antimodernismo 2
LA "PERSONA" Y LA "FUNCIÓN" DEL PAPA Aquel a quien Cristo se asoció como Cabeza de la Iglesia y como Piedra, ¿puede permitir, favorecer o querer en la Iglesia una orientación divergente u opuesta a la querida por Cristo? La Santa Escritura y la teología católica nos dicen que fuera del caso en el cual la autoridad del Papa está comprometida por la infalibilidad (36) eso es posible. Pedro confiesa la divinidad de Cristo y Jesús le dice:"Bienaventurado eres, Simon Bar-Yond, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre Celestial. Y yo te digo (a tí que has confesado que Yo soy el Hijo de Dios) que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (37) El mismo Pedro intenta apartar a Cristo de Su Pasión y Jesús le replica: "¡Quítateme de delante, Satanás! ¡Un tropiezo eres para Mí (es ese el sentido preciso de la palabra "escándalo") porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres!" (38) Y a fin de que no pensáramos que ese "escándalo" ocurrió porque entonces sólo le estaba prometida pero no conferida la primacía, he aquí el célebre episodio de Antioquía. Jesús Resucitado confirió a Pedro el Primado, que él ejerció con la veneración de la primera comunidad cristiana. Sin embargo, en Antioquía, Pablo comprende que Pedro era "reprehensibilis" porque él y otros, arrastrados por su ejemplo, "no andaban rectamente, conforme a la verdad del Evangelio" (39) y aunque era inferior y estaba subordinado a Pedro le reprocha "coram omnibus", delante de todo el mundo. Santo Tomás comenta: "El motivo del reproche no era ligero sino justo y útil, era el peligro que corría la verdad evangélica; el modo en el cual fue hecho, público y manifiesto,...dado que esta simulación constituía un peligro para todos:' (40) Luego,la Santa Escritura enseña que fuera del caso de la infalibilidad, Pedro es falible y puede volverse "reprensible". Idéntica es la lección que nos da la mejor teología católica, la cual hace una distinción ente la "persona" del Papa y su "función". Persona papae potestrenuere subesse officio papae: la persona del papa puede rechazar someterse a su deber de Papa, escribe Cayetano, quien agrega que la persistencia en tal comportamiento haría al Papa: cismático per separationem sui ab unitate Capitis: por su separación de la unión con la Cabeza de la Iglesia que es Cristo (41). En cuanto al axioma "Allí donde está el Papa está la Iglesia "-precisa Cayetano- vale en la medida en que el Papa se comporte como Papa y como Cabeza de la Iglesia; si no, "ni la Iglesia está en él; ni él en la Iglesia". El Cardenal Journet trata también del "Papa malo pero creyente" (42), de la posibilidad admitida por, "grandes teólogos" de un "Papa hereje" y de la de un "Papa cismático" (43). Escribe en relación a esto, que el Papa "puede pecar de dos maneras contra la comunión eclesiástica". La segunda manera consiste en el hecho de "romper la unidad de dirección, lo que se produciría, -según el penetrante análisis de Cayetano-si se rebelara como persona privada contra el deber de su cargo y rechazara a la Iglesia la orientación espiritual que Ella tiene el derecho de esperar de él en el nombre de Uno más grande que él, de Cristo mismo y de Dios, y tratara de excomulgar a toda la Iglesia o simplemente eligiera vivir sólo como príncipe temporal". Y agrega.:"La suposición de un Papa cismático nos revela aún más -rodeándolo de una trágica luz- el misterio de la santidad de esta unión de orientación que es necesaria para la iglesia. Y quizás podría ayudar al historiador de la Iglesia, o mejor al teólogo de la Historia del Reino de Dios, a iluminar con un rayo divino las sombrías épocas de los anales del Papado, permitiéndoles mostrar cómo puede ser traicionado por algunos de sus depositarios". Es evidente que si la teología católica estudia el problema planteado por un Papa malo, cismático y hasta herético, es precisamente porque como dice Cayetano "persona papae potest renuere subesse officio papae": la persona del Papa, excepto el caso en el cual su infalibilidad está comprometida, puede rechazar plegarse a los deberes de su función de Papa. Una última nota: como habían realizado una distinción entre la "persona" y la "función" del Papa, muchos teólogos fueron apartados personalmente en los momentos oscuros del Papado. (44) En cuanto a nosotros, a quienes nos parecía que esas épocas habían terminado para siempre, perdimos el hábito de tales distinciones y luego del Concilio Vaticano 1 terminamos por confundir infalibilidad con infalibilismo, como si el Papa fuera en todo y siempre infalible, y no en circunstancias bien precisas y bajo condiciones bien determinadas (45). UNIDAD DE FE Y UNIDAD DE COMUNIÓN ¿Cuál es entonces la función del Papa en la Iglesia? El Concilio Vaticano I enseña: "A fin de que la muchedumbre