó silencio y, luego desprevenidamente me dijo:) ¡pero mi corazón es hecho para amar!. Los hombres no hacen el intento de superar las tentaciones. Más bien estos hombres disfrutan sus faltas de equidad. Las almas que Yo amo más son las que sufren una tentación, y cuando ellos no tienen éxito resistiendo, me invocan pidiendo ayuda, y Yo me presento y las fortifico en la tentación. Las almas débiles se desaniman y desesperan. Las almas fuertes que confían en Jesús, me llaman y Yo vengo para relajarlos. Ellos me dejan solo por la noche y en la mañana en la Iglesia. Ellos no cuidan del sacramento del altar; ellos ya no hablan de este sacramento de amor; también, las personas que hablan del sacramento lo hacen con la tanta indiferencia y frialdad. De mi Corazón se han olvidado; nadie cuida de mi amor; Yo siempre me entristezco. Mi casa se ha vuelto un teatro de obras para muchas personas; incluso mis sacerdotes que yo siempre he protegido cuidadosamente, que yo he amado como la niña de mis ojos; ellos deben confortar mi corazón lleno de amargor; ellos deben ayudarme en la redención de las almas, en cambio.... ¿Quién lo creería? Yo recibo la ingratitud de ellos. Yo veo, Hijo mío, a muchos de ellos que... (Aquí él se detuvo, los hipos le apretaron la garganta, él lloró) que bajo la semejanza falsa ellos me traicionan con las comuniones sacrílegas, mientras Yo estoy estampando en ellos la luz y las fuerzas que continuamente les doy... ". (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) LA LEVITATIÓN La Levitación puede definirse como el fenómeno de que una persona se alza de la tierra y es suspendido en el aire; y también el poder levitar objetos. Tal fenómeno es obviamente un don; dado por Dios a los Místicos de la Santa Iglesia Católica. San. José de Copertino era, por ejemplo era famoso por el fenómeno de levitación y también el Padre Pío de Pietrelcina tenía tales dones. El Padre Pío era visto a menudo por sus hermanos; mientras él se alzaba en la oración, sobre la tierra. En Bari, ciudad de Italia; durante la Segunda Guerra Mundial, se encontraba la oficina principal de las Fuerzas aéreas americanas de la Orden General. Se dirigieron muchos funcionarios para ver al Padre Pío durante la guerra. Incluso el Comandante General había sido un protagonista de un episodio asombroso. El funcionario imponente americano; quiso llevar un escuadrón de bombarderos para destruir, un depósito de material de guerra alemán, que se había localizado cerca del San Giovanni Rotondo. El General dijo, "cuando los aviones estaban cerca del blanco, sus hombres y él, vieron en el cielo, un monje con las manos alzadas. Las bombas que habían dejado caer, lejos. Habían desplomado los bosques. Los aviones habían invertido el curso. Todos padrepio10.jpg (11081 byte)se preguntaron quién era ese monje a quién los aviones habían obedecido. Alguien le dijo al General, "en San Giovanni Rotondo un monje hacía milagros", y él decidió que, en cuanto el país hubiera sido librado, él averiguaría quién era el monje que ellos habían visto en el cielo. Después de la guerra el general fue al convento de los Capuchinos con algunos pilotos. Entrando en la Sacristía, el General se encontró delante de varios monjes, entre ellos inmediatamente reconoció al monje que había detenido sus aviones: Era el Padre Pío. El Padre Pío caminó hacia él y cuando lo tuvo cerca, le dijo: "¿Usted es por consiguiente, quién quiso matarnos a todos nosotros?" Revelado por la mirada y por las palabras del Padre, el General se arrodilló delante de él. Como de costumbre el Padre Pío le habló en dialecto, pero el General se convenció, de que el monje le había hablado en inglés. Éste era otro don del Padre Pío. Todos se miraron; y el General y sus amigos, que eran protestantes se convirtieron al catolicismo. Testimonio del Padre Ascanio: - "Nosotros estábamos esperando al Padre Pío que tenía que venir a confesar a los penitentes. La Sacristía estaba llena de gente y todos estábamos pendientes de la puerta para ver cuando entrara el Padre Pío. La puerta estaba