comunion sacrilega en mano
En serio, no se preocupen, luego de 1969 tras las ordenaciones falsas de sacerdocio, la oblea sigue siendo oblea hasta nuestros días y Cristo no está en ella. tranquilos. Ni siquiera la misa de eos es válida.
Claro, el siguiente artículo va dirigido hacia los que creen que en la oblea que dan hoy en las parroquias está Cristo. jajaaajajajajajajaja
«Por respeto a este sacramento ninguna cosa lo toca que no sea consagrada, por lo tanto los corporales como el cáliz se consagran, lo mismo que las manos del sacerdote, para poder tocar este sacramento» Santo Tomás de Aquino
En su ensayo de 1993, The New Paganism -literalmente: El nuevo paganismo-, el gran historiador católico Hilaire Belloc advirtió que habría de venir un paganismo postcristiano. En todo su ensayo, que no será tratado aquí, sino tan sólo con el propósito del tema de la comunión en la mano, es necesario apuntar el aspecto central de éste: el antiguo paganismo tenía un profundo respeto hacia la tradición, y el nuevo paganismo postcristiano contiene un revolucionario desprecio hacia la tradición. Belloc dijo:
El antiguo paganismo era profundamente tradicional; en efecto, no tenía otras raíces que no estuvieran en las tradiciones. Mostraba una profunda reverencia por su propio pasado y hacia la sabiduría de sus ancestros, y cierto orgullo estaba implícito en cada alma del antiguo paganismo por esto, esta es la razón por la cual paso a formar un fundamento tan sólido sobre la cual se edificó la Iglesia católica, y también esta es la razón por la que ofreció tan prolongada resistencia ante el crecimiento de la Iglesia católica. Pero el Nuevo Paganismo tiene como esencia un desprecio por la tradición y un desprecio hacia lo ancestral. Quizás no respeta nada, pero lo que más desprecia entre todo es el espíritu de «nuestros padres nos lo han dicho».
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Contenido:
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«¡Nuestros padres nos lo han dicho!». A través de los siglos, los papas, obispos y sacerdotes siempre nos han enseñado lo mismo, no tanto expresado por medio de palabras, sino con su ejemplo, y especialmente por medio de la celebración de la Antigua Misa en latín, en la cual existe una profunda reverencia hacia el Santísimo Sacramento, como verdadero Cuerpo de Cristo, y que se verifica en cada movimiento que realiza el sacerdote. Nuestro padres nos dijeron estas cosas, no sólo con el fin de exaltar una venerable tradición que no tuviera fundamento, nos han dicho estas cosas a través de las palabras y el ejemplo para mostrar fidelidad hacia la Fe católica y la reverencia hacia el Santísimo Sacramento. Nuestro padres nos lo han dicho porque esa es la verdad.
Pero la inclusión de la comunión en la mano fue realizada bajo un falso ecumenismo, permitiendo que se se propagara debido al debilitamiento de la autoridad, aprobada por meros compromisos y un falso sentido de tolerancia, esto ha llevado a una profunda irreverencia e indiferencia hacia el Santísimo Sacramento, y es la nota común de nuestros días y la desgracia de nuestra época.
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No se menciona en ninguna parte del C. Vaticano II. La comunión en la mano no es mencionada ni una sola vez en los documentos del II Concilio Vaticano, tampoco fue mencionado durante algún debate de este concilio. En todos los dieciséis documentos del Vaticano II, no existe una sola mención de la comunión en la mano.
No existen registros históricos antes del II Concilio Vatican0 sobre algún obispo, sacerdote o laico pidiendo o solicitando la introducción de la práctica de la comunión en la mano. Al contrario, cualquiera que haya vivido la época anterior al Vaticano II, recordará sin dificultad que en la Iglesia se enseñaba el gran sacrilegio que representa que, fuera del sacerdote, alguien toque la sagrada hostia.
La enseñanza de Santo Tomás de Aquino, en su gran Summa Theologica, aborda este tema. Él explica:
Corresponde al sacerdote la administración del cuerpo de Cristo por tres razones.
Primera, porque, como acabamos de decir, consagra in persona Christi. Ahora bien, de la misma manera que fue el mismo Cristo quien consagró su cuerpo en la cena, así fue él mismo quien se lo dio a comer a los otros. Por lo que corresponde al sacerdote no solamente la consagración del cuerpo de Cristo, sino también su distribución.
Segunda, porque el sacerdote es intermediario entre Dios y el pueblo (Heb 5,1). Por lo que, de la misma manera que le corresponde a él ofrecer a Dios los dones del pueblo, así a él le corresponde también entregar al pueblo los dones santos de Dios.