de los creyentes se mantenga en la unidad de la fe y de la comunión (in fidei et communionis unitate), Jesús antepuso al bienaventurado Pedro a la cabeza de los Apóstoles" (46). León XIII, quien trata ex profeso de la unidad de la Iglesia, escribe: "El autor divino de la Iglesia, habiendo decretado darle la unidad de la fe, de gobierno, de comunión, eligió a Pedro y a sus sucesores para establecer en ellos el principio y el centro de la unidad" (47). En consecuencia, la función del Papa es asegurar "la unidad de fe y de comunión" en el seno de la muchedumbre de los creyentes, así como "la unidad de gobierno" entre la multitud de los Pastores. Pero ¿en qué relación se encuentran en la Iglesia la unidad de la fe y la unidad de comunión, la unidad de la fe y la unidad de gobierno? "Aquel que instituyó la Iglesia única, también la instituyó una...Ahora bien, una tan grande y tan absoluta concordia entre los hombres debe tener por fundamento necesario el entendimiento y la unión dula inteligencias: de lo cual seguirá naturalmente la armonía de las voluntades y el acuerdo de las acciones. Es por ello que, según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de fe existiera en su Iglesia: pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios y es a ella a quien debemos el nombre de fieles" (48). Y Pío XI le hace eco: "Es por eso, porque la caridad tiene por fundamento una fe íntegra y sincera, que es la unidad de la fe la que debe ser el vínculo principal que una a los discípulos de Cristo" (49). Luego, unidad de fe y unidad de comunión, unidad de fe y unidad de gobierno son inseparables en la Iglesia. Siendo la unidad de fe el fundamento necesario tanto de la unidad de comunión como de la unidad de gobierno, de ello se sigue que nadie en la Iglesia tiene derecho a exigir una unidad de comunión y/o de gobierno que haga abstracción de la unidad de fe. Y si hoy los católicos suficientemente informados se sienten continuamente divididos entre una unidad de fe con la Iglesia y una pretendida "unidad de comunión" con la actual jerarquía; si los obispos (lo digan o no, se pliegan a mayores o menores compromisos, poco importa) son de hecho constantemente puestos también en disyunción entre una unidad de fe con la Iglesia y una pretendida "unidad de gobierno" con las Autoridades Superiores, es precisamente porque se reclama a unos y a otros, respectivamente, una unidad de comunión y una unidad de gobierno que no están fundadas sobre la unidad de fe sino sobre una adhesión a puntos de vista "personales" más o menos erróneos. De la relación necesaria que liga la unidad de fe y la unidad de comunión con la jerarquía, deriva también que la comunión con la jerarquía actual no puede ni debe separarme de la comunión con la jerarquía de ayer; porque la jerarquía de hoy, como la de ayer, tiene la función de guardar, transmitir sin alteración e interpretar fielmente el depósito de la fe. Aquel que bajo Montini acusaba a los "tradicionalistas" de desobedecer "al Papa de hoy" en nombre de la obediencia a los "Papas de ayer", no estaba en condiciones, como buen modernista que era, para pesar la gravedad de esta afirmación. La comunión con el Papa es necesariamente una comunión en la Verdad, y, como tal, comunión con todos los Papas de ayer y de hoy, teniendo en cuenta, sin duda, al desarrollo del dogma que procede por explicitación y jamás por contradicciones. Cuando se impone la necesidad de tener que elegir entre la comunión con los "Papas de ayer" y la comunión con el "Papa de hoy" es un signo de que algo no anda bien en la Iglesia. Es un signo de que la "persona" del Papa (o quienquiera en su nombre) interviene indebidamente en su "función". Y de la misma manera que el católico no debe ni puede estar en comunión con un Papa como Honorio I que favorece la herejía monotelista (50), igualmente el católico no debe ni puede estar en comunión con un Pablo VI que favorece el modernismo, el liberalismo, el ecumenismo, condenados por sus predecesores e inventa un "diálogo" que es la negación del dogma "Extra Ecciesia nulla salus" pretendiendo abusivamente orientar a toda la Iglesia según sus puntos de vista personales, tan deformados como deformantes. EL CRITERIO DE LA ELECCION De lo que acaba de ser dicho, resulta claro que el criterio que sirve para distinguir entre el ejercicio legítimo de la autoridad y las iniciativas "personales" de los depositarios de la autoridad es un criterio objetivo y no subjetivo, proporcionado a todo católico por la Tradición de la Iglesia: "guardiana de la Fe" (51) "Nosotros no debemos... apartarnos de la primitiva tradición eclesiástica, ni creer en otra cosa más que en lo que la Iglesia de Dios nos ha enseñado por medio de la tradición sucesiva" (52). "La verdadera sabiduría es la doctrina de los