cerrada; cuando de repente, yo vi al padre Pío que caminó sobre las cabezas de las personas; dirigiéndose luego para el confesionario: posteriormente desapareció. Después de algunos minutos, comenzó a confesar. Yo no dije nada, y pensé que estaba soñando, pero cuando me lo encontré le pregunté: ¿”Padre, Pío Cómo usted ha logrado caminar sobre a las cabezas de las personas? ". Ésta era su respuesta cómica: "Puedo asegurarte mi niño, igual que caminar en un suelo... ". EL ÁNGEL DE LA GUARDA Un italo-americano que vivió en California, a menudo comentaba a su Ángel de la guarda, que por piedad le refiriera un recado importante al Padre Pío; un día, después de la confesión, le habló en la iglesia al Padre Pío; y le preguntó que si su Angel de la guarda le había confiado el recado, y le comentara ciertamente lo que el ángel le dijo: - el Padre Pío le contestó - ¿tú crees que yo soy "sordo"? Y el Padre Pío le repitió lo que pocos días antes le dijo a su Ángel de la Guarda. El Padre Lino contó. Estaba rogando a mi Ángel de la guarda para que interviniera y le hablara al Padre Pío en favor de una señora que estuvo muy mal. Pero me pareció que las cosas no cambiaron para nada. Encontré al Padre Pío, y le dije: Padre he rogado a mi Ángel de la guarda, para qué te encomendara a aquella señora, ¿es posible que no lo haya hecho? …” ¿Y tú qué cosa crees, que sea desobediente como tú y yo?” El Padre Eusebio contó. Estaba viajando a Londres en avión, contra el consejo del Padre Pío que no quiso que yo usara este medio de transporte. Mientras sobrevolamos el canal de la Mancha una violenta tempestad atacó el avión, y nos encontrábamos en grave peligro. Entre el terror general yo recité el acto de contrición y, no sabiendo que otra cosa hacer, le mandé al Padre Pío a mi Ángel de la guarda, suplicándole ayuda urgente. De regreso a San Giovanni Rotondo fui a ver al Padre Pío. "Chico" - me dijo - "¿Como estás?” “¿Ha quedado bien todo?” ¿- "Padre, le dije; estuve a punto de morir" - "Y entonces por qué no obedeces?”- "Pero yo le he mandado al Ángel de la guarda"... - ¡Y menos mal que ha llegado "a tiempo"! Un abogado de Fano, Italia, estaba regresando a su casa en Bolonia, Italia. Él estaba conduciendo su vehículo que era un modelo FIAT 1100. En el vehículo se encontraban su mujer y sus dos hijos. En algún momento, sintiéndose cansado, el abogado debió ser reemplazado del volante por su hijo mayor, Guido, el cual se encontraba durmiendo. Después de algunos kilómetros, en las cercanías de San Lázaro, también el hijo se durmió. Cuando se despertó, se dio cuenta de encontrarse a un par de kilómetros de la población de Imola. Asustado él gritó: "¿quién ha conducido el carro?FOTO10.jpg (4634 byte) ¿Les ha ocurrido algo?... - No - le contestaron todos. El hijo mayor, se despertó y dijo haber dormido intensamente. La mujer y el hijo menor, incrédulo y maravillado, dijeron de haber constatado un modo de conducir diferente de lo usual: a veces el coche estuvo a punto de chocar contra otros vehículos pero a última hora, los evitó con maniobras perfectas. También la manera de hacer las curvas era diferente. "Sobre todo" dijo la mujer no nos ha golpeado "el hecho que tú te has quedado inmóvil por mucho tiempo, y ya no has contestado a nuestras preguntas... "; dijo el marido: "Yo no pude contestar porque me dormí. Yo me quedé dormido por quince kilómetros. No he visto y no he sentido nada por qué me dormí.... Pero ¿quién ha conducido el automóvil? ¿Quién ha impedido los accidentes?”