Tercera, porque por respeto a este sacramento ninguna cosa lo toca que no sea consagrada, por lo tanto los corporales como el cáliz se consagran, lo mismo que las manos del sacerdote, para poder tocar este sacramento. Por eso, a nadie le está permitido tocarle, fuera de un caso de necesidad, como si, por ej., se cayese al suelo o cualquier otro caso semejante. (ST, III, Q.82, Art.13)
Santo Tomás de Aquino, quien es el príncipe de los teólogos en la Iglesia católica, quien se destaca y despunta del resto, cuya Summa Theologica fue colocada sobre el altar al lado de las Escrituras durante el Concilio de Trento, y de cuyas enseñanzas San Pío X dijo que eran el remedio para el Modernismo, claramente enseña que pertenece al sacerdote, y sólo a éste, el privilegio de tocar y administrar la Sagrada Hostia, que «ninguna cosa lo toca [a este sacramento] que no sea consagrada», sólo las manos consagradas del sacerdote deben tocar la Sagrada Hostia, «a nadie le está permitido tocarle».
Existe cierta controversia alrededor de este tema y hay quienes afirman que lacomunión en la mano fue praticada en la época de la Iglesia temprana. Hay otros que incluso dicen que fue practicada hasta el siglo sexto e incluso citan un pasaje atribuido a San Cirilo para sustentar su afirmación. Otros mantienen que nunca fue una costumbre católica, y si la comunión en la mano fue practicada, como se afirma, en la época de la Iglesia temprana, es debido a que fue instituida por los arrianos como signo de su incredulidad en la divinidad de Jesús. Esta misma escuela de pensamiento también afirma que la cita atribuida a San Cirilo tiene como dudoso origen la falsificación arriana. Culesquiera sea el caso, es claro que la comunión en la lenguatiene un origen apostólico, esto es, en Jesucristo mismo, la comunión en la mano fue condenada como un abuso durante el Sínodo de Rouen en 650 AD -énfasis añadido-, y la práctica de la comunión en la mano nunca se reflejó en el arte cristiano de ningún periodo, ya sea en Oriente o en Occidente, esto es, hasta después del II Concilio Vaticano.
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La reverencia hacia la Eucaristía que existe en la Antigua Misa. «Sólo los sacerdotes pueden tocar la Sagrada Hostia, éste es el propósito de su consagración» es una enseñanza tan grande que merece no pocas precauciones para salvaguardar la debida reverencia y prevenir la profanación, éstas han sido incorporadas en la Liturgia de la Iglesia, es decir, en la Antigua Misa en latín.
Los sacerdotes han sido preparados para celebrar la Antigua Misa en latín, con sus rúbricas precisas que salvaguardan la reverencia que merece el Santísimo Sacramento. Estas meticulosas rúbricas fueron «inscritas en piedra» y no son opcionales. Cada uno de los sacerdotes que celebran el Rito Romano debe seguirlas con una precisión inflexible.
En la época de la Iglesia anterior al Vaticano II, cuando la Misa Tridentina era la norma, los hombres que se preparaban para ser sacerdotes no sólo aprendían esto, sino que estas rúbricas se les inculcaban muy profundamente.
Algunas rúbricas de la Antigua Misa en latín dicen así:
Desde el momento en que son pronunciadas las palabras de la consagración sobre la Sagrada Hostia, él mantiene unidos los dedos pulgar e índice por sus yemas, y ya sea que esté elevando el cáliz, cambie la página del misal o abra el tabernáculo, sus dedos pulgar e índice no tocan nada excepto la Sagrada Hostia. Es útil notar también que no dejará descuidada la Sagrada Hostia sobre el altar para bajar por sus gradas, especialmente después de que sus dedos han sido purificados, para estrechar manos con otras personas en una torpe muestra de forzada cordialidad.
Al final de la Misa, el sacerdote raspa el corporal con la patena, lo hace sobre el cáliz de tal manera que si ha quedado hasta una mínima parte de la hostia, será recogida allí y consumida con reverencia.
Las manos del sacerdote son lavadas sobre el cáliz después del momento de la comunión, con agua y vino, los cuales son reverentemente consumidos por él, para asegurarse que la mínima partícula no sea susceptible de profanación.
Estas son sólo algunas de las rúbricas incorporadas en la Antigua Misa, no son escrúpulos tontos, sino que muestran que la Iglesia cree con certeza que en cada Misa, el pan y el vino verdaderamente se convierten en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, y que ningún esfuerzo es demasiado para asegurarse que nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento, sea tratado con toda reverencia y homenaje, que Su Majestad merece.