Apóstoles... llegada a nosotros por la sucesión de los Obispos" (53). "Es constante que toda doctrina conforme a la de las Iglesias apostólicas, madres y fuentes primitivas de la fe, debe ser declarada verdadera, pues ella guarda sin ninguna duda lo que las Iglesias recibieron de los Apóstoles, los Apóstoles, de Cristo y Cristo de Dios... Estarnos en comunión con las Iglesias apostólicas, ninguno tiene una doctrina diferente: allí está el testimonio de la verdad." (54) Porque si el Magisterio instituido por Jesucristo es un "magisterio viviente", es también un "magisterio perpetuo" (55) que no puede contradecirse a sí mismo sin contradecir lo que la Iglesia recibió de los Apostoles, los Apóstoles de Cristo y Cristo de Dios ECUMENISMO: UN ATENTADO A LA UNIDAD DE LA IGLESIA Porque la unidad de la fe es el "fundamento necesario" de la "armonía de las voluntades" y de las "concordancia de las acciones" (56), en resumen, de toda unidad en la Iglesia, de allí se sigue que cada vez que la jerarquía reclama "unidad de comunión" o de "gobierno" en oposición más o menos grave con la "unidad de la fe", atenta contra la unidad de la Iglesia. León XIII lo advertía desde 1899, en la Testem benevolentiae:"Ellos (los obispos americanistas) sostienen, en efecto, que para ganar los corazones de los extraviados es oportuno callar ciertos puntos de doctrina, como si fueran de menor importancia, o atenuarlos al punto de no dejarles el sentido al cual la Iglesia se sujetó siempre. No hay necesidad de largos discursos para mostrar cuán condenable es la tendencia de esta concepción... Tampoco hay que pensar que no hay ninguna falta en ese silencio con el cual se quiere cubrir ciertos principios de la doctrina católica para envolverlos en la oscuridad del olvido. Pues todas esas verdades que forman el conjunto de la doctrina cristiana no tienen más que un solo Autor y Doctor... "Que se cuide, entonces; el no suprimir nada de la doctrina recibida de Dios, no omitir nada por ningún motivo; pues aquel que lo hiciera tendería más bien a separar a los católicos de la Iglesia, que atraer a la Iglesia a los que están separados. Que ellos vuelvan es nuestro mayor deseo, sin duda; que vuelvan todos aquellos que andan errantes lejos del redil de Jesucristo, pero no por otra vía más que la que el mismo Cristo ha mostrado". Todo comentario es superfluo. León XIII advierte aquí claramente que el ecumenismo irénico atenta contra la pureza y la integridad de la Fe y; por eso mismo contra la unidad de comunión en la Iglesia. No es necesario demostrar que es, justamente, ese ecumenismo pregonado desde el Vaticano 11, el que destroza la unidad de la Iglesia, y que continuar sobre el camino "irreversible" de este ecumenismo, equivale a continuar comprometiendo la integridad y la pureza de la Fe, lo que ilustra perfectamente la iniciativa de Asís. Destaquemos todavía que León XIII dice "tendería a separar a los católicos de la Iglesia", porque de hecho nadie puede separar al católico de la iglesia si él mismo no se separa culpablemente: el motivo de separación temporal con las orientaciones de la jerarquía no equivale a separarse de la Iglesia. Al contrario, el Diccionario de Teología Católica escribe: "Los teólogos medioevales, los de los siglos XIV,XV y XVI, al menos, tienen el cuidado deseñalar que el cisma es una separación ilegítima (en cursiva en el texto) de la unidad de la la Iglesia, pues, dicen, podría haber una separación legítima, como si alguno rechazara obedecer a un Papa que mandara una cosa mala o indebida (Torquemada, Summa de Ecclesia). La consideración puede parecer superflua (no lo es hoy) y se puede pensar que como en el caso de excomunión injusta, habría una separación de la unidad puramente exterior y putativa" (57). Notas: 36) Ver Dz. 1839. 37) Mt. XVI, 17-18. 37) Mt. XVI, 17-18. 38) Mt. XVI, 23. 39 Gal. 11,14. 40) In omnes S. Pauli Epistolas. 41) In IIºII4,q.39a.I,N46. 42) Op. ciL, vol I, págs. 547 y ss. 43) Ibidem, vol. I, pág. 626; vol. II, págs. 839 y ss. 44) Ver Diccionario de Teología Católica: Cisma. 45) Releer sobre este tema la constitución Pastor Aeternus, del Vaticano I. 46) Dz.1821. 47) Dz.1969. 48) León XIII, ene Satis cognitum. 49) Pío XI, encíclica Mortalium animos. 50) El Monotelismo pretendía que no hay más que una voluntad en Jesucristo. Fue condenado en el 681 por el 3ª Concilio Ecuménico de Constantinopla. 51) León XIII, enc. cit. 52) Orígenes: Vetus interpretado commentariorum in Matth. Nº 46, cit., como los siguientes, en Sads cognitum. 53) San Ireneo: Contra Haereses, libro IV, Cap. XIII Nª1. 54) Tertuliano: De Praescrip. cap XXI. 55) Esas expresiones son de León XIII en la enc. cit. 56) Sads cognitum. 57) Diccionario de Teología Católica, Cisma, T. XXVII, col. 1302.
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