... Después de un par de meses el abogado fuè a San Giovanni Rotondo y el Padre Pío, en cuanto lo viô, apoyándose en su hombro, le dijo: "Tú te quedaste dormido y el Ángel de la guarda te condujo el vehículo". El misterio fue revelado. Una hija espiritual del Padre Pío estaba dirigiéndose al convento, caminando por el campo. El Padre Pío la esperó en el Convento de los Capuchinos. Era en tiempo de invierno y nevaba. Los grandes copos de nieve que cayeron, hicieron más difícil el camino. A lo largo de la calle, totalmente nevada, la señora tuvo la certeza de que no llegaría a tiempo a la cita con el fraile. Llena de fe, en su Ángel de la guarda, le suplicó que avisara al Padre Pío que había llegado al convento con notable retraso a causa del mal tiempo. Llegando al convento pudo constatar con enorme alegría que el fraile la esperó detrás a una ventana, de dónde, sonriendo, la saludó. A menudo el Padre Pío se encontraba de pié en la Sacristía y saludaba a algún amigo o a sus hijos espirituales dándole algún beso. Y un hombre comentó que debía de darse su puesto de hombre sin repartir besos, nada más que la bendición, y para asombro de él mismo el 24 de diciembre de 1958 se encontraba de rodillas, a los pies del Padre Pío suplicándole que lo confesara. Al terminar la confesión lo miró y, mientras el corazón le palpitaba fuertemente por la emoción, le preguntó al Padre Pío "¿Padre, hoy es Navidad, puedo darle las enhorabuenas dándoos un beso? Y él, con una dulzura que no se puede describir con la pluma pero solamente imaginar, me sonríe y dice: "Adelante, hijo mío, no perdamos más tiempo". También él me abrazó. Lo besé y como un pájaro, alegre, emprendí el vuelo hacia la salida lleno de delicias celestiales. ¿Y que decir de los golpes sobre la cabeza? Esa vez, antes partir de San Giovanni Rotondo, deseé una señal particular de predilección. Su bendición no fuè suficiente. Yo también quise como dos pequeñas bofetadas sobre la cabeza dos paternales caricias. Tengo que subrayar que nunca él me hizo carecer de lo que yo como un niño, quise recibir de él. Una mañana, hubieron muchas personas en la Sacristía de la iglesia pequeña y mientras el Padre Vincenzo en voz alta exhortó, con su usual severidad, diciendo: "¡no empujáis... no apretáis las manos del Padre... os hacéis atrás"! Yo me desalenté y pensé: "Partiré, y esta vez no tendré los golpes sobre la cabeza". No quise presentarme y rogué a mi Ángel de la guarda fuera mi mensajero y le dijera al Padre Pío estas palabras: "Padre, yo parto, deseo la bendición y los dos golpes sobre la cabeza, como siempre. Uno por mí y otro por mi mujer". "Hacéis alarde, hacéis alarde", el padre Vincenzo todavía le repitió mientras el Padre Pío empezó a caminar. Sentí una gran ansiedad. Lo miré tristemente. Y he aquí, él se acerca, me sonríe y una vez más me dìó dos palmaditas sobre la cabeza y también me hizo el honor de extenderme su mano, la cual pude besar. Una mujer se sentó en la plaza de la iglesia de los Capuchinos. La Iglesia estaba cerrada, pues ya era tarde. La mujer rogó con el pensamiento, y repitió con el corazón: "¡Padre Pío, ayúdeme! De esa manera rogó y su ángel guardián habló al Padre Pío, ve pronto a ayudarla o de otro modo su hermana muere! “De la ventana, la señora oyó la voz del Padre: "¿Quién me llama a esta hora? ¿Qué sucede? La mujer le dijo al Padre Pío que la hermana estaba enferma, y el Padre Pío se trasladó en bilocación y curó a la enferma. Un hombre le dijo al Padre Pío: Yo no puedo venir siempre a donde UD., pues, mi sueldo no me permite efectuar viajes largos - el Padre Pío contestó: "¿Y quién te ha dicho de venir aquí? ¿No tienes tu Ángel de la guarda? Le dices a tu ángel que cosa quieres, lo mandas acá, y recibirás la respuesta." Cuándo el Padre Pío era un joven sacerdote le escribió a su confesor: " por la noche, cuando los ojos están a punto de cerrarse, veo el Paraíso que se abre delante de mí. Y yo, me siendo tan feliz por esta visión, que duermo con una sonrisa de dulce beatitud sobre los labios y con una perfecta calma sobre la frente, esperando que el pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme para cantar juntos las alabanzas matutinas al Querido y gran amor de nuestros corazones." El Padre Alessio un día se acercó al Padre Pío con algunas de las cartas en la mano para preguntarle algunos consejos; pero el Padre Pío contestó bruscamente: "¿Chico, no ves que tengo que hacer? Déjame en paz". El Padre Alessio quedó mal y se marchó avergonzado. El Padre Pío acudió poco tiempo después, lo llamó y le dijo: ¿No has visto todos aquellos Ángeles que estuvieron aquí