Ahora, al momento de mostrar esta reverencia, ¿es posible mejorar estas rúbricas? Una verdadera renovación católica debería conservar intactos estos gestos de reverencia, o darles mayor realce. Pero evitarlos sin una razón adecuada, y al contrario, con argumentos poco convincentes, como ha sido el caso en los últimos 25 años* de la introducción de la Nueva Misa, no es el signo de auténtica renovación católica, sino que refleja el Nuevo Paganismo advertido por Belloc, en este arrogante rechazo por la tradición.
Nota de B&T: *Recuérdese que este artículo es del año 95, en 2013 se cumplirían ya 43 años.
Y a este daño se ha añadido el insulto, con la introducción de la comunión en la mano, que hace que todas esas rúbricas anteriores al Vaticano II luzcan como supersticiones setimentales sin fundamento real, pero de nuevo, esto es simple rechazo hacia lo que nuestros padres nos han enseñado y es un obvio rechazo hacia el Santísimo Sacramento en sí.
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¿Cómo es que se ha popularizado hoy la comunión en la mano? Hace 400 años, la comunión en la mano fue introducida dentro del culto de adoración “cristiano”, por parte de aquellos hombres cuyos motivos estaban enraizados en el desafío al catolicismo. Los protestantes rebeldes del siglo XVI, llamados “reformadores protestantes” por simple costumbre, sin ser apropiado, reestablecieron la comunión en la mano [arriana] como una manifestación que mostraría dos cosas:
- Que ellos no creían en tal cosa como la “transubstanciación” y que el pan utilizado en el momento de la comunión tan sólo era pan ordinario. En otras palabras, que la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía tan sólo era una «superstición papista» y que el pan es sólo pan y nadie puede cambiarlo.
- Su creencia en que el ministro de la comunión no se diferencia esencialmente de ningún laico. Ahora, es enseñanza católica que el sacramento del Orden Sacerdotal otorga al varón un poder espiritual y sacramental, imprimiéndole una marca indeleble a su alma que lo hace esencialmente diferente al laico.
Nota de B&T: La consubtanciación de Lutero es una doctrina herética que intenta sostener la Presencia Real de Cristo en la Sagrada Eucaristía sin admitir que se haya realizado la transubstanciación. Según esta explicación, la sustancia del Cuerpo de Cristo existe junto con la sustancia del pan, y de forma similar, Su Sangre coexistiría con la sustancia del vino, de aquí el términoconsubstanciación. New Advent Catholic Encyclopedia
Sin embargo, el ministro protestante es tan sólo un laico ordinario que dirige el canto de los himnos, lee las lecciones y da sermones para avivar las convicciones de los creyentes. Él no puede cambiar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, no puede bendecir, no puede perdonar pecados. Él no puede hacer algo más que cualquier otro laico, él no es vehículo de la gracia sacramental.
La comunión en la mano, como costumbre protestante, fue la forma que adoptaron para mostrar su rechazo a la creencia en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, y su rechazo al Sacerdocio Sacramental, en resumen, para mostrar su rechazo al catolicismo.
A partir de esta manifestación histórica, la comunión en la mano recibió indistintamente un significado anticatólico. Ha sido una práctica característicamente anticatólica que tiene su raíz en la incredulidad sobre la Presencia Real de Cristo y en el sacerdocio.
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Vídeo: Comunión en el anglicanismo, el protestantismo y sus sectas, su similitud con la Misa Nueva. La Misa Tradicional en latín.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=k_aIOst12PY
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Así, si la imitación es la forma más sincera de halago, no está de más preguntar ¿por qué nuestros modernos hombres de la Iglesia están imitando a los autoproclamados infieles quienes rechazan las enseñanzas centrales del catolicismo? Esta es una pregunta dirigida a todos aquellos hombres de la Iglesia intoxicados del espíritu liberal del Vaticano II, y que aún no han contestado satisfactoriamente.
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Gracias al ecumenismo… Aunque la comunión en la mano no fue contemplada por el II Concilio Vaticano, ésta fue “canonizada” por el “ecumenismo” del Vaticano II, este falso espíritu de unidad simulada había sido condenada previamente por la Iglesia, en particular por el papa Pío XI en su encíclica de 1926 Mortalium Animos, ante el movimiento llevado a cabo por católicos con una actitud de acercamiento y amistad con otras religiones, y especialmente con los protestantes [movimiento que implica, no una retractación de los errores o el reconocimiento de Jesucristo como Salvador Universal, y a su Iglesia, sino de meras formas exteriores]. Este movimiento supuestamente ordenaría las cosas de acuerdo a lo que se tiene en común con otros credos, y minimizaría las cosas que nos dividen, para celebrar nuestros “valores” compartidos, por cierto, “valores” es un término subjetivo que no se encontrará en los manuales de teología antes del Vaticano II. Ya no se intentaría convertir a los no-católicos, en lugar de ello nos involucraríamos en un “diálogo” inútil e interminable en el cual el catolicismo siempre saldría perdiendo, ya que este diálogo ofrecería la inconfundible impresión de que el catolicismo ya no creería que es el único poseedor de la verdad teológica.