alrededor de mí? Fueron Ángeles de la guarda de mis hijos espirituales que vinieron a traerme sus mensajes. Tuve que darles las respuestas rápidamente." Un médico le preguntó a Padre Pío: "Muchos Ángeles siempre están cerca de ella. ¿No le molesta? - el Padre contestó con sencillez - "No, son tan obedientes." A una persona dijo: "Por tu mamá rogaremos, para que el Ángel de la guarda les haga compañía" Uno de los hijos espirituales del Padre dijo en una oportunidad: "Parece que el Padre es tan Piadoso que escucha siempre los que lo llaman. Una tarde, muchas personas que apenas le llegaron a San Giovanni Rotondo, hablaron del Padre Pío. Ingenuamente enumeraron las gracias que quisieron preguntarle y preguntaron a sus Ángeles de la guarda si podían llevar los mensajes al Padre Pío. Al día siguiente, después de la Misa, el Padre Pío los regañó justamente: “¡Bribones! ¡Tampoco por la noche me dejan tranquilo!”, la sonrisa desmintió las palabras. Ellos entendieron que el Fraile les habría atendido. ¿Pero vos, Padre, oíd lo que el ángel os dice? Una persona preguntó. Y Padre Pío: "¿Y tú que cosa crees, que Él sea desobediente como tú? Mándame a tu Ángel de la guarda." Es inútil que me escribas, porque no puedo contestar. Mándame al ángel, siempre. Pensaré en todo”. “El ángel me ha referido de las frases que me han hecho comprender tu desconfianza”. “Invoca a tu Ángel de la guarda, que te iluminará y te conducirá por el camino verdadero a Dios. Es Dios el que te lo ha puesto, cercano está de ti; por tanto debes valerte de él”. “Y si la misión de nuestro Ángel de la guarda es grande, aquel del mío es ciertamente más grande, considerado que él como un maestro, tienen que explicarme las otras idiomas”. “Manda el Ángel de la guarda que no paga el tren y no consume los zapatos”. Para las personas que están solas, hay el Ángel de la guarda. EL DIABLO El demonio existe y su papel activo no pertenece al pasado ni puede ser recluido en los espacios de la fantasía popular. El diablo, en efecto, continúa induciendo hoy día al hombre justo al pecado. Por tal razón la actitud del discípulo de Cristo frente a Satanás tiene que ser de vigilancia y de lucha y no de indiferencia. La mentalidad de nuestro tiempo desaforadamente, ha relegado la figura del diablo en la mitología y en el folclore. El Baudelaire afirmó, justamente que la obra maestra de Satanás, en la era moderna, es de hacernos creer que no existe. Por consiguiente no es fácil imaginar que el Diablo haya dado prueba de su existencia, cuando ha sido obligado a afrontar al Padre Pío en "ásperos combates". Tales batallas, tal como es reconocido en la correspondencia epistolar del venerable fraile en sus directorios espirituales, fueron reales combates, siendo la última con sangre. Uno de los primeros contactos que el Padre Pío ha tenido con el príncipe del mal, remonta al año de 1906 cuando Padre Pío volvió en el convento de Sant 'Elia a Pianisi. Una noche de verano no logró dormirse por el bochorno sofocante. De la habitación vecina le llegó el ruido de los pasos de un hombre. "El Pobre fraile Anastasio no puede dormir como yo" pensó el Padre Pío. "Quiero llamarlo, al menos para hablar un poco". Fuè a la ventana y llamó el compañero, pero la voz se le quedó en la garganta: al observar que sobre el alféizar de la ventana vecina se asomó un monstruoso perro. Así el mismo Padre Pío contó: "Por la puerta con terror; vi entrar un gran perro, de cuya boca salió mucho humo. Caí sobre la cama y oí que dijo: "es él, es él" - mientras estuve en aquella posición, vi aquel animal que saltó sobre el alféizar de la ventana, y luego de esto se lanzó sobre el techo del frente, y desapareció." Las tentaciones de Satanás que quisieron hacer caer al padre Pío, se manifestaron de cada modo. El Padre Agostino nos confirmó que Satanás apareció bajo las formas más variadas: "bajo forma de jovencitas desnudas que bailaron; en forma de crucifijo; bajo forma de un joven amigo de los frailes; bajo forma del Padre Espiritual, o del Padre Provincial; de aquel del Papa Pío X y del Ángel de la guarda; de San Francesco; de Maria Santísima, pero también en sus semblantes horribles, con un ejército de espíritus infernales. A veces no hubo ninguna aparición pero el pobre Padre fue golpeado hasta salirle sangre, atormentado con ruidos ensordecedores, lleno de escupitajos etc. Él logró librarse de estas agresiones invocando el nombre de Jesús. Las luchas entre el Padre Pío y Satanás se agriaron cuando el Padre Pío liberó a los poseídos. Más de una vez - el Padre Tarcisio contó de Cervinara - antes de salir del cuerpo de un poseído, el Malvado ha gritado: "Padre Pío nos das más molestias tú que San Michele". Y también: "Padre Pío, no nos arranques las almas y "no te molestaremos." Pero veamos cómo el mismo Padre Pío describe en las cartas mandadas a sus directorios espirituales, los asaltos de Satanás. Carta al padre Agostino, del 18 de enero de 1912: "... Barba Azul no quiere ser derrotado. Él ha venido a mí casi asumiendo todas las formas. Desde varios días acá, me viene a visitar, junto con otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras. Lo que es peor; es que ellos, vienen con sus semblantes. Tal vez cuántas veces, me ha sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación. ¡Pero paciencia! Jesús, la Mamá, el angelito, San José y el padre San Francisco siempre están conmigo." (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta a Agostino del 5 de noviembre de 1912: Estimado Padre", ésta también es su segunda carta a través de la concesión de Dios, y ha seguido el mismo destino de la anterior. Yo estoy seguro de que el Padre Evangelista ya le ha informado sobre la nueva guerra que los apóstatas impuros están haciendo en mí. Mi padre, ellos no pueden ganar, a su voluntad por mi constancia. Yo le informo sobre sus trampas sé que les gustaría inducirme, privándome de sus sugerencias. Yo encuentro en sus cartas mi único consuelo; pero para glorificar a Dios y para su confusión yo los llevaré. Yo no puedo explicarle, a usted cómo ellos están pegándome. A veces yo pienso que me voy a morir. El sábado yo pensé que ellos realmente quisieron matarme, yo no hallaba a qué santo pedirle ayuda. Yo me dirigí a mi ángel de la guarda, suplicándole ayuda, quien me hizo esperar largo tiempo, y finalmente, él voló alrededor de mí y con su voz angélica cantó los himnos de alabanza a Dios. Entonces una de esas escenas usuales pasó; Yo le reñí severamente, porque él me había hecho esperar tanto por su ayuda, a pesar de que lo había llamado urgentemente y por castigo, yo no quise mirarlo a la cara, yo quería que él recibiera más que un castigo de mí, yo quise huirle pero, él pobre, me localizó llorando, él me tomó, hasta que yo lo mirara, yo lo miré fijamente en la cara y vì que él lo sentía." (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Agostino del 18 de noviembre de 1912..... "El enemigo no quiere dejarme solo, me pega continuamente. Él intenta envenenar mi vida con sus trampas infernales. Él se molesta mucho porque yo le cuento estas cosas. Él me hace pensar en no decirle, los hechos que pasan con él. Él me dice que lo narre a las visitas buenas que yo recibo; de hecho él dice que le gustan sólo estas historias. El pastor ha estado informado de la batalla que yo tengo con estos demonios, y con referencia a sus cartas; él me sugirió que yo vaya a su oficina a abrir las cartas. Pero en cuanto yo abrí la carta, junto con el pastor, encontramos que la carta estaba sucia de tinta. ¿Era la venganza del diablo? Yo no puedo creer, que usted me ha enviado la carta sucia; porque usted sabe que yo no puedo ver bien. Al principio nosotros no pudimos leer la carta, pero después de poner el Crucifijo en la carta; nosotros tuvimos éxito leyéndola, aun cuando nosotros no éramos capaces de leer en letras pequeñas... " (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Agostino del 13 de febrero, de 1913, "Ahora, que veintidós días han pasado, desde que Jesús permitió a los diablos para descargar su enojo sobre mí. Mi Padre, en mi cuerpo todo se machuca de las palizas que yo he