Aunque no hablaremos extensamente sobre el ecumenismo en este artículo, es suficiente decir que esta novela de espíritu ecumenista, la cual Dietrich von Hildebrand llamó “ecumanía”, se volvió rampante durante y después del Vaticano II. El espíritu ecumenista se conviritó en un principio formativo principal, en todos los ámbitos de la nueva forma litúrgica establecidas desde el concilio. Esta es la razón por la que la nueva liturgia es tan parecida al servicio protestante.
Nota de B&T: Con el fin de evitar confusiones, debe distinguirse el significado estricto o propio del adjetivo ecuménico [(RAE): 1. adj. Universal, que se extiende a todo el orbe] del sentido que se considera aquí, del ecumenismo (o ecumenista), como corriente y sus seguidores, que pretenden aplicar una política de peligrosa amistad con las demás religiones, poniéndose uno mismo en peligro.
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La ecuménica regla: “el mono imita todo lo que ve“. Después del Vaticano II, algunos sacerdotes holandeses de mentalidad ecumenista comenzaron a distribuir lacomunión en la mano, en una burda acción que sólo parecía coincidir con el dicho “el mono imita todo lo que ve”, frente a la costumbre protestante. Pero los obispos, en lugar de realizar su labor y condenar este abuso, lo toleraron.
Y debido a que los líderes de la Iglesia permitieron este abuso sin restricción, tal práctica se propagó en Alemania, Bélgica y Francia. Pero si los obispos permanecieron indiferentes ante este escándalo, los laicos sí se indignaron. Fué tanto el enojo de los fieles ante esta provocación, que el papa Pablo VI llevaría a cabo algunas acciones, él realizó una encuesta entre los obispos del mundo [¡el espejismo de la democracia!], sobre este tema, y ellos votaron con aplastante mayoría para retener la práctica tradicional de recibir la Sagrada Comunión sólo en la lengua. Y debe notarse que durante esta época, este abuso se limitaba sólo a algunos países europeos, todavía no se había esparcido a los EE.UU.
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«Memoriale Domine». Entonces el papa promulgó su instrucción Memoriale Domine, del 28 de mayo de 1969. En resumen, el documento establece:
- Los obispos del mundo se mostraron, con aplastante mayoría, en contra de la comunión en la mano.
- Esta manera de distribiur la Sagrada Comunión (el sacerdote colocando la hostia en la lengua del comulgante) debe observarse.
- La comunión en la lengua de ninguna manera le quita valor a la dignidad del comulgante.
- Hubo una advertencia acerca de que «toda innovación llevaría a la irreverencia y la profanación de la Eucaristía, así como a un desgaste gradual de la doctrina correcta», el documento además decía que «el Supremo Pontífice juzgaba que la antigua forma de administrar la Sagrada Comunión a los fieles no debía cambiarse. La Sede Apostólica, por lo tanto, urgía a los obispos, sacerdotes y pueblo a observar celosamente esta ley.»
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Simultáneamente se daba una «luz roja» y una «luz verde». Entonces, debe preguntarse, si esta es una instrucción formal y escrita, ¿por qué ha prevalecido lacomunión en la mano? Para encontrar la respuesta puede considerarse un ejemplo ilustrativo, el de los obispos canadienses y en su respuesta a Humanae Vitae. Este documento reafirmaba correctamente la enseñanza de la Iglesia contra la anticoncepción, pero cuando Humanae Vitae fue publicado, se manifestó toda una ola de escandalosa oposición de parte de sacerdotes católicos y de personajes eminentes. Los obispos canadienses escibieron una carta pastoral, supuestamente para apoyarHumanae Vitae, pero en el documento los obispos utilizaron la curiosa frase «normas para disentir lícitamente».
Esta frase daba la impresión de que podría haber lugar para los católicos, quienes “legítimamente” rechazaran Humanae Vitae. Así, ya sea que lo hubieran hecho conscientemente o no, estos obispos sabotearon su propia carta pastoral, dando una simultánea «luz roja» y una «luz verde» al rechazo de la encíclica papal. Entonces, cuando grandes números de católicos rechazaron Humanae Vitae, lo hicieron basados en el compromiso de los obispos canadieses, lo cual no sorprendió a nadie. Incluso los padres de familia más ordinarios son suficientemente listos como para no dar la opción a sus hijos de rechazar o aceptar a placer una orden que se les da, hacer esto sería un claro signo de debilidad y vacilamiento en el liderazgo. Pero desafortunadamente, esto es precisamente lo que sucedió con el documento de la supuesta anticomunión en la mano de 1969.
Ahora, esta fue una época de compromisos, y el documento contenía la semilla de su propia autodestrucción, ya que la Instrucción decía que donde este abuso ya se había vuelto hábito, podía legalizarse con dos tercios de la mayoría, en una votación secreta de las conferencias nacionales de obispos (y cuando la santa Sede confirmara su decisión). Esto cayó directamente en manos de los liberales, pero debe notarse que la Instrucción decía «donde el abuso ya se haya establecido firmemente». Así, países en los cuales la práctica aún no se había desarrollado era obvio que debían excluirse de la concesión, esto es, todos los países de habla inglesa, incluyendo EE.UU., caían en esta categoría.
Naturalmente, el clero liberal de otros países, incluyendo el estadounidense, concluyeron que si esta rebelión podía legalizarse en Holanda, entonces podía legalizarse en todos lados. Ellos llegaron a la conclusión de que si ignorabanMemoriale Domine y desafiaban la ley de la Iglesia, esta rebelión no sólo sería tolerada, sino eventualmente legalizada. Esto es exactamente lo que sucedió, y esta es la razón por la que hoy tenemos comunión en la mano [y otros abusos afines].
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Comenzaron desafiando y se perpetuaron con engaños. No sólo la comunión en la mano comenzó como desobediencia, fue perpetuada con engaños. Este espacio no nos permite plasmar todos los detalles, pero la propaganda de la década de 1970 que fue utilizada para vender la comunión en la mano a gente honorable y vulnerable fue una campaña de calculadas medias verdades que no contaban la historia completa del asunto. Un ejemplo rápido de esto sería el que se ofrece en los escritos de Monseñor Champlin:
- Se daba la falsa impresión a los lectores que el Vaticano II era la fuente del permiso para este abuso, cuando de hecho, no se trata ni una sola vez en los documentos conciliares.
- No se decía a los lectores que tal práctica comenzó a partir del desafío que protagonizaron unos cuantos clérigos a la ley litúrgica en efecto, sino que la hace sonar como si fuese una solicitud de los laicos.
- No aclara al lector que los obispos del mundo, cuando fueron encuestados, votaron en aplastante mayoría contra la comunión en la mano.
- No menciona que tal permiso fue sólo en tolerancia al abuso donde ya se había establecido en 1969. No fue una «luz verde» para pasarse a otros países, como los EE.UU.
¡No fue opcional para el clero! Ahora estamos en el punto donde la comunión en la mano es vista como la forma superior o principal de recibir la Eucaristía, y la vasta mayoría de los niños están siendo mal educados, recibiendo su Primera Comunión en la mano. Se les dice a los fieles que es una práctica opcional, que si no les gusta pueden recibirla en la lengua. La tragedia de todo esto es que si en teoría es opcional para los laicos, en la práctica no es opcional para el clero. Los sacerdotes están siendo intruídos erróneamente, diciéndoles que deben administrar la comunión en la mano, ya sea que les guste o no, a quienquiera que se las pida, y así están arrojando a muchos buenos sacerdotes hacia una agonizante crisis de conciencia.
Después del Vaticano II, decía un arzobispo muy sagaz, que observaba con cuánta astucia había sido diseñado el golpe maestro del demonio, que buscaba la desobediencia a la Tradición católica a través de la obediencia.
Es obvio que ningún sacerdote puede ser legítimamente obligado a administrar lacomunión en la mano, y que debemos rezar para que más sacerdotes tengan el coraje de salvaguardar la reverencia debida a este Sacramento, y que no se entrampen en una falsa obediencia que causa que cooperen en la degradación de Cristo en la Eucaristía. Ellos deben armarse de valor para oponerse a esta práctica extraña y recordar que el papa Pablo VI, a pesar de su debilidad, predijo correctamente que la comunión en la mano llevaría a la irreverencia y la profanación de la Eucaristía, y a un desgaste gradual de la correcta doctrina, y hemos visto que este pronóstico se ha realizado. Y, si los sacerdotes realizaran una oposición firme y resuelta ante la comunión en la mano, su oposición hacia los «ministros extraordinarios» debería ser aún más denodada.
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Los «ministros extraordinarios». James W. Demers en su conocido libro The Last Roman Catholic? -literalmente: ¿El último católico romano?- dijo «de todos aquellos responsables por la falta de belleza en la Iglesia, ninguno es tan culpable hoy como los ministros laicos. El descuidado comportamiento de estos laicos superficialmente entrenados le da un toque de pomposidad al santuario, embarazoso y triste de observar.»