recibido en el presente por nuestros enemigos. En varias oportunidades, ellos me han quitado mi camisa incluso, y me han golpeado de una manera brutal"... (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) La carta al Padre Benedetto de fecha 18 de marzo de 1913, "Estos diablos no dejan de pegarme, mientras que también me tumban de la cama. ¡Ellos igualmente me quitan mi camisa, para pegarme! Pero ahora ellos no me asustan ya. Jesús me ama, Él me alza a menudo y me pone en la cama" (PADRE PIO DA PIETRELCINA: Epistolario I° (1910-1922) a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina" Convento S.Maria delle Grazie San Giovanni Rotondo - FG) Satanás fue más allá de todos los límites de provocación, con el Padre Pío; hasta le dice que él era un penitente. Éste es el testimonio del Padre Pío: “Un día, mientras yo estaba oyendo las confesiones, un hombre vino al confesionario dónde yo estaba. Él era alto, guapo, me vistió con algo de refinamiento y era amable y cortés. Comenzó a confesar sus pecados; los cuales, eran de cada tipo: contra Dios, contra el hombre y contra las morales. ¡Todos los pecados eran molestos! Yo estaba desorientado, por todos los pecados que él me dijo, yo respondí. Yo le traje la Palabra de Dios, el ejemplo de la Iglesia, las morales de los Santos, pero el penitente enigmático se opuso a mi palabras justificando, con habilidad extrema y cortesía, todo tipo de pecado. Él vació todas las acciones pecadoras y él intentó hacer normal, natural, y humanamente comprensible todas sus acciones pecadoras. Y esto no solamente para los pecados que eran repugnante contra Dios, Nuestra Señora, y los Santos, él fuè Rotundo sobre la argumentación, pero, que pecados morales tan sucios y ásperos. Las respuestas que él me dio con la delgadez experimentada y malicia me sorprendieron. Yo me pregunté: ¿quién es él? ¿De qué mundo viene él? Y yo intenté mirarlo bien, leer algo en su cara. Al mismo tiempo concentré mis oídos a cada palabra, para darle el juicio correcto que merecían. Pero de repente; a través de una luz vívida, radiante e interior yo reconocí claramente quién era él. Con autoridad divina yo le dije: diga…….”Viva Jesús por siempre” “Viva María eternamente” En cuanto yo pronuncié estos nombres dulces y poderosos, Satanás desapareció al instante en un goteo de fuego, mientras dejaba un hedor insoportable". Don Pierino es sacerdote y uno de los hijos espirituales del padre Pío que estaban al mismo tiempo presentes. Fr. Pierino cuenta la historia: “Un día, el Padre Pío estaba en el confesionario, detrás de las cortinas. Las cortinas del confesionario no estaban cerradas totalmente y yo tuve la oportunidad de mirar al Padre Pío. Los hombres, mientras miraban los registros, se apartaron, todos en una sola fila. Del lugar dónde yo estaba, yo leía el Breviario, intentando siempre mirar al Padre. Por la puerta de la iglesia pequeña, entró un hombre. Él era guapo, con los ojos pequeños y negros, pelo canoso, con una chaqueta oscura y los pantalones bien arreglados. Yo no quise distraerme, y seguí recitando el breviario, pero una voz interior me dijo: "¡Detente y mira!”. Yo miraba al Padre Pío. Ese hombre, simplemente se detuvo delante del confesionario, después de que el penitente anterior se marchó. Él desapareció rápidamente entre las cortinas, mientras estaba de pie, delante del Padre Pío. Entonces yo no vi más al hombre cabello oscuro. Algunos minutos después, el hombre se hundió en el suelo con sus piernas ensanchadas. En la silla en el confesionario, de pronto ya no vì al Padre Pío, y en su lugar vì a Jesús, pero, Jesús era rubio, joven y guapo y miró fijamente al hombre, quien tuvo por tumba al suelo. Entonces de nuevo logré ver al Padre Pío que surgió otra vez. Él volvió para tomar su asiento en su mismo lugar y su apariencia emergió de la de de Jesús. Ahora podía ver claramente al Padre Pío. Yo oí su voz inmediatamente: "¡Dense prisa!” ¡Nadie notó este acontecimiento! Todos continuamos de nuevo en lo que estábamos”.
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