Los laicos que distribuyen la Sagrada Comunión durante la misa fueron considerados adecuadamente como un impensable acto de irreverencia hace 30 años [48 años en 2013], y no fue diferente en los siglos precedentes. Pero hoy, el ver que los laicos administran el Santísimo Sacramento es algo ordinario de ver en muchas iglesias de cualquier parroquia que celebre el Novus Ordo, y la mayoría de los católicos son indiferentes ante esto, demostrando que los hombres se desensibilizan ante la continua profanación.
Parece que surgieron de la nada, ¡todos de repente estaban allí!, y donde surgían ¡allí se mantenían! Pero si reflexionamos sobre esto, debieron haberse seguido algunos pasos necesarios para que cualquiera que se siente en los bancos de la iglesia no se perdiera de este espectáculo y se desarrollara con el tiempo esta plaga de manos sin consagrar comisionadas por los pastores para degradar la Eucaristía, usurpando la labor de quienes están santamente ordenados, destruyendo el sacerdocio y despojando al altar de Dios de su sagrado derecho.
El obispo Sheen escribió que tanto el varón como la mujer son esclavos de las modas, con una diferencia… él dijo que si la mujer era esclava de las modas del vestido, el varón es esclavo de las modas del pensamiento. La moda y la novedad que fue el orgullo y la satisfacción de muchos hombres de la Iglesia después del Vaticano II, en nombre de hacer a la Iglesia más “relevante”, fue lo que originó el involucramiento de los laicos en la liturgia.
Los laicos comenzaron leyendo la epístola y los nuevos salmos responsoriales. Esto condujo al tedioso «recemos al Señor – Señor escucha nuestra oración», las «Oraciones de los fieles», e incluso las felicitaciones que se daban con micrófono antes de misa, deseándonos los “buenos días”, diciéndonos qué himnos ibamos a cantar y qué oración eucarística le apetecía al padre hoy.
El santuario se conviritó en un escenario público, y cada semana no podía faltar el monólogo. A mayor cantidad de “ministros”, mejor, y el cautivante drama de la misa se conviritó en un espectáculo de aficionados. El sacerdote, un hombre que había sido llamado por Dios y quien había sido entrenado específicamente en el estudio y gobierno de los sagrados misterios, debía hacerse a un lado, ya sea con o sin su aprobación, para permitir que incompetentes diletantes y suplantadores invadieran y profanaran Su sagrado dominio del santuario y el altar.
Pero los lectores laicos dentro de la misa no fueron el único escalón necesario, los ministros laicos del Santísimo Sacramento no hubieran sido posibles sin la revolución en las rúbricas que los precedió, así como la práctica y la aceptación generalizada entre los laicos recibiendo la Sagrada Eucaristía en sus manos. El oficio de ministro eucarístico es, por lo tanto, el vástago ilegítimo de la unión entre el involucramiento de los laicos en la Nueva Liturgia con la comunión en la mano, los cuales viven su concubinato en la Iglesia moderna. Es el bastardo de la revolución de la década de 1960.
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¡Todos al escenario! Pueden estar seguros que hubieron muchos católicos que desearon formar parte de esta “élite de laicos” quienes distribuyen la Sagrada Comunión, pero también existieron católicos que fueron sensatos y se opusieron inicialmente a esta práctica, sin embargo, eventualmente se dejaron persuadir por los clérigos, y la maniobra principal que el clero modernista utilizó contra ellos fue el recurso del halago… se aproximaron a los buenos católicos, varones y mujeres, diciéndoles «Ud. es un buen miembro de la parroquia, un cristiano ejemplar, un buen padre o madre de familia, así que deseamos concederle el “honor” de ser un ministro eucarístico».
¿Y qué hicieron ellos? Se encargaron de distribuir el cuerpo de Cristo, algo tan sagrado que sólo pertenece al sacerdote y lo convirtieron en una pueril recompensa del buen comportamiento: como una medalla al mérito de las que se les entregan a los niños exploradores por nadar un buen tramo o por armar una tienda de acampar, o como las estrellitas en la frente que se les pone a los niños de primaria por haber deletreado correctamente.
Se ha disfrazado de recompensa, pero que los buenos y humildes aceptan a regañadientes, aunque luego se acostumbran. O es una posición que los arrogantes y vanidosos de la parroquia codician, y por lo tanto, son incapaces de reconocer que es sólo una falsa piedad y un falso prestigio.
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¿«Ministros extraordinarios» o «ministros eucarísticos»? Los términos «ministro laico» y «ministro eucarístico» han sido utilizados indistintamente y son términos que pueden verse en los boletines de las parroquias. En realidad, no existe tal terminología como «ministro eucarístico», el término apropiado es «ministro extraordinario».
Cuando se trata de sacramentos, «ministro extraordianrio» es terminología clásica. Por ejemplo, el «ministro ordinario» de la Confirmación en el Rito Romano es el obispo, y el «ministro extraordianrio» es el sacerdote, delegado específicamente por el obispo en circunstancias extraordinarias. Así, si las palabras significan algo específico, como apunta Michael Davies, un ministro extraordinario debería ser algo muy difícil de ver en la práctica. No sólo debería ser muy raro ver uno, sino que muchos católicos nunca deberían haber visto algún ministro extraordinario en sus vidas. Pero hoy ya no hay nada extraordinario respecto a los ministros extraordinarios, son tan ordinarios y parte integral de la Iglesia moderna como los misales semanales y las canastas de las limosnas. Esto es claramente un abuso calculado de la terminología clásica católica para introducir una alteración innovadora más en la Nueva Misa, sin fundamento alguno en la historia de la Iglesia ni en las costumbres católicas.
El 29 de enero de 1973, la Congregación para el Culto Divino publicó la InstrucciónImmensae Caritatis que autorizaba la introducción de ministros extraordinarios de la Eucaristía. Este documento no otorga ningún indulto revolucionario para ninguna parroquia, que permita a los laicos administrar la comunión, autoriza el uso de ministros extraordinarios «en caso de genuina necesidad», la cuales enlista así:
- Cuando no hay sacerdote, diácono o acólito.
- Cuando éstos no pueden administrar la Sagrada Comunión debido a otro ministerio pastoral o debido a enfermedad o edad avanzada.
- Cuando el número de fieles dispuestos a comulgar es tal que la celebración de la misa o la distribución de la Eucaristía prolongaría demasiado la misa.
La Instrucción estipula que:
«Ya que estas facultades se otorgan sólo por el bien espiritual de los fieles y en casos de genuina necesidad, los sacerdotes deben recordar que no están excusados de la tarea de distribuir la Eucaristía a los fieles que legítimamente la soliciten, y en especial, de dársela a los enfermos.»
Primero que todo, no es un acto de deslealtad o desobediencia el cuestionar la doctrina del documento, sobre todo cuando este es un permiso en rebeldía contra todas las rúbricas anteriores al Vaticano II, y que existieron por siglos, rúbricas que existieron por razones de reverencia, para la salvaguarda contra los actos de profanación y que fueron materia de sentido común católico. Pero incluso tomando este documento a primera vista, es difícil imaginar circunstancias que justificarían realmente el uso de ministros extraordinarios, fuera de tierras de misión. Los “ministros eucarísticos” actuales en realidad operan desafiando las normas existentes del Vaticano.
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La era de la ambigüedad. Se ha utilizado el término “a primera vista” ya que, como algunos astutos lectores se han podido percatar, el documento citado no es muy consistente. El documento es ambiguo, impreciso y flexible, todo lo cual refleja mucho del Vaticano II y los documentos posteriores a este concilio.
Aunque no existe evidencia que la inconsistencia de Immensae Caritatis haya sido premeditada, hay mucha evidencia de que la ambigüedad de los documentos del Vaticano II sí fue premeditada. Por la influencia de los teólogos liberales en el Vaticano II es que los documentos conciliares fueron deliberadamente ambiguos, y ésta fue la principal estrategia de los progresistas. Uno de ellos dijo «hemos utilizado frases ambiguas durante el concilio, y nosotros (los teólogos liberales) sabremos al final cómo interpretarlas».
La principal ambigüedad, que probablemente dio origen a la proliferación actual de los ministros extraordinarios, fue la justificación para su uso si la misa “se prolongaba excesivamente”. Ahora, ¿una “prolongación excesiva” significa 5 minutos o 45 minutos?, depende de quien la interprete. Y en las instrucciones de este tipo, la falta de precisión da origen a una amplia interpretación, y la amplia interpretación da origen al establecimiento de un abuso bajo la apariencia de fidelidad a las regulaciones de la Iglesia. Y una vez que una innovación, como lo son los “ministros extraordinarios”, se disemina ampliamente y todos lo están haciendo, entonces, ¿a quién le interesará poner atención a las normas? Este es una patrón que vemos reproducirse una y otra vez en la Iglesia modernista: «Violemos la ley y al final estableceremos tal violación como una costumbre local».
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Infructuosa intervención papal. Este ilícito abuso ha sido tan bien establecido como costumbre local que incluso el papa Juan Pablo II al menos emitió un texto que intentaba atajar el abuso, pero fue completamente infructuoso. En su carta Dominicae Cenae del 24 de febrero de 1980, el papa reafirmó la enseñanza de la Iglesia diciendo «el tocar las especies sagradas, administrarlas y manipularlas es un privilegio de los ordenados», pero, por la razón que se quiera, este documento de 1980 no contenía sanciones contra los laicos, sacerdotes u obispos trasgresores, quienes ignoraron la petición papal. Una ley sin sanción no es ley, es sugerencia. A 15 años [en 2013 serían 38] de esta carta del papa Juan Pablo II, se ha tomado como una sugerencia repudiada y desobedecida por la jerarquía y el clero en los países occidentales. -énfasis añadido-
El 21 de septiembre de 1987 el cardenal Prefecto de la Congregación de los Sacramentos envió, por los canales adecuados, una carta a varias Conferencias episcopales, incluyendo la estadounidense, que trataba el tema de los ministros extraordinarios. En resumen, el texto establecía (puede consultarse íntegramente en el libro de Michael Davies Privilege of the Ordained -literalmente: Privilegio de los ordenados-) que Roma había recibido muchas quejas de abuso respecto a los ministros extraordinarios. Como resultado, la Pontificia Comisión dictaminó oficialmente que «cuando estén presentes los ministros ordinarios (obispos, sacerdotes) en la Eucaristía, ya sea celebrando o no, y se encuentran en número suiciente y no tienen impedimentos por estar realizando otros ministerios, a los ministros extraordinarios de la eucaristía no se les permitirá el distribuir la comunión, ni para ellos mismos ni para los demás fieles».
Este dictamen también ha sido completamente ignorado, como si existieran normas escritas por allí [¿dónde?] que les permitiera llevar a cabo el abuso. Sólo podemos rezar para que nuestros líderes de la Iglesia finalmente se den cuenta que cuando se trata del Santísimo Sacramento, no pueden reformar un abuso, lo tienen que aniquilar. Y con el fin de que no sigamos en medio del juego manipulador del Nuevo Paganismo del Modernismo, se debe emitir una condena completa, formal y sin ambigüedades contra la comunión en la mano y contra los ministros extraordinarios, ésta es la única opción católica que tienen nuestro líderes. -énfasis añadido-
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El sentido de lo sagrado. Los sacramentos son las gemas más preciosas que posee la Iglesia, y la Sagrada Eucaristía es el más grande de todos los sacramentos, debido a que en todos los otros sacramentos recibimos gracias sacramentales, pero en la Sagrada Eucaristía recibimos a Cristo mismo. Así, es obvio que el Santísimo Sacramento es el tesoro más grande que la Iglesia posee, entonces debe ser tratado con toda reverencia y respeto que merece. Y todas esas barreras que existieron desde antes del Vaticano II, las cuales prevenían la profanación, son indispensables en la vida de la Iglesia y para la santidad de los fieles.
Inclusive, ¿cuántas veces hemos escuchado que nuestros líderes de la Iglesia lamentan que «hemos perdido el sentido de lo sagrado»? Este es una de las declaraciones más asombrosas que los hombres de la Iglesia han pronunciado… como si fuese una especie de enigma. Y ya que el sentido de lo sagrado no se ha perdido del todo, pues sabemos exactamente dónde está y cómo puede ser recobrado en cada parroquia sobre la tierra de un día para otro. El «sentido de lo sagrado» se encuentra doquiera que se guarde, se practique la reverencia y se le dé su debida importancia al Santísimo Sacramento. Pero el «sentido de lo sagrado» no se ha perdido, ha sido expulsado deliberadamente, arrojado a las vías del tren por los arrogantes agentes del Nuevo Paganismo del Modernismo disfrazados de reformadores católicos [lobos con piel de oveja], quienes han introducido prácticas novedosas y extrañas en la Iglesia que rebajan la Eucaristía, muestran su desprecio por la Tradición y por lo que nuestros padres nos han enseñado, y quienes han llevado a una crisis mundial de Fe, de proporciones sin precedentes.
Pero para nosotros, por gracia de Dios, no es ningún enigma. Sabemos exactamente dónde está «el sentido de lo sagrado», y nos aferraremos a éste con una tenacidad feroz. Se encuentra en la celebración de la Antigua Misa en latín, la Misa Tridentina, donde se manifiesta una profunda reverencia por el Santísimo Sacramento y está presente en cada momento de la liturgia, y donde la comunión en la mano y los “ministros extraordinarios” de la Eucaristía todavía son elementos vistos con horror por los ojos católicos, y son reconocidos como elementos extraños y fuera de lugar, sacrílegos y anticatólicos.